El papa Francisco, el Vaticano, Israel y Palestina
Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican)
En el año 2014 el papa Francisco bajó del auto que lo trasladaba en Belén y posó su mano sobre el muro de ocho metros de altura que construyó el ejército israelí. Esa potente imagen se convirtió en un hecho político que tuvo impacto mundial. No es casual que ilustre la nota principal del portal del diario israelí Haaretz en inglés al comentar la muerte del Papa.
Nadie fue indiferente a esa parada inesperada que hizo durante su visita a la ciudad palestina de Belén. En el Estado de Israel se lo criticó entonces -y también ahora en varias necrológicas- por su cuestionamiento a la ocupación israelí de Cisjordania y de la Franja de Gaza desde 1967. Y también a las masacres actuales en Gaza.
El Vaticano siempre ha mostrado su preocupación por los lugares santos y las persecuciones o los conflictos entre poblaciones cristianas, mucho antes de la construcción de un Estado judío en la región e independientemente de quién tenga el poder político. Hasta el día de hoy, hay quienes señalan que el origen de la guerra de Crimea (1853-56) estuvo vinculado a una cuestión de tensiones dentro del cristianismo.
En esa época había enfrentamientos entre los ortodoxos apoyados por la Rusia zarista y los católicos apoyados por Francia por los lugares santos bajo dominio del Imperio Otomano. Si bien había intereses geopolíticos que provocaron la guerra, el tema religioso no fue secundario.
De hecho, hasta el día de hoy, en el Santo Sepulcro en Jerusalén existe un delicado cronograma de uso entre la Iglesia Católica, la Ortodoxa Griega, la Ortodoxa Armenia, la Copta, la etíope y la siria. Como si esto fuera poco, para evitar conflictos entre ellas, hace siglos que las llaves que abren sus puertas están en manos de dos familias musulmanas.
Durante 400 años, todos los lugares santos para el cristianismo habían estado bajo el dominio del Imperio Otomano. En 1923 pasaron a manos británicas hasta el 14 de mayo de 1948, cuando se proclamó la independencia del Estado de Israel, un momento bisagra en la historia.
También lo fue para el Vaticano. El Estado naciente –definido como judío- representaba una novedad histórica desde el punto de vista religioso y político.
El Vaticano tuvo que lidiar con ese nuevo Estado que al nacer destruyó cientos de pueblos árabes, decenas de ellos poblados por familias cristianas que fueron expulsadas y que vieron como sus iglesias eran destruidas por el ejército judío. Frente a la nueva coyuntura, el Vaticano decidió no reconocer al Estado de Israel. Recién lo hizo en diciembre de 1993, tres meses después de la firma en la Casa Blanca de los Acuerdos de Paz entre israelíes y palestinos.
En 1948, dentro del reciente creado Estado de Israel, quedaron lugares relevantes para el cristianismo. En la ciudad de Nazaret la tradición bíblica narra el anuncio del ángel Gabriel a María que tendría un hijo, luego conocido como “Jesús el nazareno”. Cerca de allí, en el poblado árabe de Kufr Kana, la tradición ubica el primer milagro de Jesús cuando convirtió el agua en vino.
No muy lejos está el monte Tabor, donde realizó su Transfiguración brillando ante sus discípulos. Desde la cima del monte se puede ver el lago de Tiberíades donde según el evangelio de San Juan se apareció Jesús luego de la resurrección y confirmó el liderazgo de Pedro.
Todos estos lugares (y varios más) hoy tienen iglesias, algunas imponentes –como la de Nazaret- que son visitadas por miles de creyentes de todo el mundo.
La guerra de 1948 implicó que la ciudad de Jerusalén quedara dividida entre Jordania e Israel. Los lugares sagrados quedaron bajo control jordano dentro de la vieja ciudad amurallada. Allí está emplazada la iglesia del Santo Sepulcro donde Jesús fue crucificado, sepultado, y se produjo su resurrección. Durante la guerra de 1967 Israel conquistó la parte jordana de la ciudad, así como la ciudad de Belén, lugar del nacimiento de Jesús.
La ocupación israelí en 1967, no reconocida por Naciones Unidas, representó un problema para el Vaticano porque Israel pasó a controlar los más importantes lugares del cristianismo vinculados a la vida y obra de Jesús. Además, en los territorios ocupados vivían miles de cristianos, muchos de ellos refugiados de sus aldeas destruidas en 1948.
Pocos años antes de la guerra de 1967 los palestinos expulsados en 1948 habían creado la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). El objetivo principal era retornar a sus tierras. Como la OLP abogaba por una Palestina libre, laica y democrática, poco importaba el origen religioso de sus dirigentes. En su mayoría eran de origen musulmán, pero también se destacaba la figura de George Habash, de origen cristiano y máximo dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Más tarde aparecieron otras figuras de origen cristiano, como la profesora de literatura inglesa Hanan Ashrawi, que fue parte de la delegación a las negociaciones de paz en 1991 en Madrid, o el reconocido intelectual Edward Said que vivía en los Estados Unidos.
Los papas y Tierra Santa
Desde la partición de Palestina decidida por Naciones Unidas en noviembre de 1947, siete papas tuvieron que lidiar con la geopolítica de Tierra Santa: Pío XII (1939–1958); Juan XXIII (1958–1963); Pablo VI (1963–1978); Juan Pablo I (1978); Juan Pablo II (1978–2005); Benedicto XVI (2005–2013) y Francisco (2013–2025).
El primero en visitarla fue Pablo VI en 1964 cuando el Vaticano todavía no tenía relaciones formales con el Estado de Israel. El Santo Sepulcro estaba bajo control jordano y la cuestión palestina recién aparecía en el horizonte con la creación formal de la OLP en Jerusalén ese mismo año.
La mayor politización de los viajes papales se dio con Juan Pablo II, que asumió en 1978, después del breve papado de 33 días de Juan Pablo I con decisiones de alto voltaje político.
En junio de 1982 Israel invadió el Líbano. Mientras el ejército israelí bombardeaba intensamente la capital Beirut Juan Pablo II recibía en Roma a Iasser Arafat, líder máximo de la OLP que era considerado un terrorista por Israel, Estados Unidos y gran parte del mundo occidental. Sin lugar a dudas ese encuentro marcó un hito en la relación entre el Vaticano y el Medio Oriente en general, y los palestinos en particular.
En el año 2000 Juan Pablo II realizó un viaje a Tierra Santa. Primero pasó por Jordania, fue al campamento de refugiados de Deheishe, y se encontró en Belén con Arafat, ya como presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Luego realizó una visita oficial al Estado de Israel, que el Vaticano ya había reconocido después de los Acuerdo de Paz firmados en 1993.
El Vaticano ya tenía una posición clara: apoyaba la solución de un Estado Palestino al lado del Estado de Israel y un estatus internacional para la ciudad de Jerusalén, lo que implicaba oponerse a la ocupación Israel.
El papa Benedicto XVI viajó a Tierra Santa en 2009 y visitó el campo de refugiados palestinos de Aida en las afueras de Belén. Su discurso ante los medios de comunicación fue con el muro detrás suyo. Allí dio dos definiciones de alto vuelo. Por un lado, expresó su solidaridad con los refugiados que “anhelan poder volver a sus lugares de origen”, un histórico reclamo de la OLP. Por el otro, habló de las “legítimas aspiraciones a una patria permanente, a un Estado palestino independiente.”
El viaje de Francisco en 2014 quedó marcado por su mano en el muro, y aunque también habló en un campo de refugiados, en sus discursos no se explayó sobre el conflicto palestino israelí. Sin embargo, a fines de 2024 dijo que “según algunos expertos, lo que está ocurriendo en Gaza tiene las características de un genocidio”. Y agregó que “debería investigarse cuidadosamente para determinar si encaja en la definición técnica formulada por juristas y organismos internacionales”. Utilizar la palabra genocidio no es un tema menor.
En muchos países quienes denuncian el genocidio que Israel está cometiendo en Gaza son echados de universidades y perseguidos judicialmente. Criticar a Israel en Estados Unidos y gran parte del mundo occidental no es sencillo y puede tener consecuencias. Francisco no se amilanó y desde la página oficial del Vaticano reprodujo sus videollamadas con el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia, rodeado de refugiados palestinos que escapan de las bombas israelíes.
Todo un mensaje que quedará en la historia.
*Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican), Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)