Trump y el “enemigo interno”: migrantes, universidades y una nueva división en EEUU
Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican)
La ultraderecha internacional no disimula su afinidad con el vocabulario del pasado fascista. Así como Margaret Thatcher calificó a sus opositores como «enemigos internos» en los años 80, hoy Donald Trump retoma esa lógica, señalando como tales a toda disidencia y, especialmente, a los migrantes.
Pero en realidad, el verdadero «enemigo interno» en Estados Unidos es su profunda división político-social, amplificada por las políticas trumpistas: desigualdad económica (ricos y superricos frente a una clase media endeudada y crecientes focos de pobreza), brechas étnicas (blancos anglosajones contra “el resto”), educativas (universitarios versus quienes no acceden a la educación superior), religiosas, geográficas y culturales.
Un Occidente cambiado
El concepto de «Occidente» también ha mutado. Durante una reciente visita a Europa, el vicepresidente estadounidense J. D. Vance afirmó que la mayor amenaza para Europa no es Rusia, sino su «enemigo interno»: la renuncia a los valores tradicionales. Vance criticó la «sobrerregulación» y la intolerancia frente a quienes rechazan la agenda “woke”.
Según esta visión, décadas de liberalismo habrían erosionado el principio de igualdad ante la ley y validado «cordones sanitarios» contra movimientos nacionalistas o grupos antiaborto.
La administración Trump impulsa reformas estructurales orientadas a desmantelar los servicios públicos, reducir empleados federales y eliminar toda intervención estatal. Dentro de esta ofensiva, el conflicto con universidades como Harvard representa un ataque simbólico a lo que consideran las «fuentes de la lógica liberal», culpable —según Trump— de la decadencia estadounidense.
Mientras tanto, la violencia armada sigue siendo parte del ADN cultural de EE.UU., representada tanto en la vida real como en el cine y la televisión, donde los escenarios distópicos, como guerras civiles, resultan rentables y populares.
Un país dividido
En este escenario, el debate político se polariza aún más. La gestión central, hasta 2024, habría centrado su agenda en temas alejados de las preocupaciones ciudadanas, generando una pugna existencial sobre el tipo de país que EE.UU. debe ser.
La batalla legal es constante, con órdenes ejecutivas y recursos judiciales que avanzan o retroceden según el Estado en que se presenten. Las principales disputas giran en torno a inmigración, cambio climático, comercio y género.
Uno de los puntos más polémicos ha sido la eliminación del derecho a la ciudadanía por nacimiento y el endurecimiento de la política migratoria, incluyendo un plan para deportar a un millón de personas.
Migrantes: el blanco predilecto
Las medidas antimigratorias no afectan a todos por igual. Personajes como Elon Musk o Melania Trump, inmigrantes de países del Norte Global y de familias acomodadas, son considerados «migrantes de bien». En cambio, los migrantes racializados o provenientes del Sur Global son criminalizados.
Desde los tribunales, los medios, las redes sociales y los influencers, se alimenta esta división y crispación social. Ni siquiera las amenazas externas, como China o el yihadismo, logran hoy unir a los estadounidenses.
La militarización del discurso
En octubre, Trump llegó a sugerir el uso de militares para «contener al enemigo interno» en las elecciones, refiriéndose a los “lunáticos de izquierda radical”.
En los primeros cien días de su regreso a la Casa Blanca, los mayores desafíos para su administración parecen haber surgido de sus propias filas, con errores que han afectado desde la economía hasta la seguridad nacional.
Uno de los escándalos más notorios involucró un correo electrónico filtrado a la Universidad de Harvard, donde se exigían políticas de contratación y admisión invasivas, generando una respuesta pública de rechazo de las autoridades universitarias.
El verdadero enemigo interno
En definitiva, el verdadero «enemigo interno» parece ser un sistema de normas y acciones orientadas a proteger intereses particulares poderosos, a costa de frenar reformas necesarias para la mayoría.
Trump alimenta su retórica con enemigos claros: migrantes, la comunidad LGBTIQ+ y las poblaciones racializadas. Los ataques son amplios, pero el foco de las políticas está centrado, de manera explícita, en los migrantes.
*Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican), Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)