Nayib Bukele, el lacayo feliz

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Rafael Cuevas Molina

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, viajó esta semana a Estados Unidos y se le otorgó el privilegio -al que ningún otro presidente latinoamericano ha accedido en esta administración- de ser recibido en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
 
Lo sentaron junto a Donald Trump, en el mismo sillón en que el estuvo Volodímir Zelensky, pero el escenario fue totalmente diferente. Si a este lo zarandearon y hasta su forma de vestir le cuestionaron, con el salvadoreño todo fue halagos, palmaditas en la espalda y sonrisas.
Recuérdese que, en su primer mandato, Trump ubicó a El Salvador entre los “agujeros de mierda” del mundo, y catalogó a los salvadoreños -que desde ese agujero partían hacia la “tierra de promisión” en el norte- como bandoleros y asesinos.
Evidentemente, eso ha quedado atrás, por lo menos temporalmente. Si nos dejamos guiar por las apariencias, Nayib Bukele se ha convertido en el niño mimado en el hemisferio occidental del inquilino de la Casa Blanca. Otros, ansiosos por estar en ese lugar de privilegio, han hecho hasta lo imposible por acceder, cuando menos, a una foto al lado del presidente norteamericano. El desquiciado Javier Milei, por ejemplo, lo ha buscado hasta en su propia casa, lo espera ansioso en los pasillos y atalaya la puerta de donde esté con la esperanza de verlo entrar y que, aunque sea desde lejos, le haga algún gesto amistoso.
Ministerio de Justicia y Seguridad Pública¿Qué le ofrece Bukele a Donald Trump para que lo quiera tanto? Servicios de carcelero. No es necesario abundar aquí sobre la famosa estrategia represiva del salvadoreño, que le ha dado prestigio entre quienes buscan formas para reducir la violencia en sus países. Es popular por eso, y hay todo un aparato propagandístico atrás de él que difunde por el mundo imágenes de un mundo feliz.
Base de esa estrategia son las cárceles en las que confina a todo aquel que se sospeche que forma parte de las estructuras mareras, que han sido las responsables del crecimiento exponencial de la violencia en El Salvador. Repetidamente se ha denunciado la falta de garantías que prevalecen en todo el proceso de aprensión, encarcelamiento y juzgamiento para quienes caen en alguna de las redadas de las fuerzas de seguridad salvadoreñas. Las mismas autoridades han reconocido que en ellas hay inocentes, hasta un 30% de los apresados, y que en los juicios colectivos que se hacen tienen pocas o nulas posibilidades de que se rectifique y salgan en libertad.
Nayib Bukele, sin que se lo pidieran, ofreció esas instalaciones, llamadas Centro de Contención del Terrorismo (CECOT), durante la visita del secretario de Estado, Marco Rubio, cuando este apenas inauguraba su gestión y se dio un paseo por la región centroamericana. Una vez aceptada con alborozo la propuesta en el norte, empezaron a deportar a quienes la administración de Trump cataloga como criminales o terroristas.
Como ya ha sucedido en El Salvador, los norteamericanos también han enviado deportados “equivocados” a estas cárceles. Es el caso del salvadoreño Kilmar Abrego García, quien la Casa Blanca consigna que fue deportado “por error”, lo cual ya fue ratificado por un juez.
En este contexto, incluso el senador demócrata Chris Van Hollen viajó a El salvador, e intentó que se le dejara entrar al CECOT, pero no se lo permitieron.  Van Hollen dijo que instaba al gobierno salvadoreño a liberar a «un hombre que no ha sido acusado ni condenado por ningún delito y que fue secuestrado ilegalmente de Estados Unidos».
A pesar de estas constataciones y gestiones, ni Trump ni Bukele están dispuestos a rectificar y soltar a Abrego. Es decir, que quien entra en la máquina trituradora pues peor para él.
Es así como Nayib Bukele ha hecho méritos para ocupar el lugar de privilegio que se le concedió en el Salón Oval. Quienes, como Javier Milei -presidente de Argentina-, desean ocupar el sillón en donde se sentó Bukele y ser tratados con cordialidad, tal vez deben extremar las muestras de sumisión lacayuna. A Bukele le ha dado resultados.

 

* Historiador, escritor y artista plástico. Licenciado en filosofía y magíster en Historia por la Universidad de La Habana. Catedrático, investigador y profesor en el Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA), adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional (UNA), Costa Rica. Presidente de AUNA-Costa Rica, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)