Ministerio de Modernización argentino, o cómo neutralizar el espacio público-político
María José Rossi| En esta nota me voy a referir al Ministerio de Modernización creado por el presidente Mauricio Macri en diciembre de 2015, a cuyo frente se encuentra Andrés Ibarra. La intención es hacer foco en los términos que se utilizan para describir los principios de la gestión moderna tal como aparecen en su portal, y mostrar cómo se construye una narrativa que apunta a la neutralización del espacio público-político.
El Pro, el partido de Macri, es un gigantesco aparato de inseminación de un “nuevo” vocabulario político.
Según el Ministerio, los “principios para una gestión moderna” son: “Cercana. Conoce tus necesidades y adapta sus servicios a ellas” El ente en cuestión se presenta a sí mismo como alguien amistoso, cercano, que establece una relación personalizada con las necesidades de la gente. Es una relación de yo a tú, donde lo importante es el individuo. La derecha neoliberal se funda, pues, en el presupuesto de que el elemento último, genético, de una sociedad, es el individuo. Es una concepción atomizante de lo social, que está a la base de todos los modelos contractualistas y liberales que se han gestado en la modernidad.
Y, sin embargo, lo que esta manera tan amistosa de presentarse encubre es un vasto sistema de dominio que no excluye la violencia; pero es una violencia sutil, enmascarada, reticular e insidiosa, cuasi omnipresente. En efecto, lo que el macrismo propone ideológicamente es que el fundamento de su constitución sea la dimensión social: el simple estar-con. Es decir, se muestra haciendo pie en lo social (en la “gente”), desdeñando la dimensión política.
Hablar de dimensión política es hacer referencia a un espacio de antagonismos. Por eso, la politicidad es en esencia conflictiva, y reposa en dos figuras que no necesariamente tienen que aniquilarse entre sí: amigo-enemigo, según ha planteado Schmitt. Son figuras que se tienen, o bien antipatía, o bien simpatía, nunca indiferencia. Lo que pretende el macrismo es desactivar el componente litigioso de lo político para constituirse en base a aquello que permite “unir” a la gente. “Todos juntos” es su lema. Desde esta perspectiva, lo político remite a la militancia y por tanto, subrepticiamente, a lo peligroso, a lo corrupto y, en el otro extremo, a lo vago e inútil.
Sin embargo, aún en esta simple distinción, el macrismo construye discursivamente a lo “otro” con lo que colisiona. Y lo “otro” es el kichnerismo, el que inventó la “grieta”. Por tanto, mientras finge desdeñar la política, mientras se presenta como puramente social, el macrismo se realiza en la dimensión política.
Con esta artimaña logra construir consenso en relación con una serie de medidas que surgen como resultado de un conflicto que resulta disimulado, negado —conflicto inevitable si se piensa en la enorme transferencia de recursos que se puso en marcha desde su mandato. Esto permite decir que el éxito de la campaña de Durán Barba se debió a que la imagen del Macri se apoyó en la desideologización, en un mensaje de felicidad y anticonflicto. En cambio, su oponente nunca negó que su discurso fuera político, siempre se presentó como tal.
¿En que nos cambia advertir que esta narrativa niega su politicidad al mismo tiempo que en los hechos la confirma? ¿Qué ganaríamos si el andamiaje ideológico del Pro asumiera que también él es político?
Al no asumir explícitamente la politicidad, el macrismo no ofrece un marco que pueda contener y encauzar la violencia. Lo vemos en estos días: la violencia irrumpe por todos lados pero en modo desorganizado, intempestivo, alcanzando umbrales insospechados; se empieza a volver cotidiana, salvaje, impredecible[1].
“Participativa: Trabaja en equipo con los empleados públicos y la gente” Este apartado es complementario del anterior: el dominio como técnica de gobierno se opone a la idea de comunidad. Lo colectivo no es el pueblo: es la gente. Decir que es el pueblo presupone otro principio de legitimidad del poder. Pues no basta haber ganado una elección para decir que un gobierno es legítimo, tiene que ver con los modos de intervención en lo común.
Este proyecto político no puede hablar de ciudadanía, tiene que hablar de la gente porque tiene que erradicar toda manera de intervención y de participación deliberativa en la cosa pública.
“Innovadora: Utiliza las nuevas tecnologías en el desarrollo de procesos y servicios” Obviamente aparece aquí la parte más moderna del proyecto: la que incorpora a la tecnología en función de los “servicios”. Vamos hacia una economía de servicios que destruye el trabajo como productor de lazo social.
“Transparente: Brinda mayor información y certeza sobre sus actos de gobierno” La individualidad invocada en el inicio tiene “certezas”. Es alguien que no duda, que tiene evidencias que no somete a discusión, sobre las cuales no necesita argumentar. El individuo de la certeza no duda pero tampoco piensa.
“Ágil: Implementa nuevas formas de organización y racionalización para simplificar procedimientos” El mensaje apunta a poner de relieve lo sencillo, lo fácil, lo simple, contra lo complejo. Lo “fácil” es pasar por alto que todo está concebido como una compleja red de relaciones. Es más fácil echarle la culpa del desempleo a un extranjero que atender a la estructura productiva; es más fácil encontrarle una explicación al vaciamiento del Estado poniendo la imagen de un ex funcionario tirando bolsones de plata por un muro que hablar de divisas que se fugan y para las cuales no hay imagen posible. El pensamiento de la derecha hace apología de la simplicidad porque apunta a lo simple, eludiendo la complejidad.
Vamos hacia una economía de servicios que destruye el trabajo como productor de lazo social.
Eficaz y eficiente: Busca alcanzar sus objetivos con el menor costo para el Estado y el ciudadano, reduciendo tiempos” Estos son dos términos clave en torno de los cuales se articularon los procesos de reforma del Estado que dictaban el FMI y el BM en los 90. Supone reimplantar, de parte de la derecha, el viejo diagnóstico de que los problemas que tenemos son resultado del enorme gasto del Estado.
Lo que se tiene en mira entonces es su achicamiento. Y sin embargo, cuando se observa la estructura de este Ministerio —que cuenta con 4 secretarías, 9 subsecretarías y 69 direcciones, todas con sus respectivos nombramientos— lo que aparece es un enorme contrasentido, pues lo que se ha montado es una enorme estructura burocrática.
Finalmente, vemos que lo que se está haciendo es un trabajo que apunta a despolitizar. En todos los ámbitos en los que el Pro interviene discursivamente, se hace foco en palabras que dejan huella, marca, que operan a nivel simbólico.
Tal vez se podría arriesgar que el gran déficit en todo este plan, cuya “eficacia” no habría que subestimar, es que hay una dimensión sobre la que no está operando, y que es la que nos deja un resquicio. No es la dimensión de las certezas, sino de las convicciones, del amor a un proyecto político. De ahí que sólo pueda contrarrestarse trabajando fuertemente la subjetividad. Tampoco hay que dejar la calle, porque la calle es el lugar de tránsito de pueblo y palabras, de otras palabras.
El gran déficit en todo este plan, cuya “eficacia” no habría que subestimar, es que hay una dimensión sobre la que no está operando […]. No es la dimensión de las certezas, sino de las convicciones […]
En la historia nunca hay proyectos que hayan fracasado completamente, toda experiencia política deja resto, reservas de sentido. Ese resto es hoy una concepción de la política, una manera de experimentar la cosa pública que no es la gente, no es el tú, sino el nosotros; que es el trabajo y no los servicios, que no es la transparencia sino la turbia confusión de los distintos, de los otros, de la calle donde se mezclan todos. Que es el lento digerir de la carne del costillar, no la rápida ingestión con sabor a poco. Que es el carnaval, la fiesta, la igualdad de todos con todos.
Nota
[1] Me he referido en particular a este tema en “Las disposiciones afectivas en el entre de la politicidad y la violencia”, en El sigma, Revista de Psicoanálisis, 2016. http://www.elsigma.com/buscar/filosofia/las-disposiciones-afectivas-en-el-entre-de-la-politicidad-y-la-violencia/13109
*Docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, UBA