Argentina: ¡qué extraña evolución de la poca patria que nos queda!
Juan Guahán
No quedan dudas que el territorio que hoy está contenido dentro de los límites de lo que se conoce como Argentina guarda una historia y expectativas que están muy lejos de la realidad que nos atraviesa. Empezando por los 3.761.274 de kilómetros cuadrados que conforman la parte emergida.
De ellos 2.791.810 de kilómetros cuadrados corresponden al territorio del continente americano y el resto forman parte del continente antártico y están en disputa. Todo ello sin contar con el Mar Argentino (940 mil Km2) y la Plataforma Continental Submarina (1 millón 700 mil, Km2). A partir de esa complejidad, nuestra historia está cargada de paradojas. En esas incongruencias es posible que encontremos algunas explicaciones a esta dura realidad.
En los días que corren, tal vez, el más dramático y llamativo absurdo sea la inmensa riqueza que albergan estas tierras y la dura realidad cotidiana del hambre y la miseria que afecta a porciones importantes de la población de estos parajes. Algunas de esas contradicciones nos acompañan desde el momento mismo de nuestra independencia.
Cornelio Saavedra, el Presidente de la Primera Junta de Gobierno, designada en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810, era oriundo de Potosí, Virreinato del Perú. Su abuelo, un General que llevaba el mismo nombre y apellido estuvo al frente –décadas después- de las fuerzas chilenas que persiguieron a los araucanos en lo que se puede considerar como la “Campaña al Desierto” del otro lado de la cordillera.
La sangre derramada por nuestro pueblo pobre y las desobediencias de José de San Martín y Manuel Belgrano, los patriotas mayores de la poca Patria que nos queda, explica que todavía tengamos territorio propio.
Ahí tenemos a Andresito Guazurarí y su ejército, mayoritariamente compuesto por guaraníes, guerreando contra fuerzas al servicio de intereses lusitanos. Ese sacrificio permitió que Misiones sea hoy parte de nuestro territorio.
Tales sacrificios y rebeldías no alcanzaron para constituir la Unidad de Nuestra América. Belgrano, cumpliendo con las directivas portuarias del Primer Triunvirato, dirigió el conmovedor “Éxodo del pueblo Jujeño”, de un modo semejante a lo que había hecho José Gervasio Artigas con cerca de 20 mil compatriotas montevideanos. En el caso jujeño, un pueblo entero se fue.
Pero antes destruyó sus propias viviendas y todo aquello que no pudiera llevar, para que el ejército español no pudiera aprovecharse de su superioridad militar. Llegado a Tucumán, a pedido del pueblo tucumano, desobedeció la orden de retroceder hasta Córdoba. Las victorias de Tucumán y Salta evitaron que los españoles controlaran la mayor parte de nuestro territorio, premiando el valor de aquella decisión.
La desobediencia sanmartiniana es aún más potente y gloriosa. Se negó sistemáticamente a cambiar el objetivo del ejército que preparaba al pie de la cordillera en Mendoza, para destinarlo a combatir a los caudillos internos. Por eso San Martín le escribió a Artigas una carta, secuestrada por agentes del puerto, en la que le decía: “Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieran atacar nuestra libertad”.
Esos “rebeldes” estaban decididos a no pagar un solo peso de deuda externa y expropiar riquezas para ponerlas al servicio de todos. Esas ideas interesaban a quienes integraban sus ejércitos de negros, indios y criollos pobres. Por eso, desde el poder administrativo del puerto, fueron marginados y negados los apoyos necesarios.
Hace una semana recordamos el 9 de julio. Se conmemoró un nuevo aniversario de la Declaración de nuestra Independencia. Ese hecho, clave para entender los sucesos posteriores, es un punto de inflexión en nuestra historia y los efectos de algunos acontecimientos.
San Martín, Belgrano y Güemes presionaron sobre el Congreso para la Declaración de la Independencia. Esa posición fue explicitada por Belgrano en la sesión del 6 de julio, al comparecer ante los congresistas. Allí planteó dos cuestiones de suma importancia: Proclamar a Cuzco, como capital del nuevo país y dentro de un régimen de monarquía moderada poner a un hermano de Tupac Amarú al frente de la familia real. Estas propuestas alegraron a los pueblos indígenas, que mayoritariamente poblaban esa región. Inicialmente la mayoría de los congresales compartía esas propuestas, también avaladas por San Martín y Güemes.
Luego, una campaña de la prensa porteña y algunos congresales comenzaron a enredar la cuestión y el tema fue entrando en un cono de sombra. Finalmente, muchas actas se perdieron y con el Congreso trasladado a Buenos Aires, el tema se diluyó y no se habló más de la cuestión. Ese consenso inicial del Congreso hubiera significado la referencia a un país alejado del predominio portuario como terminó siendo.
El Acta Final del Congreso de Tucumán remite a un “Congreso General de representantes de las Provincias Unidas en Sud América”. Tal denominación dejó de existir y fue reemplazada, primero por las “Provincias Unidas del Río de la Plata” y más tarde como “Argentina”, tal como hoy se la conoce.
Es imposible saber cómo habría sido nuestra Patria si se hubieran respetado las cuestiones planteadas por Belgrano y que fueron fortalecidas por hecho de haberse difundido sus conclusiones en lengua español, junto a otras dos lenguas indígenas.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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