La guerra es un negocio, donde Trump veta a los europeos
Isabella Arria
Pese a su apuesta radical por una Europa independiente militarmente de Washington, a ninguno de los líderes de la Unión Europea se le pasa por la cabeza que en estos momentos se pueda dar un paso efectivo en lo que se refiere a la guerra de Ucrania sin contar con la Casa Blanca y Donald Trump.
Así quedó reflejado en la reunión en Madrid del llamado G5+(Alemania, España. Francia, Italia, Polonia, Reino Unido y Ucrania, además de Kaja Kallas, jefa de la diplomacia europea) para impulsar la seguridad y defensa de la región ante la supuesta amenaza de Rusia.
Dos de los políticos europeos más antirrusos, Kallas y el el canciller francés Joan Noel Barrot, pidieron a EEUU que presiones para que Rusia acate un alto el fuego. La diplomacia europea demuestra su incapacidad para avanzar en esta crisis, más allá de la celebración de reuniones y pomposas declaraciones mientras Trump parece que va perdiendo su paciencia: arremetió contra Moscú y Kiev por su “poca voluntad” para avanzar hacia la paz (su paz).
El presidente estadounidense no encontró mejor forma de presionar que amenazar a los rusos con más aranceles comerciales a sus hidrocarburos si no aceleraba el alto el fuego y a Ucrania le recriminó el domingo a bordo de su avión presidencial por tratar de cambiar sobre la marcha el principio de acuerdo por el que debía compartir con EEUU los recursos naturales ucranianos.
“Si lo hace, tendrá serios problemas, muy serios”, amenazó directamente Trump a Zelenski. Según el borrador del acuerdo, EEUU obtendría la mitad de los beneficios de los recursos naturales de Ucrania, incluida la extracción y comercialización, el transporte y los sistemas ferroviarios y portuarios. El acuerdo recuerda que Ucrania debe devolver con intereses a EEUU la ayuda militar durante tres años de guerra: no había nada de desinterés en la “ayuda”.
Washington, además, tendrá la capacidad de vetar el acceso de empresas de otros países a la explotación, serio problema para las aspiraciones ucranianas de incorporarse a la UE. Fue un ultimátum a Zelenski para que elija engtre Europa y Estados Unidos. Y Trump remató advirtiéndole: “Ucrania quiere ser miembro de la OTAN, pero nunca lo será”
Este nuevo distanciamiento favorece la estrategia rusa de desacreditación de Zelenski, en un escenario donde aun existe un apoyo europeo a Zelenski y una animadversión del gobierno de Washington hacia la UE. Hoy, por desgracia para Zelenski, su dependencia de la voluntad de EEUU es mayor que al comienzo de la guerra. Ahora está en juego no ya la pérdida de más o menos territorio, sino la propia supervivencia política del líder ucraniano.
Mientras, la guerra continúa: los europeos hacen alboroto para defender su participación en las negociaciones y apoyar a Ucrania “hasta el final” e intensificar el rearme contra una “Rusia amenazante e imperialista”. Lo cierto es que la ayuda inmediata que ofrecen no es determinante para inclinar la balanza.
El rearme europeo beneficia a EEUU
Las compras de armamento anunciadas por la Comisión Europea seguirán beneficiando al complejo militar industrial de Estados Unidos, por lo que la jugada del gobierno de Donald Trump es evidente: obligar a la UE a comprar armamento para revitalizar económicamente a su industria de guerra, advierten loa analistas europeos.
El grado de dependencia de los países de la Unión Europea en materia armamentística respecto a Estados Unidos es definido como “alto y creciente”, especialmente en sistemas críticos como aviones de combate, defensa aérea y tecnología avanzada.
Un estudio de del Instituto Internacional de Investigación por la Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés), en 2024 más de la mitad del volumen de armas importado por los países europeos venía de Estados Unidos, frente al 41 por cien en el período 2015-2019. En algunos países como Holanda, Polonia o Reino Unido, esta dependencia supera el 90% para sistemas específicos
Según el informe, las áreas críticas con mayor dependencia son la aviación militar, la defensa aérea y la industria de misiles. El 60 por cien de los aviones de combate europeos son estadounidenses (F-35, F-16, F-18), y sólo Francia y Croacia operan aviones 100% europeos (Rafale). El 75% de las baterías antiaéreas en Europa para 2035 serán estadounidenses (Patriot) o israelíes, frente a opciones europeas como el SAMP/T NG 13. Y sistemas de misiles como los HIMARS o los misiles Tomahawk dominan sobre alternativas europeas.
La autonomía estratégica, tradicionalmente anclada en el corazón de la estrategia de defensa francesa, basaba el potencial militar y disuasorio de un país en su capacidad para asumir el diseño y la fabricación de material de defensa para sus fuerzas armadas.
Pero la gran mayoría de países de la Unión Europea, en cambio, rechazaron esta doctrina pues estaban seguros del apoyo de Estados Unidos y sus ejércitos en caso de conflicto en Europa, incluso en el ámbito de la disuasión. A partir de ese momento, en Europa se aceptó una dependencia tecnológica más o menos significativa en términos de equipamiento militar, así como en el diseño local de armamento.
El análisis concluye que al menos hasta el 2035, la Unión Europea seguiría dependiendo estructuralmente y en áreas críticas de la industria militar norteamericana, por lo que cualquier discurso que hable, por ahora, de romper esta dependencia es, simplemente, una frase hueca para el entretenimiento del gran público.
*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)