La guerra obliga a la UE a poner sus ojos, nuevamente, en Latinoamérica
Isabella Arria
La Comisión Europea lo tiene claro y lazó la alerta a sus miembros: El espacio que Europa va dejando libre lo ocupan rápidamente Rusia y, sobre todo, China. Lo cierto es que la guerra en Ucrania dejó a la intemperie el predicamento menguante de la Unión Europea y de Estados Unidos en el escenario internacional, especialmente, en África y en Latinoamérica.
Tras meses de guerra, los estrategas europeos saben que estos son dos bloques que en se resisten a secundar la ofensiva diplomática de Bruselas y Washington contra Rusia, y en muchos casos incluso la rechazan abiertamente.
En 1992, el Tratado de Maastricht confírió a la Unión Europea (UE) la tarea de desarrollar una política exterior y de seguridad común (PESC). Partiendo de esta última, el Documento básico sobre las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe, del Consejo Europeo, tenía por finalidad reafirmar el compromiso sostenido de Europa de ampliar y profundizar las relaciones con sus socios de la región americana.
Treinta años después, un documento de la Comisión Europea insta ahora a los socios de la UE a dar un salto cualitativo en la relación con Latinoamérica, donde, además, tiene la competencia histórica de Estados Unidos, que sigue considerando a la región como su patio trasero, indistintamente con gobiernos republicanos o demócratas.
Urge que Bruselas asuma plenamente la importancia geoestratégica de los 33 países latinoamericanos y caribeños, una zona con casi 700 millones de habitantes, con dos socios neurálgicos para la UE (México y Brasil), con tres miembros en el G-20, cuatro en la OCDE y dos economías con potencial para incorporarse al G-7, recuerda la Comisión.
Para el diario español El País, en el caso africano, el pasado colonial pesa en contra de los occidentales, sobre todo, de los países europeos. Pero en el latinoamericano, el desdén actual de la Unión Europea hacia esa parte del hemisferio pesa casi tanto o más que los desencuentros históricos.
En geopolítica, no existe el vacío. China, según el documento interno de la Comisión Europea, ha multiplicado por 26 la inversión en Latinoamérica en lo que va del siglo XXI y ha desplazado en muchos países a la UE o a EEUU como principal socio comercial.
Lo que preocupa muchos a los estrategas europeos es la constatación de que la presencia de Rusia también se ha redoblado en el terreno de la información, ya que no son pocos los parlamentos latinoamericanos y buena parte de las opiniones públicas las que asumen las tesis rusas sobre la amenaza ucrania y de la Europa occidental a la seguridad rusa.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha intentado contrarrestar la posición rusa, pero su mensaje no cala en Latinoamérica. Mantuvo un foro virtual en Chile, pero no en el Congreso sino en la Universidad Católica. Zelenski, figura coprotagónica del drama actual de su país, comprobó de primera mano que las tesis rusas habían seducido a Latinoamérica mucho antes de su discurso y pese al bombardeo informativo desde Estados Unidos y Europa occidental.
La negativa del Mercosur a recibir a Zelensky en su sexagésima cumbre presidencial realizada en Paraguay, es una confirmación de la posición ampliamente neutral de América Latina sobre el conflicto ucraniano. El excomediante ucraniano no fue bienvenido en el Mercosur.
La UE y Latinoamérica
La necesidad tiene cara de hereje: la Unión Europea, previendo una crisis energética y en la provisión de alimentos debido a la guerra en Ucrania, volvieron a mirar a América latina y específicamente al Mercosur y ahora es la que tiene prisa por alcanzar un acuerdo de asociación que incluya tanto el capítulo comercial, como uno político.
Hasta ahora los tomadores de decisiones del conglomerado europeo occidental no consideraban prioritarios asuntos como la seguridad y defensa ni las relaciones políticas y comerciales con el resto del mundo, pero la guerra en Ucrania y el hambre que va ganando terreno en las grandes ciudades, la mirada se tuerce hacia quienes pueden garantizarles la provisión de energía y de alimentos, señala Claudio della Croce.
Las consecuencias energéticas y alimentarias que ha provocado la guerra en Ucrania activaron y dinamizaron el cierre de las negociaciones con el bloque sudamericano. La expectativa de los europeos es poder concluir la negociación de forma definitiva y dar los pasos burocráticos necesarios para que el acuerdo entre en vigor a fines de 2023, cuando España ejercerá la Presidencia del Consejo Europeo.
La apuesta por la próxima presidencia de España, entre julio y diciembre del año próximo) se propuso enfrentar a la expansión del eje Pekín-Moscú en territorio latinoamericano, bajo el impulso del jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell.
Mientras aún resuena la fatídica frase del entonces rey español Juan Carlos al presidente venezolano Hugo Chávez (“y tú por qué no te callas”), lo cierto es que muchos países latinoamericanos se resienten por la falta de compromiso de la UE, que ni siquiera da seguimiento a los pactos alcanzados e incluso firmados.
Entre ellos, el tratado de libre comercio con Mercosur, la quinta mayor área de comercio del mundo, con Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, sigue sin novedades luego de tres años de haber cerrado. Pero también han quedado suspendidos en el aire los acuerdos de libre comercio con México y Chile (con México está terminada la negociación).
Para los analistas europeos, son los reflejos proteccionistas de algunos países –Francia en particular- los que han frenado los acuerdos. Para analistas latinoamericanos, la soberbia y el espíritu imperial subyacente, son los causantes de la frustración de los últimos años en los frustrados intentos de una mayor integración económica entre la UE y Latinoamérica.
Los legítimos intereses europeos se han esgrimido a menudo de manera espuria para justificar el portazo a toda una región que miraba de forma natural hacia Europa. Reconoce El País que Occidente, y la UE en concreto, no pueden permitirse perder aliados en un escenario internacional en el que se ha desatado una nueva batalla por las esferas de influencia.
La última semana, el expresidente y candidato presidencial brasileño Luiz Inácio Lula da Silva defendió la reindustrialización de Brasil y Argentina como prioridad para una renegociación de un preacuerdo comercial alcanzado hace tres años entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) pero aún no ratificado, a poco más de un mes de las elecciones en su país y en momentos de una renovada puja geopolítica mundial por la guerra en Ucrania.
Para Lula, el acuerdo con la UE “no es válido, porque ni siquiera se finalizó. No respeta lo que quiero para Brasil […] la negociación tiene que ser algo donde todos ganen. Uno no puede ganar y el otro no, nosotros sí no queremos abrir la mano de nuestro interés en la reindustrialización”, dijo.
La necesidad tiene cara de hereje. Hoy nadie puede prever cuándo finalizará la guerra y cuáles serán sus consecuencias para el “viejo continente”. Y cuando despertó la Comisión Europea vio que América latina y el Caribe seguían ahí, con sus nuevos amigos, China y Rusia.
* Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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