Los desprecios: escenas argentinas de inflación

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Matías O. Feito

“(…) la inflación no tiene buenas maneras conmigo, ¿por qué yo las voy a tener con los que me hacen eso?”

Alberto Ure

Indefensos a los aumentos de precios, a los efectos que nos aíslan de los otros ante la conquista de una mercancía que sigue en escalada. Indefensos a los modos de simbolizar nuestros días en inflación. Lo ya consumido, cuesta cada mes más reponerlo. Las condiciones de vida de gran parte de población atadas a salarios, ingresos o jubilación, tropiezan un escalón más mientras una aristocracia financiera va a las corridas.

La alteración del orden de las cosas nos deja a la intemperie de un proceso complejo que está en relación a otros problemas también, las plagas no suceden solas y las causas tienen “n” cantidad de motivos.

Este artículo se encuentra inmerso en la inflación. Por eso no es un análisis económico sobre esa noción, sólo un intento de preguntarnos sobre sus efectos en distintos modos de simbolización que encontramos en escenas escritas o imágenes. La metáfora económica funciona desde nuestros comportamientos mismos (y diferentes) perdiendo las referencias que inflan, transfieren y desprograman en las relaciones de fuerzas que estamos involucrados diariamente.

Ciafardini: Génesis, Apocalipsis y la inflación por los cielitos

Entre los últimos escritos de Horacio Ciafardini, encontramos una serie de tres artículos sobre inflación publicados antes de su repentina muerte en 1984. Fue durante los primeros años de prisión en la dictadura cívico-militar, seis largos años, donde sólo disponía de una lectura: la Biblia.

Tal vez, por esa razón, encontramos estas citas cuidadosamente seleccionadas de la Biblia: “Y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviera la señal, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13, 17); y “Aquí la sabiduría. El que tenga entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es número de hombre, y su número es seiscientos sesenta seis” (Apocalipsis 13, 18).

¿Qué es la “bestia”? Ciafardini afirma que es el dinero y para eso retoma otra cita de la Biblia que funciona de “clave identificatoria de la bestia”: “El peso de oro que Salómon tenía como renta cada año eran seiscientos sesenta y seis talentos de oro” (Reyes 10, 14). Ese número en otras latitudes representa nuevos horizontes, nada cierra la bestia. Incluso la tradición cristiana (Pablo de Tarso) sugiere que no debe ser detenido el adversario porque luego va a advenir el esperado final de la victoria.

Apocalipsis de los procesos inflacionarios. Aun así, Ciafardini nos da una puerta de entrada al problema: ¿cuál es el “origen” de la inflación? En sus artículos comprende la complejidad del proceso como la “ley de Gresham”, “aceleración de la circulación”, “disminución de la “torta””, la reducción del dinero envilecido a la función de circulación, etc., como también la crítica a la formulación tautológica de los precios y la cantidad de dinero. Aclara que la definición de aumento de los precios generalizados, confunde y oculta el precio de la fuerza de trabajo (salario) que queda postergado, como también los ingresos de trabajadores independientes y fracciones de empresarios con dificultades en la inversión.

¿Cuál es el origen? Ubica la mirada en la alianza social que obtiene ganancias extraordinarias, una oligarquía asociado a capitales extranjeros y agazapada en los resortes del aparato estatal. ¿Cómo liberarse de la inflación? Nos comparte varios elementos, “equilibrio presupuestario”, “eliminación de toda venalidad en el aparato del Estado”, “eficacia de la recaudación” y “remoción de trabas que impiden que la producción crezca”. Ahora lo más apocalíptico para algunos: “medidas drásticas que incluyeron importantes expropiaciones”. La cuestión abierta es en qué direccionalidad es una quita.

 Richter: superposición y muchos 00000000000000000000

En el cortometraje “Inflación” de Hans Richter (1928) suceden ceros y rostros en movimiento que van acelerándose. Parece difícil encontrar antagonismos entre la superposición y el ritmo acelerado de las imágenes.

Si nos detenemos en la superposición como figura, lo más simple es preguntarnos por el lugar de la noción de posición. Una sobre otra, las posiciones se suman: el montaje. Sí el dinero ocupa el lugar de interposición entre mercancías, estableciendo una autoridad y unidad de medida en las relaciones sociales de intercambio, en el proceso social de inflación los billetes se superponen, uno sobre otro, se apilan, para enfrentar a la mercancía en la compra-venta.Nuevos billetes argentinos: uno por uno, quiénes son los próceres que  reemplazarán a los animales

En los billetes, en los reversos y anversos, encontramos rostros de soberanos y números. Tras los billetes, las personas que lo llevan, lo portan, los trasladan. Los rostros en Richter remiten a relación social. Está quién no puede comprar los medios de vida y termina mendigando. Están los billetes amontonados de quienes quieren comprar y cada vez obtienen menos. El derrumbe sucede tras ceros y ceros.

El subtítulo del cortometraje “Un contrapunto de personas en declive y ceros en crecimiento” funciona de busca-polo al antagonismo que no supimos percibir.

Canetti: los millones despreciados

Elías Canetti afirma que en los efectos que ejerce sobre las poblaciones “fuera de guerras y revoluciones, no hay nada que en su envergadura sea comparable a las inflaciones”. El dinero como “símbolo de masa” nos acompañara en esta escena.

Nos cuenta que las personas que “sólo viven para su dinero, el tesoro ocupa el lugar de la masa humana”. Estas historias de avaros, según el autor de esta escena, están vinculadas a los dragones de los cuentos que cuidan un tesoro y a los millonarios de hoy. Del tesoro al millón encontramos un pasaje.

El millón puede pensarse en un doble carácter: dinero y personas. Ambos también pueden conseguirse con especulaciones. ¿Y en una inflación? Nos dice que la “unidad monetaria pierde repentinamente la personalidad” comparable al movimiento de la huida. El tesoro deviene en su opuesto, la confianza en la moneda se desvanece.

Canetti señala “una doble devaluación que surge de una doble identificación. El ser singular se siente devaluado, porque la unidad en la que confió, que respetaba al igual que a sí mismo, ha comenzado a desbarrancarse. La masa se siente devaluada porque el millón está devaluado”. La confusión reina, se unen las fracciones sociales más dispares o grandes fracturas de un sólo golpe.

El pilar de apoyo que puede reunir a la masa de inflación lo constituye “un proceso dinámico de rebajamiento”: “que pueda despreciarse de la misma manera en que uno mismo fue despreciado”. El ejemplo es el procedimiento que encontró Hitler, “es está inflación como fenómeno de masa la que descargaron sobre los judíos”.

La inflación en su relación de fuerza: las fuerzas despreciadoras

La inflación se diferencia cualitativamente de la hiperinflación, según Silvia Sigal y Gabriel Kessler, “por cuanto afecta el fundamento mismo de las interacciones sociales”. Los autores exploran sobre las microdecisiones y advierten sobre los efectos inflacionarios en las dimensiones temporales (“se contrae el horizonte temporal dentro del cual los actores organizan sus estrategias”) y espaciales (“ampliación del espacio sociopolítico significativo”).

Sobre el “trauma inflacionario” (hiperinflación 1989-1990 en Argentina) se impuso el Plan de Reforma del Estado (marzo 1990) y el Pan de Convertibilidad (abril 1991) en el gobierno de Carlos Menem y su Ministro de Economía Juan Domingo Cavallo. El disciplinamiento impuesto no se explica sin la desprogramación social a través de un trauma en las relaciones de intercambio y propiedad.

La dimensión poder asume en la amenaza de muerte (Canetti) una de sus formas más crueles. En un proceso donde sucede el mecanismo de poder que podemos llamar de “guerra social”, de todos contra todos, y se desata una lógica especulativa de los comportamientos en toda la escala social. Perdida de previsibilidad en las decisiones como también de “avivadas” de quienes se benefician, instalan el canibalismo como comportamiento consistente con la fracción financiera que hegemoniza.

Lo que mata es la velocidad y aquello que no se puede intercambiar. Esa parte maldita es la apropiación privada. Al vulnerar el orden de las cosas altera el orden de los cuerpos, nuevos ordenamientos sociales se producen tras la iniciativa de la aristocracia financiera.

¿Tiempo inflamable? ¿Propagaciones? El grado económico-corporativo en un proceso inflacionario puede funcionar como potenciación de las luchas de la clase obrera y el campo del pueblo, pero también encerrándolas en la puja, de la que todos hablan, sin afectar la direccionalidad política de los grupos económicos y su orden de las cosas. A los formadores de precios y los desprecios de los formadores, se los desorienta en el ámbito de la producción de alianzas eficientes y políticas efectivas desde lo más altos grados de organización y conciencia.

Notas para continuar: la palabra en inflación

Sin freno, la inflación de alimentos alcanzó un récord de los últimos cinco  años - El CronistaLa reducción del dinero a medio de circulación, despreciando las funciones de patrón de valores, y de medio de pago y atesoramiento (reserva), a otra moneda más “confiable” o “verdadera”. No olvidemos que el dinero es una mercancía especial excluida en función de construir y reproducir una equivalencia entre el resto de las mercancías. Lo que Marx llama “un simple pedazo de papel simbólico” que “de simple peón que era se le convierte en dios de las mercancías”.

En la inconvertibilidad el “papel simbólico” esta desatado de referencia o cosa que fija su valor, sólo se establece en la diferencia las posiciones con otros papeles simbólicos en un juego de diferimientos. Esta lógica no está liberada del dominio en su juego de espaciamiento y temporalización, “como juega el gato maula con el mísero ratón”. Un fetichismo completo: D-D’.

Lo que denominamos dinero “verdadero” en relación a un billete que cumple la función de patrón de valor y/o atesoramiento. Encontramos una operación que consistiría en el reemplazo ante la crisis de representación por otra autoridad más efectiva. Un amo por otro amo, un déspota por otro déspota más “verdadero”. En el modo de simbolizar un comportamiento inflacionario donde se descomponen los intercambios cotidianos y surgen temporalizaciones y espacializaciones de especulación furtiva. No más que poner la mirada atenta en la construcción de este reemplazo de lo “viejo que muere” al fenómeno morboso, en un movimiento de huida hacia un amo de “verdadero” poder.

Todos estamos afectados por estos procesos de inflación en relación a los equivalentes generales del poder. También estas palabras que comienzan su metamorfosis, letra por letra pierden al lector, zhhee pyyyerrrrdenm emm hhhinflahhhcióhhhn…

[*] Investigador del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO, www.cicso.org), Argentina, invitado por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (www.estrategia.la).

 

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