El engaño de hablar de castas y corrupción siendo parte de las mismas

Argentina: Crisis estructural

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Jorge Marchini

En forma inmediata, y con distintas perspectivas, los analistas han coincidido en afirmar que la aprobación de la ley Bases el 12 de junio en el Senado fue un hecho trascendente y liminar. Aunque en forma maltrecha, se trata de la primera ley que logra en el Congreso Nacional el gobierno de Javier Milei, a medio año de haber asumido.

Foto: Luis Angeletti.

De todas formas, más allá de eufóricas interpretaciones oficiales sobre “un triunfo impresionante”, el hecho de que la aprobación derivó de una jornada que sumó improvisadas negociaciones a escondidas para sumar apoyos, variopintos discursos contradictorios, una votación dividida y una represión salvaje fuera del Congreso, implica suponer que la evidente polarización de posiciones no sólo no tiende a atenuarse sino se profundizará en el próximo periodo. Varios son los motivos para así interpretarlo.

Lo que vendrá

No está claro qué ocurrirá cuando lo decidido en el Senado vuelva con modificaciones a Diputados. La aprobación no incluyó modificaciones en Ganancias y Bienes Personales, que «uedaron en el camino», lamentó el jefe de gabinete. El gobierno los suponía puntos esenciales para aumentar ingresos tributarios ante la sensible caída de impuestos vinculados a la actividad económica (IVA, contribuciones a la seguridad social).

En tanto, la recesión tiende a profundizarse con el crecimiento de la desocupación y no tiene visos de revertirse en los próximos meses, pese a las fantasías de Milei y de su hasta ahora ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, de haber llegado al punto más bajo de la caída y comenzado la recuperación económica.

La perspectiva de más y peor de lo mismo y la intención de profundizar el ajuste regresivo en lo social quedan en evidencia con la amenaza de veto presidencial a la fórmula de ajuste de jubilaciones, con media sanción de Diputados. Representaría una aumento del 8,1%, que significaría sólo una recuperación limitada a lo perdido en valor real a lo largo de la gestión Milei.

Es ya abiertamente reconocido que la tendencia al descenso de la inflación (4,2% minorista en mayo) podría revertirse en el próximo período por medidas del propio gobierno, como impulsar el aumento de tasas de interés y generar mayor endeudamiento público especulativo, mayores incrementos tarifarios y un no descartable –hasta ahora negado– salto devaluatorio, exigido al gobierno por el FMIa cambio de la continuidad del apoyo.

Aun cuando el Banco Central logró evitar del pago inmediato, en junio y julio, de un equivalente a casi 5.000 millones de dólares a su contraparte en China, al extenderse por 12 meses el acuerdo del crédito recíproco (swap) suspendido por fanatismo ideológico anticomunista, la cobertura de compromisos financieros crecientes en divisas para los próximos meses en el área afín capitalista tampoco está garantizada.

En tal sentido, resulta significativo el informe difundido esta semana por la calificadora de riesgos Fitch, que caracteriza a la Argentina por su “incumplimiento de emisor de largo plazo en moneda extranjera” y señala que una reestructuración de bonos u otro evento de incumplimiento de algún tipo parece probable en el futuro “dada la persistente incertidumbre sobre la capacidad del soberano para lograr una acumulación sostenida de reservas internacionales y recuperar el acceso a mercados de capital globales y, por lo tanto, realizar grandes pagos de bonos en moneda extranjera que vencen en los próximos años”.

Lo que se necesitará

Para toda sociedad, el concepto de crisis no se relaciona sólo con lo económico sino también con los desafíos colectivos comunes para afrontar grandes escollos y cambios inmediatos y de largo plazo. Como ha puesto en evidencia el debate y la movilización en relación a la ley Bases, se expresa la crisis cuando las alternativas que se plantean son de mayor regresividad para grandes mayorías y se hipoteca la soberanía nacional.

Se habla de crisis cuando deja de existir la certidumbre, la confiabilidad y la posibilidad de un orden que permita a individuos y sectores de la comunidad saber que sus comportamientos y prácticas son equitativos y compartidos colectivamente. Lo ocurrido en los últimos días en el Parlamento ha clarificado de qué trata el engaño de referirse a “castas” y corrupción siendo parte de ellas, y el salvajismo de su comportamiento. No sólo lo payasesco sino también la decadencia moral y la perversión represiva quedan al descubierto.

Como ha ocurrido en otros momentos clave de nuestra historia, se trata de una encrucijada. El país no se encuentra ante una crisis circunstancial, sino estructural. Es necesario ponderar y elaborar nuevas bases y propuestas unitarias convocantes para superar el círculo vicioso del más de lo mismo. Las disputas se ahondarán en los próximos meses. Serán imprescindibles respuestas realistas claras y contundentes, no politiquería impresionista electoral.

* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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