Empleo en el Mundo 2025: La recuperación del mercado laboral pierde fuerza
Un nuevo informe de la OIT
Eduardo Camín
Las tensiones geopolíticas, el aumento de los costes del cambio climático y los problemas de deuda sin resolver están poniendo bajo presión a los mercados laborales, asegura la Organización Internacional del Trabajo. La economía mundial se está desacelerando, lo que dificulta la plena recuperación de los mercados laborales, según el nuevo informe sobre Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2025.
Según el estudio, en 2024 el empleo mundial se mantuvo estable y sólo creció gracias al aumento de la población activa, lo que mantuvo la tasa de desempleo en el 5%. Sin embargo, el desempleo juvenil apenas mejoró y se mantuvo en el 12,6%. El trabajo informal y la pobreza de los trabajadores volvieron a los niveles anteriores a la pandemia, y los países de bajos ingresos fueron los que tuvieron más dificultades para crear empleos decentes.
Retos para la recuperación
El informe señala retos como las tensiones geopolíticas, el aumento de los costes del cambio climático y los problemas de deuda sin resolver, que están sometiendo a presión a los mercados laborales. Aunque la inflación ha disminuido, sigue siendo elevada, lo que reduce el valor de los salarios, señala. Los salarios reales sólo han aumentado en algunas economías avanzadas, y la mayoría de los países aún se están recuperando de los efectos de la pandemia y la inflación. La tasa de participación en la fuerza de trabajo disminuye, sobre todo entre los jóvenes.
Menos trabajo
Las tasas de participación en la fuerza de trabajo han descendido en los países de renta baja y han aumentado en los de renta alta, sobre todo entre los trabajadores de más edad y las mujeres. Sin embargo, las diferencias entre hombres y mujeres siguen siendo grandes, con menos mujeres en la población activa, lo que limita los avances en el nivel de vida.
Entre los hombres jóvenes, la participación ha disminuido drásticamente, y muchos de ellos no cursan estudios, ni trabajan, ni siguen una formación. Esta tendencia es especialmente pronunciada en los países de renta baja, donde las tasas de “NiNis” entre los hombres jóvenes han aumentado casi 4 puntos porcentuales por encima de la media histórica anterior a la pandemia, lo que les hace vulnerables a los retos económicos.
Las tasas de “ni-nis” en los países de renta baja aumentaron en 2024, con 15,8 millones de hombres jóvenes (20,4%) y 28,2 millones de mujeres jóvenes (37,0%), lo que supone un incremento de 500.000 y 700.000, respectivamente, con respecto a 2023. A nivel mundial, 85,8 millones de hombres jóvenes (13,1%) y 173,3 millones de mujeres jóvenes (28,2%) eran “NiNis” en 2024, lo que supone un aumento de 1 millón y 1,8 millones, respectivamente, con respecto al año anterior.
El déficit mundial de empleo asciende a 402 millones
El déficit mundial de empleo -el número estimado de personas que quieren trabajar, pero no tienen trabajo- alcanzó los 402 millones en 2024. Esto incluye 186 millones de desempleados, otros 137 millones que son principalmente trabajadores desanimados y 79 millones a los que les gustaría trabajar pero que tienen obligaciones, como el cuidado de otras personas, que les impiden acceder a un empleo. Aunque la brecha se ha ido reduciendo gradualmente desde la pandemia, se espera que se estabilice en los próximos dos años.
Nuevas oportunidades en los sectores ecológico y digital
El estudio identifica un potencial de crecimiento del empleo en las energías verdes y las tecnologías digitales. Los empleos en energías renovables han crecido hasta los 16,2 millones en todo el mundo, impulsados por la inversión en energía solar y de hidrógeno. Sin embargo, estos puestos de trabajo están desigualmente distribuidos, con casi la mitad en Asia Oriental.
Las tecnologías digitales también ofrecen oportunidades, pero muchos países carecen de la infraestructura y las competencias necesarias para beneficiarse plenamente de estos avances, señala el informe.
Soluciones innovadoras
El Director General de la OIT, Gilbert F. Houngbo, subrayó la urgente necesidad de actuar. «El trabajo decente y el empleo productivo son esenciales para alcanzar la justicia social y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para evitar exacerbar la ya tensa cohesión social, los crecientes impactos climáticos y el aumento de la deuda, debemos actuar ahora para abordar los desafíos del mercado laboral y crear un futuro más justo y sostenible», afirmó.
El informe hace algunas recomendaciones para afrontar los retos actuales:
Aumentar la productividad: invertir en formación, educación e infraestructuras para apoyar el crecimiento económico y la creación de empleo.
Ampliar la protección social: proporcionar un mejor acceso a la seguridad social y a unas condiciones de trabajo seguras para reducir la desigualdad.
Utilizar eficazmente los fondos privados: los países de renta baja pueden aprovechar las remesas y los fondos de la diáspora para apoyar el desarrollo local.
Entre los diagnósticos y la realidad
Es una realidad insoslayable que se perpetua en cada informe, y nos genera el sentimiento de que la presente criba del pasado, y lo que dé él se toma, lo que en él se ve, no suele ser más que la proyección de sus preocupaciones cada vez más consecuentes.
Aunque a veces ni siquiera eso, sino tan solo una rutina. Rutina admirable, por cierto, que se establece en el denominador común de los informes, constatando una vez más que el panorama es harto difícil en la coyuntura actual. Pero el quid de la cuestión ese que no ingresa a los debates, el que no aparece en los informes ese que se soslaya entre comentarios en el bar junto al cafecito de los delegados del mundo entero, constituye el núcleo central del problema es decir el sistema capitalista.
En el cual predomina el paradigma del desarrollo dominante, que descansa en el crecimiento incesante de la producción de bienes y servicios cuya finalidad última es el consumo, y cuya amplitud y profundización se realiza a través del juego de las fuerzas invisibles “libres” del mercado en espera que irradien a toda la sociedad estándares de consumo y niveles de ingreso superiores a las necesidades básicas.
Este tipo de desarrollo ha producido una realidad muy diferente a la pregonada por el modelo: desigualdad social, y entre géneros, violencia, destrucción del ambiente y contaminación general son algunas de las características más salientes. Sin dudas que es un hecho real que los cambios transformadores en el mundo del trabajo traen consigo oportunidades y desafíos, y las crisis múltiples y actuales han tenido un profundo impacto en la protección de los trabajadores.
Las tensiones geopolíticas, la pandemia de Covid-19, el impacto del cambio climático y las crisis económicas y financieras que afectan al costo de la vida han agravado los déficits preexistentes de trabajo decente, aumentado la pobreza y exacerbado las desigualdades, dentro de los países y entre ellos.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de
Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategia.la
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