¿Rusia o EEUU? La apuesta venezolana por una multipolaridad pragmática

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Leopoldo Puchi

El acuerdo firmado entre Rusia y Venezuela es una muestra de la recomposición de alianzas que está teniendo lugar en el mundo. En términos generales, se avanza hacia un nuevo equilibrio internacional en el que el poder se distribuye entre varios centros de poder que coexisten.
El acuerdo, con una proyección de diez años, apunta en esa dirección y contempla cooperación en áreas como energía, tecnología, comercio y defensa. Pero no se trata solo de un documento técnico: es también la expresión de una nueva realidad global, en la que el mundo ha dejado de girar en torno a un único polo de poder, como ocurrió en los años posteriores al fin de la Guerra Fría.
Ahora bien, el avance hacia un mundo multipolar, con potencias como Rusia, China y Estados Unidos en disputa, no garantiza por sí mismo un sistema internacional de mayor cooperación. Aunque la multipolaridad busca contrarrestar la hegemonía unipolar, también puede derivar en la formación de bloques que terminen reforzando nuevas divisiones. En lugar de impulsar espacios de no alineamiento o colaboración, estos bloques podrían dar lugar a nuevas formas de confrontación y subordinación, especialmente para los países más débiles.
Existe el peligro de que estas alianzas se transformen en bloques rígidos y excluyentes, lo que representa un problema para los países que apuestan por una política exterior más flexible, basada en acuerdos múltiples y relaciones equilibradas.
En este contexto, surge una pregunta: ¿es posible para países como Venezuela desarrollar acuerdos múltiples que incluyan tanto a Rusia como a Estados Unidos, sin quedar atrapados en una dinámica de exclusión? Responder a esa interrogante requiere un análisis que tome en cuenta tanto las aspiraciones de soberanía como las tensiones geopolíticas que siguen marcando el escenario internacional.
Bloques
La multipolaridad no necesariamente implica bloques cerrados o una nueva Guerra Fría con divisiones rígidas. En teoría, un mundo multipolar debería permitir a los países mantener relaciones diversificadas, para darle prioridad a sus propios intereses sin alinearse exclusivamente con un bloque. Pero en la práctica, las tensiones geopolíticas y las sanciones han empujado a países como Venezuela hacia alianzas más estrechas con Rusia y China, para contrarrestar el aislamiento económico impuesto por Washington, lo que tiende a limitar la flexibilidad del país para diversificar sus relaciones.
El acuerdo con Rusia, firmado en un marco de sanciones y revocación de licencias petroleras, incluye iniciativas como una infraestructura financiera independiente para intentar eludir sistemas como el Swift, lo que refleja la dinámica de confrontación existente.
Del lado de Washington, no puede descartarse la tendencia a reproducir, con México, el Caribe y, en general, con la región, un esquema similar al que Francia ha mantenido con sus excolonias africanas, conocido como Françafrique. Se trata de un modelo neocolonial en el que, bajo la apariencia de cooperación, persiste una relación asimétrica marcada por la dependencia económica, política y militar. En el caso africano, esto se ha traducido en acuerdos preferenciales, control monetario a través del franco CFA y presencia militar permanente, todo orientado a garantizar los intereses estratégicos de París, especialmente el acceso a recursos naturales.
Una lógica similar, aplicada por Estados Unidos en su entorno regional, podría encapsular la autonomía de países latinoamericanos y caribeños, y reforzar un sistema en el que las prioridades de Washington se imponen sobre las necesidades nacionales.

Acuerdos con EEUU

Venezuela necesita, en una gran medida, de la inversión y el apoyo técnico proveniente del exterior. En un escenario ideal, Venezuela debería buscar la firma de acuerdos de cooperación petrolera con Estados Unidos sin contradecir sus alianzas con Rusia y China, y sin caer en un modelo de dependencia de Estados Unidos. De hecho, ha habido momentos de acercamiento entre Caracas y Washington en esa dirección y se ha estudiado la posibilidad del levantamiento del bloqueo económico, en un marco de acuerdos como los de Chevron.
Si se diera prioridad a los intereses económicos por encima de otras consideraciones, un acercamiento sería factible y mutuamente beneficioso. Venezuela cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo, mientras que Estados Unidos, como uno de los principales consumidores y con fortaleza tecnológica en la producción y refinación, podría aportar inversión y modernización de infraestructura.
Sin embargo, el camino no está libre de obstáculos y en Washington ha prevalecido el interés por subordinar a Venezuela en su dispositivo geopolítico, en lugar de asumir opciones pragmáticas. Por otra parte, hay sectores en Venezuela que han convertido la alianza con Moscú y Pekín en una fórmula excluyente y en un símbolo de soberanía y resistencia, lo que haría políticamente costoso un acercamiento con Estados Unidos.
Para que Venezuela pueda moverse con mayor autonomía en el tablero mundial, será necesario avanzar hacia una multipolaridad más pragmática, que permita acuerdos múltiples sin quedar atrapada en lealtades rígidas. Ello requerirá cambios importantes en la política de Washington, claridad de ambas partes en las prioridades económicas y reformas en Venezuela que generen confianza, tanto para diversificar alianzas como para atraer inversiones sin renunciar a la soberanía. La multipolaridad debería ser una oportunidad para la diversificación, no para una nueva polarización.

 

*Politólogo y analista poíitico. Cofundador del Movimiento al Socialismo, fue ministro de Trabajo