Impulsar la justicia social, promover el trabajo decente, ¡por enésima vez!
Eduardo Camin
El sábado 23 de septiembre, en Nueva York, marcando la conclusión de la semana de alto nivel de la Asamblea General de Naciones Unidas, el Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Gilbert F. Houngbo, subió al escenario del Festival Global Citizen para hacer un llamamiento a la acción colectiva contra las desigualdades y a favor de una mayor justicia social en todo el mundo, denominado «Así se llega a la justicia social».
En marzo de 2022, el Consejo de Administración de la OIT revisó el plan de acción propuesto sobre las desigualdades en el mundo del trabajo para 2022-2027, que incluía la elaboración de una estrategia integral e integrada para reducir y prevenir las desigualdades en el mundo del trabajo que el Consejo de Administración examinó en octubre-noviembre de 2022.
El Consejo reiteró que las desigualdades entre los países y dentro de ellos eran un tema urgente, que el mundo del trabajo era un punto de partida fundamental a fin de reducirlas y que la composición tripartita de la OIT colocaba a la Organización en una posición privilegiada para corregir esas desigualdades de manera eficaz
La desigualdad es compleja y multidimensional
Decimos que la desigualdad es compleja y multidimensional porque esta adopta muchas formas. Hay desigualdad entre los países y dentro de ellos, por lo cual podemos hablar de «desigualdad vertical», o desigualdad de ingresos entre todos los hogares de un país, o de la «desigualdad horizontal», y la disparidad de ingresos entre grupos. La desigualdad horizontal también se refiere a las disparidades en los resultados de empleo, los derechos laborales y las oportunidades entre grupos según su género, edad, nacionalidad, origen étnico, estado de salud, discapacidad u otras características.
La desigualdad de ingresos, la desigualdad de resultados de empleo en general y la desigualdad de oportunidades están estrechamente relacionadas. La OIT refleja en la mayoría de sus informes que los altos niveles de desigualdad, agravados por las crisis actuales, tienen un alto coste humano y económico y amenazan el ya lento progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
Los datos de la OIT muestran que 4.000 millones de personas carecen de protección social, a pesar de ser una de las mejores vías para salir de la desigualdad: nada menos que 453 millones de personas a las que les gustaría trabajar, no pueden encontrar un empleo y 214 millones de trabajadores viven con menos de 1,90 dólares al día.
Reconociendo el papel único de la OIT, del mundo del trabajo y de sus instituciones a la hora de abordar estas cuestiones acuciantes, Gilbert F. Houngbo subrayó que «Aunque la OIT ha estado en la vanguardia de la lucha contra las causas profundas y las consecuencias de las desigualdades desde su creación, la profundidad, la amplitud y las repercusiones de las desigualdades contemporáneas hacen necesario un enfoque global centrado tanto en los mecanismos como en las políticas de distribución y redistribución».
Como se indica en las conclusiones de la Conferencia, los mandantes de la OIT deberían dar prioridad a siete ámbitos temáticos amplios y relacionados entre sí con el propósito de reducir y prevenir las desigualdades en el mundo del trabajo, promover la justicia social y generar un crecimiento más inclusivo y resiliente.
Estas áreas fundamentales incluyen creación de empleo digno, protección social universal, educación y aprendizaje permanente para todos. protección de los derechos de los trabajadores, igualdad de género y no discriminación, globalización justa, y transición justa hacia economías más ecológicas.
La cuestión esencial que sostiene la OIT es cómo establecer en la práctica sinergias que se refuercen mutuamente en los siete ámbitos de política, y entre esos ámbitos de política y las políticas de esferas ajenas al mercado de trabajo, para aumentar al máximo su incidencia en la reducción de la desigualdad, un tema que puede ser controvertido desde el punto de vista político.
Por ello, la adopción de una posición sobre este tema debe basarse en datos empíricos sólidos y argumentos rigurosos. Es muy importante demostrar que disminuir las desigualdades puede ayudar a los países a crear estrategias para el desarrollo más inclusivas, sostenibles y transformadoras en el ámbito de la igualdad de género, que sean económicamente eficaces. La efectividad y la sostenibilidad de las intervenciones con las que se pretenden reducir las desigualdades verticales y horizontales radican en que aborden sus causas estructurales.
Las causas de las desigualdades incluyen la generación de puestos de trabajo insuficientes para quienes necesitan o desean trabajar, así como la calidad de los puestos de trabajo; la discriminación estructural y sistémica por motivos de género y de otra índole en el empleo y otros ámbitos; el desfase entre salarios y productividad y la disminución de la participación del trabajo en la renta;y el cambio climático, que afecta de manera desproporcionada a los más vulnerables.
Asimismo, las variaciones intersectoriales de la productividad y las amplias diferencias de productividad entre empresas; la informalidad; las instituciones, los reglamentos y las políticas deficientes del mercado de trabajo, y la ausencia o insuficiencia de protección social.
Los elementos externos y las decisiones políticas también repercuten en el alcance y las formas de desigualdad dentro de los países y entre ellos. Por ejemplo, la falta de transferencia y utilización de tecnologías, por conducto de inversiones extranjeras directas y en las cadenas de suministro mundiales, junto con la divergencia de productividad entre países, obstaculiza el desarrollo de las economías emergentes.
Al mismo tiempo, los países en desarrollo que se enfrentan a niveles elevados y crónicos de deuda internacional apenas disponen de margen fiscal para reparar sus problemas estructurales e invertir en protección social universal.
Las contradicciones del bando “amigo”
Como reconoció la Conferencia en sus conclusiones, la OIT trabaja para abordar las causas y consecuencias de las desigualdades desde su fundación. Ahora bien, el alcance, la omnipresencia y las consecuencias de las desigualdades actuales exigen que la OIT intensifique el efecto reductor de la desigualdad de sus iniciativas, refuerce su influencia dentro del sistema multilateral y demuestre la importancia de proceder de conformidad con los instrumentos y las políticas de distribución y redistribución.
Pero muchas veces – tal vez demasiadas- en la órbita de los organismos internacionales, se suceden algunas deliberaciones extremadamente contradictorias, en esa lógica de “buena voluntad”, en las cuales las alianzas manifiestan un trasfondo más dialéctico que efectivo. Esas concentraciones de los grandes organismos internacionales que nos hablan del trabajo decente son a le vez víctimas de la incidencia de las decisiones de otras grandes organizaciones del sistema de Naciones Unidas.
En este sentido podemos citar la inclinación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), las instituciones de Bretton Woods (IBW), cuyos planes y recomendaciones hacia la consolidación fiscal, el sector privado y el servicio de la deuda, restringe el espacio para políticas públicas, contrarrestando la posibilidad de los gobiernos de financiar infraestructura y servicios sociales y por ende lograr los desafíos liderados por la OIT.
En el nivel macroeconómico, a raíz del Consenso original de Washington, el Banco y el FMI continúan impulsando un conjunto particular de prescripciones de políticas macroeconómicas en casi todos sus países miembros.
Normalmente, éstas son medidas de consolidación fiscal (o austeridad) e incluyen la reducción del coste de los salarios públicos, la introducción o incremento del IVA, así como otros impuestos regresivos indirectos, particularmente, flexibilización laboral, racionalización (recortes) y privatización de servicios sociales y subsidios, a la vez que se mantienen bajos niveles de inflación, tasas de impuestos corporativos y tarifas comerciales.
La variabilidad de sus concepciones lo hace frecuentemente más peligroso: el Banco y el Fondo han establecido un poder normativo sustancial a través de sus investigaciones, publicaciones, pronunciamientos y apoyo de trabajos académicos “independientes”. Su habilidad para posicionar sus prescripciones políticas como “mejores prácticas”, apoyada por un trabajo teórico y empírico “robusto”, lo que a menudo resulta en la internalización de las posiciones del Banco y el Fondo por parte de académicos, profesionales del desarrollo y más de un ministro de economía.
Las alianzas con el capitalismo en materia laboral son “casi” imposibles
Desde la Conferencia de Bretton Woods, y a pesar de los esfuerzos por parte del Banco y el Fondo de presentarse a sí mismos como los enciclopedistas de la ilustración iluminados por el faro del conocimiento y la habilidad en asuntos macroeconómicos y de desarrollo, ambas instituciones han sido y siguen siendo objeto de múltiples críticas por parte de numerosos académicos, Naciones Unidas y la sociedad civil.
Ambas han enfrentado y continúan enfrentando resistencia y movilizaciones por parte de la sociedad civil y los movimientos sociales, desde la campaña global de 1994 “50 años es suficiente” incluyendo la desaprobación a cada Conferencia Global Contra el FMI- Banco Mundial, en el marco de sus reuniones de primavera.
La extensiva literatura académica, con la que el Banco y el Fondo rara vez se comprometen, desafía la solidez de las bases teóricas y de evidencia de los principios y políticas de ambas. Los volúmenes de los documentos atestiguan las experiencias de millones de personas afectadas negativamente por las políticas y programas del Banco y el Fondo. Recordamos que el propio relator especial de las Naciones Unidas sobre pobreza extrema ha calificado al Banco Mundial en 2015 como una “zona libre de derechos humanos”.
En realidad, el Banco Mundial y el FMI no han logrado los objetivos establecidos y en cambio, apoyan un orden económico que beneficia a las élites y a los intereses del sector privado a expensas de las comunidades más pobres y marginadas.
Mientras el Banco y el Fondo -y otros- enfrentan ahora el desafío de las corrientes “populistas” y los grupos de extrema derecha sobre la continua relevancia del multilateralismo de globalización o reglobalización en medio de un orden global cambiante, las IBW siguen distraídas negando su papel en la creación de las condiciones sociales, políticas y económicas que han llevado a la frustración y la privación de derechos que nos han traído hasta aquí.
Pero no nos llamemos a engaños, frente a esta dialéctica, no hablaremos del fracaso del neoliberalismo, que sirvió durante años a los intereses de las trasnacionales y los grandes grupos económicos que fue y sigue siendo la base política del contubernio entre las clases dominantes.
Por eso creemos que los desafíos de la OIT, son las crisis de la mentira capitalista neoliberal y de la democracia de unos pocos, para pocos, basado una y otra vez en las relaciones de dominación y dependencia… hasta que se pruebe de lo contrario.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra). Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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