A cien años de Buenaventura Durruti en Argentina
Gustavo Veiga
Su vida fue la aventura emancipadora de un revolucionario intenso y comprometido. Una vida de película que hasta tuvo un cine con su nombre en la calle Atocha 131 de la capital española. Esa experiencia fugaz durante la guerra civil concluyó con la victoria de los sublevados franquistas en 1939.
Instalado en la Argentina, se hizo pasar por mexicano. Tomó la identidad de Ramón Carcaño Caballero. Cuenta Osvaldo Bayer en su libro Los anarquistas expropiadores que el 18 de octubre de 1925 tres hombres asaltaron la estación de tranvías en Palermo. Ese primer robo fracasó. Solo atinaron a llevarse del mostrador una bolsita que acababa de dejar un guarda: contenía 38 pesos en monedas de diez centavos. Afuera había un campana y más allá un auto que los esperaba. Desaparecieron sin ser perseguidos.
El grupo lo lideraba Durruti, el mismo que “once años después se convertirá en el personaje más legendario de la guerra civil española, el guía indiscutido de los anarquistas españoles y de los anarquistas de todo el mundo que han ido a España a defender la República del levantamiento franquista. Durruti, el comandante de la Columna Durruti, el que salva a Madrid viniendo desde Aragón y derrota con tres mil milicianos mal entrazados a todo un ejército disciplinado con oficiales de Estado Mayor, generales de uniforme que han estudiado tácticas y estrategia y tropa disciplinada”, describe Bayer en su obra.
Durruti y sus compañeros Gregorio Jover y los hermanos Francisco y Alejandro Ascaso no se frustraron por el magro botín. Un mes más tarde del robo en Palermo, el 17 de noviembre de 1925, consumaron otro en la estación de subterráneos de Primera Junta. Pero terminó peor que el primer asalto. Un cabo de la policía de apellido Núñez cayó muerto cuando intentó repelerlos. Los libertarios desaparecieron a pie por la calle Rosario sin dejar más rastros que su acento español.
La policía de Marcelo Torcuato de Alvear, condundida al principio y con algunas certezas después del segundo atraco, corroboró sus hipótesis gracias a los soplones de la época. Los tipos no eran argentinos.
El golpe más audaz de los anarquistas se produciría en el verano de 1926. Esa vez no fallaron en su objetivo. Se llevaron 64.085 pesos del Banco Provincia en San Martín. Aunque los asaltantes sumaron otro muerto. Un empleado bancario de apellido Ruiz.
El diario La Prensa comenzó así su crónica del 19 de enero del ’26: “Cuando los habitantes de la tranquila ciudad de San Martín se hallaban entregados al almuerzo unos, y otros refugiados en sus hogares a cubierto de las inclemencias del sol y del calor, un grupo de forajidos armados de carabinas se situó en la puerta de entrada de la sucursal del Banco de la Provincia, frente a la plaza principal”.
La rápida huída de los Errantes, como se hacían llamar los españoles, terminó en Europa previo paso por Uruguay desde donde salieron con pasaportes falsos. En Montevideo y con el producto de sus robos, se hicieron pasar por gente acomodada y a su líder Durruti hasta lo presentaron como un futbolista.
Mientras desorientaban a sus perseguidores mimetizados en distintos personajes, los anarquistas partidarios de la acción directa despertaban distintas conjeturas. Eran confundidos con comerciantes españoles, con clientes extranjeros de excelente posición económica y hasta con boxeadores retirados. Durruti era alto, de buen porte, y él como sus camaradas pasaban por “hombres educados”.
Así los describió la dueña de la pensión donde vivían en Chile, después de cometer el primer robo de la historia a un banco de nuestro país vecino. Fue el 16 de julio de 1925. En el periplo por América se les creyó argentinos, cubanos, mexicanos, españoles y de otras procedencias. Casi nadie descifraba con precisión su acento castizo.
Después del primer robo cometido a la terminal de tranvías Las Heras, La Prensa los describió como “individuos de buen aspecto; visten correctamente bien y nada en ellos puede hacerlos sospechosos. Más aún, su presencia es simpática”.
Lo que siguió fue un conflicto diplomático entre Argentina y Francia por la deportación de los anarquistas detenidos en Europa tras su escape desde América del Sur. La policía española del dictador Miguel Primo de Rivera los tenía fichados por el robo a un banco cometido en Gijón en 1923 y le aportó los datos necesarios a la de Argentina. En España se habían hecho llamar los Justicieros, grupo Crisol y los Solidarios.
En el documental Durruti, hijo del pueblo, se traza una semblanza detallada del líder anarquista nacido el 14 de julio de 1896. Las huellas de su infancia sumida en la pobreza, las humillaciones, su primera detención con veinte años, una histórica huelga de la empresa La Canadiense en Barcelona y el auge y desarrollo del movimiento impulsado por las ideas de Proudhon y Bakunin, modelaron la historia política del revolucionario leonés. De armas llevar, solía usar una pistola Colt 45 o la más pequeña Star, más sencilla de ocultar entre las ropas. A esta última, los anarquistas que habían extendido su uso la llamaban la Sindicalista.
Durruti no se andaba con chiquitas. En París había planificado un atentado contra Alfonso XIII, el rey de España. Su cultura pistolera era una respuesta simétrica al método represivo que habían elegido los patrones en la década del 20 para sofocar las huelgas. Se calcula que apenas en tres años, entre 1920 y 1923, sicarios contratados por las empresas mataron a unos doscientos trabajadores o sindicalistas que luchaban por sus derechos en las fábricas.
Cuando cayó en Madrid frente a la ciudad universitaria, el líder proletario ya había dejado su huella por España y América Latina. A él y su grupo de consecuentes expropiadores se los comparó con Sacco y Vanzetti, los italianos libertarios que fueron ejecutados en la silla eléctrica en Estados Unidos después de un juicio amañado. Corría 1927 y el leonés ya era un referente de las luchas contra las patronales y el Estado.
Recuerda el propio Bayer en su libro de 2003 que Diego Abad de Santillán, un anarquista de los que más cuestionaba a los partidarios de la acción directa en la Argentina, lo evocó en 1969 con estas palabras: “Buenaventura Durruti, el caballero sin miedo y sin tacha”.
* Periodista argentino. Es docente por concurso de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la tecnicatura de Periodismo Deportivo en la Universidad de La Plata (UNLP). Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)