Nueva ministra, crisis en el gobierno y deterioro de la figura presidencial
Claudio della Croce
Silvina Batakis, especialista en cuestiones fiscales, designada ministra de Hacienda, tendrá ante sí una agenda con temas urgentes a resolver como la tensión cambiaria, los precios de la canasta familiar, las negociaciones con el Club de París, las tarifas de los servicios y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que firmara su renunciante antecesor Martín Guzmán.
Batakis, de 53 años es economista, docente universitaria y hasta ayer secretaria de Provincias en el Ministerio del Interior. Se desempeñó como ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015, durante el segundo mandato de Daniel Scioli como gobernador. “No hay pobreza digna. Es pobreza, y hay que combatirla. Se combate con un Estado que planifica e interviene, y con una sociedad que lo imponga como meta social”, señalaba en un tuit en 2019.
El de Batakis es un origen menos exótico que el profesor de Columbia Martín Guzmán, a quien desde el peronismo acusaban de “falta de calle” para aproximarse a los padeceres del hombre común, lo que el partido vio reflejado en las últimas elecciones legislativas, cuando los peronistas prefirieron quedarse en casa en lugar de ir a votar.
La gran duda es si la llegada de Batakis será el último cambio en el gabinete. En las pocas horas transcurridas desde la salida de Guzmán y la confirmación de la flamante ministra de Economía hubo una danza de nombres que incluyó modificaciones en casi todo el organigrama ministerial. Pero ninguno se confirmó hasta ahora.
La pronta designación es buena noticia para resucitar al oficialista Frente de Todos, y ahora Batakis deberá demostrar que dispone de volumen político para manejar el cargo, en momentos en que quedó en evidencia que Alberto Fernández, carece entre sus atributos la conexión emocional de un líder, no sintoniza con urgencias populares que pasan por el drama de los precios de la canasta familiar.
Se desconoce si tiene un plan y/o un equipo, o se trata solo de una designación consensuada entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de una economista prolija, que fue funcionaria del gobierno provincial de Daniel Scioli, hoy presunto precandidato presidencial repitente.
El saliente Guzmán tenía previsto viajar el miércoles a Paris para negociar con el Club de París una reestructuración del acuerdo firmado en 2014, por el que la Argentina debe 2.200 millones de dólares. Batakis deberá afrontar ese tema prioritariamente, aunque los concernientes a las tarifas, los problemas en la Secretaría de Energía, y la tensión cambiaria (la brecha entre la divisa informal y el mayorista se ubica por encima del 90% e impacta en las expectativas de devaluación del peso), son problemas urgentes..
Más allá de los enfrentamientos con la vicepresidenta, la situación de Alberto Fernández venía deteriorándose. En mayo, la imagen positiva del presidente se ubicó en 35 puntos (tres menos que en abril), en el menor valor de la serie iniciada en diciembre de 2019. El 76% de la población tuvo una mirada negativa de su gestión, porque considera que no se resolvieron los problemas o porque ve que se agravaron.
Subsiste un pesimismo con el futuro de la economía, una creciente mala imagen del presidente y un aplazo generalizado a la gestión económica del gobierno.
Guzmán abandonó su cargo en momentos en que el programa con el FMI había empezado a hacer agua y el organismo formulaba mayores exigencias. No solo eso. Hace semanas enfrentaba una corrida cambiaria y contra los bonos en pesos que trajeron el fantasma de un default de la deuda en moneda local.
Además, no lograba poner freno a la inflación. En estas horas, en medio de una crisis creciente, el régimen capitalista baraja alternativas frente a una economía que no encuentra la salida hace una década. Pero no era fácil encontrar a alguien que se hiciera cargo de un país sin planes, con una inflación hacia arriba del 70% y dólares paralelos que pasan los 250 pesos, un 100% más que el oficial.
La situación se fue deteriorando y ya no servía de excusa lo realizado por el depredador gobierno anterior del neoliberal Mauricio Macri. En el 2015 –pese a la devaluación del 30% en 2014- el salario promedio del argentino era de 15.6oo pesos (equivalentes a 1.700 dólares), pero hoy está en 108 mil pesos, lo que se traducen en menos de 900 dólares.
Y se seguirá devaluando, seguramente, a causa del superávit comercial, porque el gobierno no controla la fuiga de capitales. El establishment tiene costumbre de poner su pliego de demandas atacando en el mismo acto a la clase trabajadora y sectores populares. Es lo que pasa cuando presionan para una devaluación más acelerada.
Cuando el Estado no tiene un proyecto propio, no planifica, no analiza ni prevé y, peor aún, justifica su accionar aplicando a rajatabla las leyes de la dictadura militar creyendo que con eso cumple con su deber, el resultado no puede ser otro que el de improvisar sobre la marcha y ser funcional al poder económico que pergeñó dichas leyes, señala el economista Horacio Rovelli. En efecto, las leyes de Inversiones Extranjeras y de Entidades Financieras facultan a empresas extranjeras a financiarse con dólares del Banco Central.
¿No basta que a tres meses de firmado el acuerdo con el FMI la crisis económica se haya devorado al ministro que fue el ingeniero de la negociación? En un país con cuatro de cada diez habitantes pobres, con más de la mitad de las niñas, los niños y las adolescencias en la miseria y con la inflación ajustando a todas y todos, el gobierno no tiene en agenda otra alternativa que seguir subordinado al capital financiero internacional que saquea todo lo que encuentra a su paso, señala Pablo Anino.
Guzmán se fue, el FMI se quedó
La decisión del ministro de Hacienda Martín Guzmán de dejar el cargo, no fue sorpresiva, ya que hace tiempo que su salida era comentada, especulada, y pedida por un sector del oficialista Frente de Todos. Le quedaba solo el respaldo de Alberto Fernández, y del llamado “mercado”: los fondos de inversión y el empresariado exportador y explotador, los únicos ganadores con sus medidas. Algo que valía poco.
La salida de Guzmán, el alumno de Joseph Stiglitz y el “socio” del FMI,, fue precedida por un duro discurso de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner: “Muchachos, este es un Estado estúpido. Un Estado donde no se articula la información que tiene el Banco Central con la información que tiene la Consejo Nacional de Valores ni con la información que tiene la Administración Federal de Ingresos Públicos para poder desarticular y desarmar la estafa”,
Añadió que en el gobierno “tampoco hay voluntad ni actitud de cambiar las cosas para desarmar lo que ha constituido una verdadera estafa de los argentinos».
Poco antes de la partida de Guzmán, ante las cada vez menores reservas internacionales disponibles, el gobierno dispuso el 27 de junio medidas para obligar a que parte de las importaciones sean financiadas por los vendedores del exterior, tomando crédito de la empresa proveedora y/o créditos normales de los países exportadores, en vez de comprar las divisas al precio oficial (no el real) en el Banco Central.
Las medidas buscan que las grandes empresas importadoras (las energéticas –gas y electricidad—, automotrices, de maquinaria agrícola, petroleras, aluminio, acero, fertilizantes, plaguicidas, industria química y medicinal, las ensambladoras de artículos electrónicos de Tierra de Fuego, etc.) obtengan financiamiento externo, dada la situación de crisis por reducción de las reservas internacionales.
La exembajadora en Venezuela y Reino Unido, Alicia Castro, acusó a Guzmán de asumir la gestión pública sólo para firmar el contrato por la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI): “Lo cumplió y ahora le darán su comisión”. “Sea más sincero, joven. Usted vino a hacer un mandado: firmar un contrato de adhesión con el FMI, que legalizó la conspiración entre [Mauricio] Macri y el FMI para que los oligarcas fugaran la plata de la Argentina”, indicó.
El exministro de Planificación Federal, Julio De Vido, dijo que “el aislamiento político que va a sufrir Alberto Fernández va a ser fenomenal”. Habría que ver la conformación del nuevo gabinete pero me parece que Alberto va a tender a vivir en Olivos”, la residencia presidencial fuera de la capital. Señaló que Guzmán era ministro porque tenía el apoyo del FMI, del círculo rojo del poder local y de la embajada estadounidense. Evidentemente perdió el apoyo y por eso se fue, añadió.
La endeblez del presidente
El analista Eduardo Aliverti señala un aspecto en el que sí corresponde detenerse: la nueva demostración de un amateurismo irresponsable en la conducción de los grandes asuntos de Estado, del que tienen una cuota-parte los principales referentes del Frente de Todos, como la actitud de Guzmán al despidirse por Twitter, que dejó al Gobierno en una situación de endeblez dramática.
La salida da Guzmán representa una pieza más de su equipo que pierde el presidente Alberto Fernández. Volvió a perder a un hombre de su confianzay el escenario político del oficialismo se sitúa, a un año de las elecciones presidenciales, en un clima de máxima incertidumbre.
De los integrantes del Gabinete inicial -ministros y cargos clave- de Alberto Fernández presentado el 6 de diciembre de 2019, sólo la mitad permanece en sus cargos. De ellos, 11 fueron despedidos o presentaron sus renuncias, cinco se movieron de un puesto jerárquico en una cartera a otro cargo dentro del Gobierno y uno falleció -el ministro de Transporte, Mario Meoni,en un accidente de tránsito- mientras estaba en funciones.
Alverti afirma (en Página12) que más que un Gobierno, eso se parece (¿se parecía?) a la murga con que la derecha está haciéndose una fiesta. Se espera ahora si habrá más cambios, y en ese escenario aparece la figura de Sergio Massa como el principal candidato para ocupar la Jefatura de Gabinete, en lugar de José Manzur.
La bronca está asentada en las calles y un cambio de ministro no la borra. La pintada en el barrio popular de Pompeya es significativa: “Alberto, hay un helicóptero en tu futuro”. En helicóptero huyó de la Casa Rosada el presidente Fernando de la Rúa tras el estallido social de 2001.
*Economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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