Ocho décadas, la misma guerra
Jorge Elbaum
El desfile militar que se llevará a cabo el 9 de mayo en la Plaza Roja de Moscú, en celebración de la victoria contra el nazi-fascismo, se convertirá sin dudas en una de las expresiones más acabadas de la trasformación tectónica del orden mundial. Dicha modificación estructural es el resultado combinado de la emergencia de la República Popular China como potencia económica global, la conformación de los BRICS –como alternativa multipolar a las organizaciones internacionales controladas y manipuladas por el Occidente expoliador–, la victoria militar de la Federación Rusa contra los 32 países que conforman la OTAN y el progresivo deterioro político-institucional de Estados Unidos y la Unión Europea.

La celebración por el Día de la Victoria de la Gran Guerra Patria –así denominan los rusos a la contienda bélica que atravesaron entre 1941 y 1945– congregará a gran parte de los líderes de los BRICS y del denominado Sur Global. Entre otros, se harán presentes los mandatarios de China, Xi Jinping; de Cuba, Miguel Díaz-Canel; de Venezuela, Nicolás Maduro; de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko; de Palestina, Mahmoud Abbas; de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, de Eslovaquia, Robert Fico y de Serbia, Aleksandar Vucic. Estos dos últimos han sido amenazados por la responsable de las Relaciones Exteriores de la Unión Europea, la estonia Kaja Kallas, quien les exigió ausentarse del desfile.

El mandatario húngaro Víktor Orbán fue el primer dirigente en advertir que la guerra iniciada por la OTAN en 2004 -con la persecución a los ruso-hablantes, los bombardeos en el Donbás, la proliferación de bandas paramilitares neonazis y la proscripción de los partidos opositores- tendría como resultado una derrota catastrófica para Washington y Bruselas. Orbán exhortaba a sus colegas de la UE a tomar conciencia acerca de la historia militar rusa –atacada e invadida por suecos, otomanos, japoneses, franceses y alemanes– y la imposibilidad de derrotar a la primera potencia global en acopio de armas nucleares, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).

Fue el mismo mandatario magyar quien recordó que en abril de 1949 se creó la OTAN y pocos años después, en 1954, la URSS solicitó el ingreso mediante una petición realizada por su canciller Viacheslav Molotov. El entonces presidente de los Estados Unidos, se opuso, pero los rusos insistieron en otras tres oportunidades más: Mijaíl Gorbachov, Boris Yeltsin en los noventa; y Vladímir Putin a principios del siglo XXI. Los cuatro rechazos –sobre todo los impulsados después de la desintegración soviética–, lograron convencer a los analistas moscovitas que no era la ideología comunista lo que motivaba el antagonismo occidental, sino la combinación de una ancestral rusofobia rediviva, el afán neocolonial por la extensión de su enorme territorio, y su perturbadora historia cargada de laureles militares.
Cuando se disolvió la URSS, los sueños imperiales del fin de la historia se concentraron en Ucrania para sumar su territorio a las lógicas de la globalización y al mismo tiempo sitiar a la nueva Federación Rusa. Mijaíl Gorbachov, en 1990, había habilitado la unificación alemana con la condición de que la OTAN no se expandiera: “Fue entonces cuando los líderes de las principales potencias occidentales (EE.UU., Reino Unido, Alemania y Francia) dieron garantías a los dirigentes rusos de que la OTAN no avanzaría ´ni una pulgada´ hacia el Este…”.
El compromiso público fue incluso asumido por el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, quien señaló que “los cambios en Europa del Este y el proceso de unificación alemana no deben conducir a un menoscabo de los intereses de seguridad soviéticos”.
Desde 1990 hasta la actualidad, se han sumado a la OTAN la República Checa, Hungría y Polonia en 1999; Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia en 2004; Albania y Croacia en 2009; Montenegro en 2017; Macedonia del Norte en 2020; Finlandia en 2023 y Suecia, en 2024. El posicionamiento en torno de la Federación Rusa se constituyó en la única brújula de la alianza atlantista. En la vigésima cumbre de la OTAN, realizada en Bucarest en 2008, la OTAN se comprometió a incorporar a Ucrania. Dos años después, el presidente impuesto por Occidente –en el marco de una de las tantas revoluciones de colores–. Víktor Yukashenko, otorgó el título póstumo de Héroe de Ucrania a Stepan Bandera, a quien se le atribuye la sentencia de que «la victoria total y suprema del nacionalismo ucraniano tendrá lugar cuando Rusia deje de existir”.
En 2016, la avenida más importante de Kiev llevaba el nombre de Moscow Prospect. En 2016 fue rebautizada como Bandera Prospect a pesar de su participación en la Segunda Guerra Mundial como oficial de las Schutzstaffel alemanas conocidas como las SS, subordinadas a Heinrich Himmler. En historiador Raul Hilberg –quizás el más relevante investigador sobre el genocidio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial– confirma que la organización dirigida por Bandera colaboró de forma significativa para la detención y posterior ejecución de gitanos y judíos dentro de la entonces República Socialista de Ucrania. Se calcula en más de un millón y medio de asesinados, la mitad niños menores de 13 años.
Los encargados de esas matanzas eran los Einsatzgruppen (equipos móviles de matanzas), responsables del denominado genocidio de las balas, alternativo y complementario al de las Cámaras de Gas. Una de esas matanzas, realizada en Kiev, es conocida como la de Babi Yar, donde fueron asesinados en septiembre de 1941, a 33771 judíos, la mayoría de los cuales eran mujeres, niños y ancianos, debido a que los varones habían sido movilizados por el Ejército Rojo. Los crímenes fueron llevados a cabo gracias a los colaboracionistas de la OUN, la organización que comandaba políticamente el oficial ucraniano de las SS nombrado como héroe nacional en 2010. En Lviv (Leópolis) se emplazó el monumento de siete metros en homenaje a Stepan Bandera, el líder de las Waffen-SS Galizien.
Las conversaciones privadas de Hitler fueron registradas por Heinrich Heim, Henry Picker y Martin Bormann, y compiladas por Hugh Trevor-Roper. En una de sus intervenciones, el cabo austráco señaló, el 5 de julio de 1941, que “Por instinto, el ruso no va a una forma de sociedad superior (…) La energía y la opresión son necesarias para dominar al ruso (…) igual que a los equinos.” Su historia parece demostrar que son difíciles de domesticar. Masacraron a 27 millones de ellos en la Segunda Guerra Mundial, los rodearon con bases de la OTAN, les volvieron a declarar la guerra cuando nombraron a Stepan Bandera héroe nacional pero ahora desfilan orgullosos, inaugurando un Nuevo Orden Global. Deben ser caballos indómitos.