¿Es Chile un país democrático?
Juan Pablo Cárdenas S.
La mayor presunción histórica de nuestra república es la de creernos un país democrático. Según las versiones oficiales se le atribuye a Diego Portales ser el creador de nuestro “estado de derecho” una vez acabada la guerra de independencia. Pero no debe escaparse el hecho de que en 1837 fuera ultimado salvajemente por una acción militar, que dejó su cuerpo hecho pedazos al extremo que solo su corazón de guarda hasta hoy en la Catedral de Santiago. Después de este magnicidio se sucedieron cruentas guerras civiles, golpes de estado, los suicidios del Presidente Balmaceda y, según se dice, el de Salvador Allende.
Asonadas socialistas como de derecha dieron vida a varias dictaduras. A los sanguinarios gobiernos de Arturo Alessandri y Carlos Ibáñez, en dos oportunidades cada uno, cuando se registraron masacres que ultimaron a miles de trabajadores en el norte y sur del país, como en la propia Capital. Ranquil, la masacre de Santa María de Iquique, la del Seguro Obrero, etc.
En general cada gobernante tiene a su haber el exterminio de opositores y la diáspora de cientos de políticos y dirigentes sociales. En una siniestra trayectoria que culminara con 17 años de dictadura cívico militar con otra enormidad de muertos, detenidos desaparecidos, torturados y campos de concentración. Crímenes la mayoría de los cuales quedarán impunes, al grado que hasta hoy en nuestro Parlamento destacan las voces de sus otrora instigadores, como autores intelectuales y materiales.
El común denominador de nuestra política ha sido siempre los gobiernos de la burguesía, muy diestra en destacar líderes de derecha, de izquierda y centro. Posiblemente, nadie le compita a Chile en nuestra Región en cuanto a delitos de lesa humanidad, episodios deleznables registrados en toda suerte de libros, películas y testimonios que le han dado sitio a muy pocos años de normalidad institucionalidad, las que siempre han sido cuestionadas por la derechas o las izquierdas, como ocurriera con nuestros dos últimos intentos por darnos una nueva Constitución. Tanto así que desde 1980 sigue rigiendo, solo con algunos retoques, la Carta Magna legada por Augusto Pinochet.
¿De qué democracia nos hablan, ahora, en plena campaña presidencial. En que cada partido y candidato les enrostran a sus adversarios su militancia en referentes ideológicos reñidos con el deber ser de la democracia. Desde luego, se cuestiona a quienes fueron partidarios de la última dictadura, además de señalárseles su complicidad con el horror asumido como política oficial.
Tal como éstos acusan a sus adversarios de haber instigado el Golpe de Estado de 1973, como de haber defendido o pasado por alto lo que sucede en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Así como, en nombre de los buenos negocios, su silencio cómplice respecto de las dictaduras de China y de otros países como el reino de Marruecos. Este último convertido en un dilecto balneario para los dirigentes políticos de todo el espectro nacional.
En materia de la real politik, prácticamente desde todo el espectro político nacional se calla frente a las agresiones del imperialismo en contra de la soberanía de naciones asiáticas, africanas y, también, latinoamericanas. Doble moral para opinar sobre el genocidio israelí, los abusos en contra de la dignidad humana en Irán, Corea del Norte y un sinnúmero de naciones que no parecen concitar el interés de los dirigentes políticos chilenos, ya sea por su lejanía, ignorancia o completo cinismo
. Tres candidatos presidenciales o más que fueron francos partidarios del régimen pinochetista y que, hasta hoy, justifican sus “excesos” o luctuosas situaciones que encontraron “inevitables”. Versus otra cantidad de presidenciables que en su hora defendieron la “patriótica” acción de los militares para salvarnos del marxismo y la dictadura del proletariado.
Y, ¡vaya que caen piedras de diestra a siniestra! Tantas o más que las arrojadas por el Estallido Social, hoy condenado por los guardianes del orden. Incluso por quienes omiten las razones que explicaron este fenómeno, olvidándose de cuando se pusieron las poleras con el perro “mata paco” en sus pechos y buscaron sumar votos parlamentarios para censurar al gobierno de Sebastián Piñera. Los mismos que ahora le reconocen su legado y hasta promueven incluirlo en la galería de ex gobernantes.
La letra del tango “cambalache” convertido en ideología nacional, por lo que actualmente con los votos de la izquierda se favorece a las AFPs, y el mérito de los millones de pesos asignados a las administradoras privadas que se les atribuyen como mérito a la abanderada comunista. Y desde La Moneda se celebran los acuerdos empresariales de Codelco con Julio Ponce, el yerno del ex dictador. Así como de tiros a troyanos se aplauden los estados de excepción en la Araucanía. Porque, como tanto se dice, “otra cosa es con guitarra”.
Así como las corrupciones y vínculos con el narcotráfico, tanto gobiernistas y opositores coinciden en enfrentar con prudencia extrema si se trata de los integrantes de las FFAA. Porque la inconsecuencia, sumada a la cobardía, parece ser el mínimo común denominador de zurdos y fachos.
Por lo mismo es que la democracia” hoy parece tener un valor relativo cuando se mira al mundo y se calculan nuestros intereses, un término que ha reemplazado a los valores. Por lo que se acepta que hay “otro tipo” de democracias como dictaduras “menos malas” que otras.
Según los “signos de los tiempos” en lenguaje jesuítico.
* Periodista y profesor universitario chileno. En el 2005 recibió en premio nacional de Periodismo y, antes, la Pluma de Oro de la Libertad, otorgada por la Federación Mundial de la Prensa. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)