Día de la Mujer: la lucha sigue, la desigualdad persiste
Isabella Arria
Cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, un día dedicado a la lucha por la igualdad, la participación y el empoderamiento de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad, en un mundo en el que la desigualdad de género no solo subsiste sino que se agranda.
Para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), este es el año de reconocer, bajo el lema “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género”, la contribución de las mujeres y las niñas de todo el mundo que apoyan los avances de la tecnología transformadora.
El 8 de marzo de 1908 marcó la historia del trabajo y la lucha sindical en el mundo entero: 129 mujeres murieron en un incendio provocado por su empleador en la fábrica Cotton, en Nueva York, Estados Unidos, luego de una huelga y ocupación de la fábrica en la que reclamaban los mismos derechos que sus compañeros varones: mismo sueldo por igual tarea y la reducción de la jornada laboral.
En 1910, se desarrolló la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en la capital danesa, Copenhague. El tema central fue el sufragio universal para todas las mujeres, y por moción Clara Zetkin, líder del “levantamiento de las 20.000”, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908.
Otro suceso que tiene un gran peso en la historia de la lucha por la igualdad de género es el que se produjo en el último domingo de febrero 1917 en Rusia, cuando las mujeres hicieron una marcha por “Pan y Paz”, en contra de la participación del país en la Primer Guerra Mundial. Días después, se desató la Revolución Rusa, por lo que el Zar tuvo que abdicar. Tras ello, el gobierno provisional ruso le dio a las mujeres el derecho de votar.
Lo curioso de este hecho histórico es que, en esa época, Rusia se regía por el calendario juliano, a diferencia del resto del mundo que utilizaba el gregoriano, según el cual la movilización rusa ocurrió el 8 de marzo.
Pasaron 115 años, pero los reclamos son similares a los actuales. Y no fue hasta 1977 cuando la Asamblea General de la ONU designó oficialmente el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer. En la Asamblea General de julio de 2010, la ONU creó ONU Mujeres, una entidad para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer cuya primera conmemoración fue el 8 de marzo de 2011 en el centenario del incendio de la fábrica de camisas.
En 2015, el “Ni Una Menos” revolucionó los compartimientos estancos de la sociedad machista latinoamericana. Las expresiones de mujeres surgidas a partir de la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos pueden ser tomadas como el inicio de una nueva ola del movimiento.
Luego, se viralizó en redes sociales la consigna #MeToo para denunciar acosos y abusos dentro de la industria cinematográfica de Hollywood. La iniciativa se propagó para sancionar las violencias en todos los ambientes de trabajo. ¿Estamos ante una nueva etapa dentro del feminismo? El Paro Internacional de Mujeres de este año también buscará meterse a nivel mundial dentro de esa discusión.
Desigualdad persistente
La ONU dio a conocer un nuevo indicador de desigualdad laboral de género que muestra un panorama mucho más sombrío del que se suponía. Entre las revelaciones desalentadoras destaca que a nivel mundial las mujeres únicamente reciben 51 centavos por cada dólar que ganan los hombres.
Además de los ingresos, el desempleo también tiene rostro femenino, pues 15 por ciento de las mujeres en edad de trabajar en todo el mundo quisieran tener un empleo, pero no lo tienen, cifra que se dispara a 24.9 por ciento en los países en desarrollo. Como ya es conocido, la situación laboral de ellas se agrava por la abrumadora desproporción en la cuota de trabajos domésticos y de cuidados no remunerados, la cual les impiden competir con los hombres en disponibilidad de horarios.
Sin igualdad financiera y laboral es imposible cerrar las brechas y alcanzar una emancipación verdadera, pues la debilidad económica se traduce fácilmente en una vulnerabilidad que coloca a las mujeres en situaciones indeseables de dependencia frente a padres o parejas sentimentales. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se requerirían 132 años para cerrar las brechas económicas de género al paso al que se avanza en la actualidad.
Ante la contundencia de los datos, es evidente la urgencia de acelerar el combate a la desigualdad en todos los terrenos, suprimir de una vez por todas la inequidad histórica y estructural que padecen las mujeres es tarea del Estado, la iniciativa privada, las organizaciones laborales, agrarias y de la denominada sociedad civil, las comunidades, las familias y las iglesias.
Las dos últimas siguen siendo en Latinoamérica pilares fundamentales de la socialización y la construcción del tejido comunitario, pero también refugios de un enorme conservadurismo y de ideologías sumamente nocivas para la realización de los derechos humanos de grupos oprimidos.
También el Poder Judicial y el aparato de justicia se encuentran entre los sectores que deben someterse a una exhaustiva revisión a la luz de la lucha por erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres.
Actualmente la violencia institucional es el uso arbitrario o ilegítimo de la fuerza que otorgan los espacios de poder, ejercida por agentes o funcionarios del Estado y que se expresa a través de diversas prácticas violentas de índole física, sexual, psicológica o simbólica.
En muchas latitudes el poder patriarcal mantiene un vínculo delictivo con las organizaciones criminales, por ello estas operan sin control ejerciendo una brutal violencia contra las mujeres, partiendo por el secuestro, la prostitución forzada, el martirio, el asesinato y la desaparición de los cuerpos, según denuncian las agrupaciones de familiares y amigas de las víctimas, y las ONGs especializadas en estas materias.
Si en los lugares de conflicto armado, los bandos en pugna ejercen violencia física, sexual y el asesinato de las mujeres del territorio, cosificando a las mujeres, transformándolas en trofeos, en las llamadas sociedades democráticas, las cifras de mujeres violentadas, torturadas y asesinadas por sus parejas o exparejas, sigue creciendo, y para la institucionalidad, la prensa y la opinión pública la situación se naturaliza como parte intrínseca de las relaciones humanas en la sociedad.
*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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