Inflación y devaluación: en Argentina faltan propuestas convocantes y realistas

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Jorge Marchini

Tres anuncios de enorme trascendencia ganaron particular atención en los últimos días. Han sido el de la inflación del 8,4 % en abril, las nuevas medidas y gestiones presentadas por el ministro Sergio Massa y, por supuesto, la reafirmación epistolar por parte de Cristina Kirchner de que no será candidata en las elecciones del presente año.

El marco general de empeoramiento económico, financiero y social de la Argentina refiere un hilo conductor integrador: la confrontación de diagnósticos y tomas de posición que no son neutrales, expresan intereses en juego en la sociedad.

Las visiones y respuestas en relación con interrogantes básicos son también campo de disputa: ¿por qué tanta inflación y a quiénes golpea y a quiénes beneficia? ¿Cuáles son los motivos de las corridas y presiones financieras y cambiarias? ¿Qué propuestas plantean las opciones políticas como alternativas, tanto inmediatas como de largo plazo?

Los ocultamientos

Un discurso repetido por parte de dirigentes empresarios, políticos y economistas, en los grandes eventos, en los últimos meses en la Argentina del establishment local y multinacional (Conferencia UIA, Coloquio IDEA, Foro Llao Llao, AmCham Summit) es que «todos perdemos con la inflación». Se ha hecho y hace mención en forma reiterada a la necesidad de «contener el desborde» y «hacer los ajustes duros que correspondan sin más demora».

Se expresan argumentos sin consistencia objetiva, pero basados en lugares comunes, sobre el «desborde del gasto público» y «la emisión monetaria» y, hasta en forma más desvergonzada, “los altos costos laborales».

En relación con el déficit público, que se lo suele identificar en forma automática con el gasto social (jubilaciones, asignaciones, planes y otros programas), resulta necesario observar el siempre prolijo Análisis de Ejecución Presupuestaria de la Oficina que en su último informe (cifras a abril 2023) refiere: «Producto de un recorte en el gasto público, y a pesar de una merma en los ingresos totales, durante el primer cuatrimestre del año los déficits financiero y primario de la Administración Pública nacional cayeron 2,2 % y 9,3 % en términos reales, respectivamente, en relación con mismo período del año anterior».

Por desconocimiento o en forma intencionada, no se considera tampoco que la expansión de la base monetaria no tiene sustento en una mayor demanda agregada por parte por un festival de consumo de la mayoría del país, siendo que los ingresos populares y medios —en pesos— vienen cayendo en forma notoria en relación con la inflación.

La emisión monetaria no es debido a un desborde de adelantos de Tesorería para cubrir gasto público, siendo que este ha venido siendo crecientemente restringido por el acuerdo con el FMI. Sí son un factor de disloque sustantivo los pasivos remunerados del Banco Central (Leliq, pases) que benefician en forma concentrada a operadores financieros en forma garantizada y, más recientemente, al cubrimiento con liquidez de diferenciales cambiarios generados entre la cotización oficial y las especiales privilegiadas (dólar «agro», «tecno», «deudas privadas con el exterior», «Vaca Muerta»).

No es casual que, en un marco inestable, los mismos sectores más beneficiados por diferenciales cambiarios —cuya magnitud no se justifica por mayores costos o un análisis por producto y/o región de la menor producción por la sequía— no cumplan expectativas.

El dólar «agro» no produjo los mayores ingresos esperados de divisas al Banco Central por exportaciones realizadas, pero sí una disparada de referencia para aumentos de los precios internos. En paralelo, se multiplican maniobras de comercio exterior (sub-facturación de exportaciones, sobre-facturación de importaciones, triangulaciones, fugas de capitales) y aun mayores presiones y expectativas devaluatorias.

El desaguisado es grave. El analista estrella de La Nación, Carlos Pagni, aparente crítico de «un país al margen de la ley», ha llegado a reconocer que la distorsión cambiaria «produce incentivos en los actores económicos que van totalmente en contra de la salud de la economía». Aclara que la ilegalidad que implica el vaciamiento de las menguadas reservas del Banco Central y una caída abrupta de las condiciones de vida de la mayoría de la población «no se trata de la perversión de ningún actor». Una llamativa invitación al delito al existir un régimen penal cambiario.

Las gastadas imágenes de la «maquinita de emisión» y el endilgar a las demandas sociales que deben ser rechazadas, creadas por el gurú liberal de la segunda mitad del siglo pasado Álvaro Alsogaray, continúan siendo usadas displicentemente hoy por los Milei, Espert, Melconian, Cavallo y Lacunza, aunque falten a la verdad.

Las propuestas

La gestión de Sergio Massa se encuentra bajo dos problemas inmediatos enormes: la falta de divisas y la creciente inflación, para peor en año electoral. La expectativa de sus nueve meses a cargo de Economía ha sido estabilizar, tranquilizar y ganar confianza no solo aquí, sino también en el exterior. No ha alcanzado los resultados esperados.

Las últimas medidas anunciadas refieren nuevamente la esperanza de apoyo voluntario por parte de los mismos sectores para los cuales las mayores concesiones cambiarias directas e indirectas han impulsado el aumento de precios, pero no han generado mayores ingresos de dólares al país. La aceleración de la devaluación del dólar oficial, las mayores tasas de interés (a un 8,08 % para colocaciones bancarias a 30 días) y el fuerte incremento de las tarifas de los servicios públicos no pueden ser contrapuestas con medidas paliativas (“Ahora 12” para productos nacionales, o la incierta posibilidad de importar alimentos al país de los alimentos cuando justamente faltan divisas).

En su activismo de emergencia, Massa ha puesto esperanzas en lograr anticipos del Fondo Monetario Internacional. El FMI, en tanto, ha continuado exigiendo «un endurecimiento adicional de la política macroeconómica y modificaciones adicionales a la política cambiaria para salvaguardar la estabilidad macroeconómica». Como ha ocurrido repetidamente a lo largo de la historia de los 21 acuerdos previos con Argentina que derivaron en crisis mayúsculas, el Fondo sigue priorizando «la sostenibilidad de la deuda», no de la sociedad.

En forma alternativa, el ministro, político, tal vez candidato, aspira a una mayor extensión del uso de crédito comercial en yuanes con China (swaps) y la obtención de una garantía crediticia gestionada por Brasil a través del Nuevo Banco de Desarrollo de los países que conforman el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). En tal nivel, el juego está ya ingresando en otro escenario polarizado. Es el de la definición del posicionamiento de la Argentina y América Latina en la disputa geopolítica de China y Estados Unidos.

¿Queda tiempo?  Cristina Kirchner ha referido, en su última carta, la necesidad de «construcción de un programa de gobierno que vuelva a enamorar a los argentinos y las argentinas». Con toda certeza, por lo crítico del momento económico y político, este no debiera ser solo una enunciación de aspiraciones ideales, sino presentar objetivos, políticas, recursos y medidas concretas y convincentes para el apoyo social y su cumplimiento. La primera definición es muy elemental, pero no puede ser distorsionada; para quién y para qué se gobierna.

Un país cuyos abismos se profundizan entre una minoría beneficiada y privilegiada, y una gran mayoría de la sociedad dañada, frustrada, desconcertada, es campo propicio para la confusión. Quienes justifican el retroceso social, que extiende la pobreza y empuja a la indigencia, lo presentan como un «ajuste doloroso, pero necesario» para una «salida exportadora, ya que el mundo necesita alimentos, energía, minería que la Argentina dispone plenamente». Impulsan la desarticulación social y la entrega de recursos naturales como mecanismos funcionales de apropiación.

Guillermo Wierzba, en la última columna que escribiera para el El Cohete con el pertinente título “Construyendo el Programa», decía: «Particularmente en el del ‘saber’ económico es imprescindible dar el vuelco. Esos técnicos que lo saben todo pero no entienden nada invaden con un lenguaje que tiene la pretensión de la ‘objetividad’ la comunicación cotidiana. Lo hacen con el manto con el que esconden su posibilismo y conservadurismo, e imponiendo una única vía de política económica. Son los que van a recomendar hacer los deberes con el FMI y la abstinencia de la redistribución del ingreso sostenida desde la intervención estatal».

No se trata de elaborar un listado de promesas ambiguas para una plataforma electoral. Es preciso abrir caminos y generar propuestas convocantes y realistas para afrontar los enormes desafíos inmediatos y en perspectiva. No hay tiempo que perder. La inflación y la devaluación golpean y desarticulan a la sociedad, sobre todo a quienes tienen menos capacidad de protegerse.

 

*Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

 

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