Alemania y Francia, dos gigantes europeos machucados

Debilitados a nivel político e institucional y golpeadas en sus economías

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Sergio Ferrari

Las recientes crisis gubernamentales de noviembre y diciembre en Francia y Alemania ponen trabas adicionales a la compleja situación económica del continente y al combate para intentar enderezar sus equilibrios presupuestarios. Y le impiden transmitir un mensaje positivo de futuro. Todo esto en un clima de permanente protesta, de uno u otro sector (desde los sindicatos a los productores rurales) que expresan la permanente intranquilidad social en ambos países.

Es una coyuntura geopolítica en la que la guerra Rusia-Ucrania transita nuevas modalidades y estamos a menos de un mes del inicio de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, que podría tener repercusiones directas en lo económico si el líder republicano comienza a implementar algunas de sus promesas electorales. Como, por ejemplo, el aumento de los impuestos a los productos de importación (incluyendo los europeos) y la exigencia de que los países aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) destinen a corto plazo, como mínimo, un 2% de su Producto Interior Bruto (PIB) para gastos de defensa.

Hasta el año pasado solo 11 de los 30 miembros de la Alianza alcanzaron o superaron ese porcentaje. España, por ejemplo, destinó en 2023 el 1,24% y proyecta cumplir con la meta exigida recién a fines de la presente década.

La guerra en Ucrania es un factor clave de la crisis económica de Alemania. Foto: Dmytro Smolienko, ONU.

Crisis políticas en el peor momento

El 16 de diciembre el canciller alemán Olaf Scholz no pudo hacer validar la moción de confianza a su gobierno en el Parlamento, lo que significó su derrota política y lo obligó a convocar a elecciones generales anticipadas a inicios del 2025. Fue el resultado lógico de la ruptura que se había dado en Berlín un mes antes, a comienzos de noviembre, en la ya fragilizada coalición de gobierno conformada hasta entonces por socialdemócratas, liberales y verdes y liderada por el propio Scholz.

La crisis política alemana se dirimirá el 23 de febrero próximo en las urnas. Mientras tanto, la principal potencia europea cierra un 2024 marcada por su debilidad político-institucional y el decrecimiento económico actual, así como los nubarrones que oscurecen su economía en el futuro cercano. Su capacidad productiva ha perdido competitividad y le cuesta reubicarse como cabeza de un continente que se siente incómodo en un contexto internacional de rápidos cambios.

A menos de 1.000 kilómetros al sureste de Berlín, París y su gobernabilidad no parecen cerrar el año mucho mejor Scholz y Macronque su aliado alemán. El pasado 6 de diciembre el parlamento galo le retiró la confianza al primer ministro Michel Barnier y votó su caída tan solo tres meses después que el Presidente Emmanuel Macron lo había designado jefe de Gobierno.

Una semana más tarde, el 13 de diciembre, in extremis, Macron nombró nuevo primer ministro al centrista François Bayrou. A pesar de haber evitado concluir el año con la que hubiera sido una inquietante acefalía, la gestión de Bayrou se inicia entre algodones, como tercer primer ministro francés en solo 100 días, sin contar con una fuerza mayoritaria en el Parlamento que lo respalde y con la enorme responsabilidad de lograr aprobar a corto plazo el presupuesto para 2025.

El tobogán descendente de Macron ya había comenzado a acelerarse en junio de este año, como resultado de la estrepitosa derrota de su fuerza en las elecciones de diputados al Parlamento Europeo. Al constatar su derrota frente a la derechista Reagrupación Nacional (ex Frente Nacional) de Marine Le Pen y Joan Bardella, Macron arriesgó fuerte, disolvió entonces la Asamblea Nacional (Congreso) y convocó a nuevas elecciones el 7 de julio. Esta vez, el Nuevo Frente Popular de centro izquierda resultó la coalición política más votada.

Contrariado ante la opción de nombrar un primer ministro progresista y, por otra parte, bajo la presión constante de la extrema derecha, Macron escogió entonces a Michel Barnier, quien no representaba a ninguna de las fuerzas parlamentarias principales. La corta gestión de Barnier, condenado desde el principio al fracaso, y la imposibilidad de impulsar el presupuesto para el año próximo, ejemplifican la fragilidad política cada vez más notable del Presidente francés, ahora obligado a buscar un nuevo salvavidas en la figura de Bayrou. De esta forma, entre crisis y crisis, la debilitada gobernabilidad aparece como una amenaza central contra la institucionalidad francesa. Situación que a esta nación le resta energía para asumir el rol de segunda locomotora continental.

Protesta sindical frente al Parlamento en Berlin, el 5 de diciembre de 2024. Foto: WSWS.

Los números no cierran

Según diversas previsiones, a fines de 2024 Alemania se encontrará entre los socios de la Unión Europea con peores cifras económicas, con una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) del 0,2%. El país atraviesa el décimo trimestre sin crecimiento real, lo que algunos analistas ya califican de “estancamiento preocupante”.

Como lo indica un reciente análisis de la cadena televisiva Euronews, “durante este caos de gobernanza, Berlín no ha enviado a la Unión Europea ningún plan sobre cómo abordará su déficit en los próximos años”, a pesar de exigirle continuamente a Bruselas normas fiscales estrictas. Según este análisis y a la luz de lo que vive Alemania, “el sombrío panorama económico europeo no tiene visos de mejorar”. 

Ya en octubre pasado el gobierno alemán corregía previsiones y anticipaba los magros resultados macro: una caída en 2024, en lugar del esperado aumento del 0,3%. Caída que se suma a la contracción del 0,3% del año pasado. Con este deterioro en mente, el Banco Federal de Alemania acaba de readecuar sus previsiones futuras: un magro 0,2% de crecimiento en 2025 y un 0,8% en 2026, cifras muy por debajo de las propias estimaciones mucho más optimistas del Ministerio de Economía de ese país.

Como analizaba recientemente la cadena alemana Deutsche Welle, esta revisión a la baja se da tras una serie de malas noticias económicas para el país, entre ellas la suspensión en septiembre de un importante proyecto de planta del gigante tecnológico Intel y el anuncio del gigante Volkswagen de posibles cierres de fábricas y despidos. Según Volkswagen no iba de farol: ya prepara los primeros despidos en Alemaniaeste medio, la economía alemana, que durante mucho tiempo se benefició de una energía barata gracias a los acuerdos de suministro de gas ruso y exportaciones dinámicas, sobre todo a China, “sufre ahora los efectos de la guerra en Ucrania y la baja en la demanda mundial en medio del auge de medidas proteccionistas”.

En cuanto a Francia, las más recientes estimaciones del Banco Nacional anticipan para 2024 un crecimiento del 1,1% del PIB. Tendencialmente, un 0,9% para 2025 (en lugar del 1,2% proyectado en septiembre pasado) y un 1,3% para 2026 (cifra menos optimista que el 1,6% proyectado hace solo dos meses atrás). El desempleo actual supera el 7%.

Las cifras macro crean preocupación. El déficit público de este año va a superar el 6% del PIB —muy por encima del 3% aceptado como regla por la Unión Europea— mientras que la deuda pública estará por encima del 112%. El gasto público en Francia representa casi el 60% del PIB, uno de los porcentajes más elevados del mundo. En junio del año en curso, la Unión Europea había advertido a Francia y a otros seis de sus miembros (Bélgica, Italia, Hungría, Malta, Polonia y Eslovaquia) por sus déficits presupuestarios excesivos. De ahí la apuesta de Macron de imponer un esfuerzo presupuestario de 60.000 millones de euros (40.000 millones de recortes de gastos y 20.000 millones de ingresos adicionales) para acercarse a los cánones de la Unión Europea. Montos inaceptables para una parte importante de la clase política —y el movimiento social francés— que ve en este déficit una de las causas de la debilidad de Macron y que, por otra parte, quiere evitar que un sector considerable del electorado la considere corresponsable de cualquier ajuste doloroso.

El movimiento campesino ha sido uno de los actores principales de la protesta contra Macron. Foto: Confederation Paysanne.

Europa desorientada

Por detrás de Alemania y Francia, envueltas en sus propias crisis, vienen Italia —con un crecimiento de menos de un punto este año— y España, la gran sorpresa, con más de un 3% en 2024. Sin embargo, ni una ni otra, con PBI de menos de la mitad del de Alemania, están en condiciones de asumir el rol de nueva locomotora de la Unión Europea. En el caso de Italia, sus cuentas internas, la posición ideológica de su gobierno y sus propias tensiones políticas no le dan la estabilidad real que exigiría el nuevo liderazgo. En cuanto a España, a pesar de sus resultados económicos “milagrosos”, su polarización política interna y la debilidad de su alianza gobernante –atravesada por múltiples contradicciones internas, especialmente con un sector de los nacionalistas catalanes— reflejan una preocupante fragilidad política.

La Unión Europea atraviesa un momento complejo de su historia, reflejo directo, esencialmente, de la difícil realidad alemana y de las nuevas coordenadas geopolíticas. En esta coyuntura, las preguntas de fondo son de difícil respuesta, debido a la premisa de un casi seguro cambio de gobierno luego de las elecciones de febrero próximo. Lo que puede significar un vuelco de las prioridades y definiciones políticas de Berlín.

¿Seguirá apostando Alemania a continuar como el motor económico de la Unión Europea, o se replegará para intentar destrabar sus problemas estructurales, algo que pareciera aconsejarle el instinto individual de sobrevivencia?  En todo caso, es obvio que en estos últimos meses la Unión Europea no ha logrado asumir un rol propio, soberano y alternativo en el contexto internacional. La guerra Rusia-Ucrania no está beneficiando a sus economías, problema que se agravará el momento en que deban pagar la gran factura de la reconstrucción ucraniana. Y su voz en el contexto internacional, de frente a las otras potencias del mundo, parece afónica, cuando no muda.

 

*Periodista, investigador y analista argentino, radicado en Suiza. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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