La Doctrina Trump, Netanyahu y el paisaje después de la batalla
Carlos Fazio
Tras una sucesión de ultimátums, incluida la exigencia de la rendición incondicional de Irán al ayatolá Alí Jamenei, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cometió perfidia como táctica dilatoria para engañar a un adversario que se aprestaba a acudir a la sexta ronda de negociaciones diplomáticas sobre la cuestión nuclear, mientras daba luz verde a Israel para llevar a cabo su blitzkrieg (guerra relámpago) del 13 de junio, con eje en la táctica militar de shock and awe (conmoción y pavor).
Pero después, cuando en el marco de una guerra híbrida altamente asimétrica provocada de manera ilegal por dos potencias nucleares (EU e Israel), Irán respondió por razones de mera supervivencia institucional, militar y simbólica ‑y con apego a la Carta de la ONU en su derecho a la legítima defensa‑ de manera mesurada y proporcional (aunque en términos escatológicos hizo “merde” el tan cacareado Domo de Hierro así como el mito de la disuasión israelo-estadunidense), ante la desesperación de su compinche, el asesino serial Benjamín Netanyahu, el 21 de junio “papi”(como llamó a Trump en La Haya, su lamebotas, el secretario de la OTAN, Mark Rutte), ordenó la Operación Martillo de Medianoche, “la más compleja y secreta de la historia”, según el secretario de Defensa de EU, Pete Hegseth.
Bajo el lema de “la paz a través de la guerra”, dando rienda suelta a su narcisismo patológico y fiel a su idiosincrasia de presentar “hechos alternativos” como si fueran la realidad ‑base fundamental de la comunicación trumpista, capaz de presentarse como el “pacificador” tras haber provocado una guerra para descarrilar un proceso de negociación que se le hacía demasiado largo‑, Trump se ufanó del “éxito militar espectacular” tras el bombardeo a tres instalaciones nucleares pacíficas iraníes por aviones B-2 y un submarino estadunidenses, y dio por sentado que dos bombas “rompe búnkeres”, conocidas como Penetradores de Artillería Masiva GBU-57 (MOP), habían destruido “completa y totalmente” la central de Fordo y, ahora, “Irán, el matón de Medio Oriente”, debía hacer la paz.
No obstante, según una evaluación temprana de la Agencia de Inteligencia de Defensa y el Comando Central de EU ‑presuntamente filtrada por Israel y difundida por CNN, NBC News y The New York Times‑, los ataques a las instalaciones de Fordo, Natanz e Isfahán no lograron destruir los componentes centrales del programa atómico de Teherán y probablemente solo lo retrasaron seis meses.
A su vez, el periodista estadunidense Seymour Hersh sugirió que el objetivo real del ataque militar de EU era la “contención” nuclear. Dijo que más que destruir el complejo subterráneo de Fordo, el objetivo era “sellar” esa instalación que habría albergado más de 400 kg de uranio enriquecido al 60 %, según reportes internacionales. En su opinión, el ataque no buscó destruir directamente el material nuclear ni las centrifugadoras, sino “colapsar” las entradas y ductos de ventilación, dejándolos inaccesibles, sumiendo el programa nuclear iraní en una “tumba hermética”.
Al respecto, cabe consignar que la legítima defensa “preventiva” (o “anticipativa”) contra amenazas futuras especulativas (como la proliferación nuclear o el terrorismo) esgrimidos por Israel, no ha sido permitida por el derecho internacional desde que se adoptó la Carta de la ONU hace 80 años. Por lo que, de acuerdo con la investigadora de Harvard, Rabia Akhtar, los ataques a instalaciones nucleares no militares iraníes rompieron un tabú que existía desde hace mucho tiempo. “En esta nueva realidad, la lección para Irán es contundente: solo un arma nuclear puede garantizar que esto no vuelva a ocurrir. El tabú no era solo contra el uso de armas nucleares, sino también contra el bombardeo de infraestructuras nucleares. Esa línea ha sido borrada”, expuso en las redes sociales.
Con base en el principio de “reciprocidad”, el 22 de junio Irán respondió con un ataque a la base aérea estadunidense Al Udeid cerca de Doha, la capital catarí. A su vez, las autoridades de Catar confirmaban que emisarios de la administración Trump se habían comunicado con ellas para que mediaran por la inclusión de Irán en un diálogo para un cese al fuego, luego de que Washington llegara a un acuerdo con Netanyahu con vistas a dicho propósito.
Un día después, mientras Irán lanzaba no menos de cinco oleadas multidireccionales de misiles Kheyber-Shakan, Emad, Qadr y Fattah-1 que cubrieron todo Israel, incluidos nuevos objetivos como el puerto y la central eléctrica de Ashdod, Trump anunció un “alto al fuego” (sic) entre Irán e Israel a partir de las 7:00 am del martes 24 de junio.
El 25 de junio, luego de que Trump se presentara en la reunión de la OTAN en La Haya para predicar ante un rebaño europeo dispuesto a aceptar obedientemente cada una de sus palabras ‑tres días después de que lanzara la madre de todas las bombas contra instalaciones nucleares civiles iraníes, en violación del derecho internacional y el Tratado de No Proliferación‑, su secretario de Estado, Marco Rubio, alabó las “capacidades diplomáticas” de su jefe, al señalar: “Creo que no he conocido a un presidente en nuestra historia moderna que haya buscado más la paz de lo que lo ha hecho él”.
A su vez, al describir el modus operandi del inquilino de la Casa Blanca, el vicepresidente de EU, JD Vance, definió la Doctrina Trump como brutalmente “simple”: “Presionar con fuerza a través de la diplomacia. Si eso falla, hay que atacar rápido, ganar rápido y retirarse, antes de que se convierta en otra guerra interminable”. Con esa ligereza, Vance describió una espiral bélica que hizo imposible la diplomacia y provocó daños graves tanto en el país agresor -en menos de dos semanas Irán causó al régimen de Netanyahu más daños que en todas sus guerras anteriores- como en el agredido, en el que se han producido asesinatos selectivos de la cúpula militar iraní y han muerto más de 600 personas.
El fracaso de la ofensiva israelí
Aunque a la postre Israel no logró todos los objetivos propuestos declarados en su operación contra Irán, esto es, neutralizar el programa nuclear iraní; desestabilizar el sistema político de la República Islámica, con la expectativa ‑expresada sin ambages por el exministro de Defensa israelí, Yoav Gallant- de facilitar un cambio de régimen, y degradar el programa de misiles balísticos de Irán (considerado por Israel como una de las principales amenazas a su supremacía militar regional), sí ocasionó daños de magnitud a la infraestructura civil, energética y militar de Irán con consecuencias tangibles.
Israel no se limitó a bombardear Irán desde sus aviones de guerra. El ejército de Israel utilizó drones, previamente introducidos en el territorio iraní, para atacar en sus domicilios a responsables militares y científicos nucleares iraníes. Y según reveló el 25 de junio el jefe del Estado Mayor de Israel, Eyal Zamir, no solo efectivos infiltrados del Mossad operaron en el territorio profundo de Irán durante la escalada del conflicto, sino también fuerzas de comando terrestre.
Dijo: “Causamos daños significativos a la capacidad misilística de Irán (…) Además, logramos superioridad en inteligencia, tecnología y aire. Alcanzamos un nivel de libertad operativa en los cielos de Irán y en cada lugar donde decidimos actuar”. Según Zamir, esos logros “fueron posibles, entre otras cosas, gracias a la plena coordinación y el engaño por parte de las fuerzas de comando aéreas y terrestres”; los efectivos trabajaron “de forma encubierta en lo profundo del territorio enemigo y llevaron a cabo operaciones que nos otorgaron libertad de acción operativa”.
Por su parte, el experto geopolítico ruso Aleksandr Dugin señaló que en la primera fase, Israel asestó un golpe devastador contra Irán. Destruyó su liderazgo castrense y mató a muchos científicos, lo que socavó gravemente el potencial militar de la República Islámica. Parecía que este ataque rápido, ensordecedor y traicionero decidiría el resultado del conflicto. A muchos les pareció así, porque el golpe fue realmente increíble: Israel se encontraba dentro de Irán. Las redes israelíes y sus agentes de influencia habían penetrado la sociedad iraní.
De otro modo, dijo Dugin, es imposible explicar cómo fue posible preparar un golpe interno de ese tipo. Y recordó que, en parte, algo similar ocurrió recientemente en Rusia: los ataques contra los bombarderos estratégicos de la tríada nuclear rusa desde dentro de su propio territorio, organizados por células terroristas clandestinas. Agregó que en Irán el modus operandi fue muy similar, ataques selectivos (en la mayoría de los casos desde dentro) basados en una vigilancia total y en la infiltración en la sociedad.
El intrincado, costoso y sofisticado plan de Israel -decapitación, asesinatos selectivos, ciberataques y la infiltración de células de sabotaje equipadas con drones- que se desenvolvió a lo largo del ataque furtivo del 13 de junio y un par de días después, estaba enfocado en un objetivo inmediato: la implosión del Estado en aras de pavimentar el camino hacia el caos y el “cambio de régimen”. Pero fracasó.
Y para Netanyahu, la llamada “guerra de doce días” ha sido una dura lección. El primer ministro del ente sionista necesitaba un golpe rápido y decisivo, y si el primer día de escaramuzas Israel demostró que la inteligencia de la Aman y el Mossad podían lograr el mismo éxito en Irán que contra Hezbolá en el Líbano -en septiembre de 2024, mediante una serie de asesinatos coordinados Israel eliminó a los líderes de la unidad de élite Radwan, incluido el propio secretario general, Hassan Nasrallah-, exterminando al primer escalón del mando militar y científico iraní, y que podía hacerlo por su cuenta sin la ayuda directa de Estados Unidos, al décimo día se hizo evidente que el régimen de Tel Aviv no podía alcanzar ninguno de sus objetivos bélicos sin la participación del Pentágono.
Como sintetizó tras el cese de hostilidades el exministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, “a pesar de los éxitos militares y de inteligencia de Israel, el final es amargo. En lugar de una rendición incondicional, estamos entrando en duras negociaciones con un régimen que no dejará de enriquecer uranio, fabricar misiles o financiar el terrorismo. Desde el principio, advertí: No hay nada más peligroso que un león herido. Un alto el fuego sin un acuerdo claro sólo traerá otra guerra en dos o tres años, en condiciones peores”.
Israel, pues, obtuvo éxitos tácticos innegables, como la eliminación de altos mandos militares y científicos nucleares, pero dichos logros no se tradujeron en ventajas sostenibles ni en una modificación real del equilibrio estratégico regional. La correlación de fuerzas en Asia Occidental no ha variado significativamente, y la ofensiva israelí -en lugar de debilitar a Irán- ha reforzado su narrativa de resistencia, soberanía y autodeterminación frente a la presión internacional.
La contraofensiva iraní
Por otro lado, como reportaron varios medios occidentales, ante la contraofensiva iraní, Israel se estaba quedando rápidamente sin interceptores de defensa aérea. Pero ese fue un asunto secundario. La verdadera razón por la que Trump y Netanyahu abogaron por un cese de hostilidades, fue que Israel estaba siendo sistemáticamente pulverizado y necesitaba detener la hemorragia lo antes posible.
Por eso el régimen sionista de Tel Aviv “tiró la toalla” menos de dos semanas después de la primera salva, mientras Irán diezmaba objetivo tras objetivo sin fin a la vista. De allí que, según consignó el medio mpr21, “Israel capituló”. A su manera, el propio Trump lo dijo durante una conferencia de prensa en la cumbre de la OTAN en La Haya: “Israel fue golpeado muy fuerte. Especialmente en los últimos días, Israel fue golpeado muy fuerte (…) Esos misiles balísticos destruyeron muchos edificios”.
Debido a la censura militar en Israel, donde es ilegal publicar videos o fotos de edificios impactados por la nueva generación de misiles balísticos guiados de precisión iraníes, abundantes, precisos y letales, los medios locales y occidentales no mencionaron la destrucción masiva de objetivos estratégicos; pero los enjambres de drones y misiles lanzados por Irán en el marco de la Operación Promesa Verdadera III, asestaron golpes devastadores a varias bases militares, de inteligencia, industriales, energéticas y de investigación y desarrollo clave; esa fue la razón por la que Netanyahu persuadió a Trump para que buscara una solución diplomática: las pérdidas comenzaban a acumularse e Irán no cedía.
De acuerdo con información de diferentes medios del Sur global, alternativos a los hegemónicos del Occidente colectivo, Irán destruyó el llamado “Pentágono israelí”, el complejo de inteligencia militar Kirya en el centro de Tel Aviv, a pesar de ser uno de los lugares más fortificados de Israel, protegido por un escudo multicapa de sistemas de defensa israelíes y estadunidenses. A su vez, en Haifa fue impactado el edificio que albergaba los departamentos del Ministerio del Interior israelí responsables de la coordinación militar interna.
El ataque interrumpió las redes logísticas y los sistemas de respuesta a emergencias a nivel municipal. Los misiles iraníes también destruyeron el cuartel general de la inteligencia militar de Aman, ubicado cerca de Herzliya. El complejo, que alberga la sede operativa del Mossad, también supervisa unidades de espionaje de élite como la Unidad 8200 (inteligencia de señales), la Unidad 504 (inteligencia humana) y la Unidad 9900 (inteligencia geoespacial). Otros objetivos estratégicos alcanzados fueron la base aérea de Nevatim, en el desierto del Neguev, que alberga la mayoría de los F-15 y F-35 israelíes, aunque se desconoce cuántos aviones fueron destruidos. Otras bases aéreas atacadas fueron Tel Nof y Ben Gurion, cerca de Tel Aviv; Ramat David, cerca de Haifa; Palmachim, en la costa mediterránea; y Ovda, cerca de Eilat.
Asimismo, misiles iraníes impactaron la refinería de petróleo de Bazan en Haifa, el mayor centro de procesamiento de combustible del régimen sionista, que suministra aproximadamente el 60% de su gasolina, el 65 % de su diésel y más del 50% de su queroseno. El ministro de Energía israelí admitió posteriormente que la instalación requeriría una reconstrucción importante, estimando que una reanudación parcial no sería posible hasta dentro de un mes.
El 23 de junio misiles iraníes impactaron cerca de una central eléctrica en Ashdod, causando una potente explosión y cortes de electricidad localizados. También se produjeron explosiones y cortes de electricidad cerca de Hadera, donde se encuentra Orot Rabin, la mayor central eléctrica de Israel.
Además, Irán atacó instalaciones militares-industriales involucradas en la agresión, entre ellas, el complejo Rafael Advanced Defense Systems, al norte de Haifa, que alberga varias fábricas y centros de investigación y desarrollo que producen componentes clave del armamento militar israelí.
Rafael fabrica los interceptores de misiles de la Cúpula de Hierro y produce misiles de crucero y guiados utilizados en ataques contra Irán, incluyendo los kits Spice y los misiles Popeye, Rocks, Spike y Matador. También fue blanco del contraataque iraní la zona industrial de Kiryat Gat, un importante centro de producción militar de microprocesadores y alta tecnología, donde fueron dañadas las líneas de producción cruciales para los programas israelíes de drones y vigilancia.
Tampoco se libró del ataque el Parque Tecnológico Avanzado Gav-Yam Negev, cerca de Beersheba, sede de empresas especializadas en ciberguerra, inteligencia artificial y tecnologías militares, muchas de las cuales colaboran estrechamente con el ejército israelí y el Mossad.
Otra pérdida significativa fue el Instituto de Ciencias Weizmann en Rehovot, al sur de Tel Aviv, conocido por su investigación y desarrollo militar y sus colaboraciones con agencias castrenses y de inteligencia israelíes. Según confirmaron miembros de su personal y profesorado, se perdieron varios años de investigación. El Instituto Weizmann también participa en el programa nuclear clandestino de Israel, ya que muchos de los científicos nucleares de Dimona se graduaron o impartieron clases allí.
En síntesis, en solo 10 días, los daños provocados por la contraofensiva iraní fueron cuantiosos. Si la guerra hubiera durado una o dos semanas más, Israel podría haber quedado reducida a un páramo humeante, inhabitable. Como señaló mpr21, “no se trató de un alto el fuego normal. Fue una capitulación desesperada de un adversario superado que rápidamente se dio cuenta de que (el enemigo) estaba fuera de su alcance”.
Dado que no existe un acuerdo formal de alto al fuego entre Irán e Israel (no hay documentos firmados ni compromisos explícitos), es previsible que la tregua armada no se mantendrá, ya que tanto Israel como Estados Unidos lo ven como una forma de ganar tiempo para reagruparse y prepararse para la siguiente oleada de hostilidades.
Varios observadores han señalado que Israel solo tiene dos opciones: involucrar a Estados Unidos más profundamente en la guerra, incluso mediante el despliegue de fuerzas terrestres, o recurrir a las armas nucleares. Por lo tanto, sea cual sea el plan, será de una fuerza y una escala diferentes a las observadas durante el último enfrentamiento. Hay que tener en cuenta que varios dirigentes israelíes han declarado repetidamente que Netanyahu debería “terminar el trabajo”, un término intencionadamente vago que se refiere al uso de un arma nuclear.
(*)Escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones. Publicado en Mate Amargo