La cumbre de Biden fue pura crónica: América en su contrapunto
Carlos A Villalba|CLAE
Así fue como se escribió América:
en esas crónicas que partían de lo que esperaban encontrar aquí
y chocaban con lo que sí encontraban.
Martín Caparrós
Los sherpas de la diplomacia trabajaron seis meses a destajo, hubo dos semanas de reuniones presenciales enmarcadas por el largo minué de presencia-ausencia a cargo de los mandatarios de Argentina y México bajo las luminarias led de una agenda con promesas de construcción de “un futuro sostenible, resiliente y equitativo” y con países vetados. Finalmente, la Novena Cumbre de las Américas no logró ni consensuar un documento final y el presidente de los Estados Unidos debió conformarse con su “Declaración de los Ángeles sobre Migración y Protección”, firmada por 20 de los 32 asistentes a la reunión.
Fue un fracaso previsible, para un imperio que siente en sus alrededores el fuego de un dragón llegado de China, con propuestas productivas y recursos, justo en el momento en que los grandes al Sur del Río Bravo deciden dejar la monta neoliberal y subirse, una vez más, al galope participativo del Estado y la redistribución.
El presidente Joe Biden, más que un cara a cara panamericano, intentó realizar un acto de campaña electoral interna, junto a los mandatarios seleccionados por el Departamento de Estado, en plena caída de su imagen y con un Donald Trump empujando a los “republicanos” hacia los comicios del próximo 8 de noviembre. En esa fecha se renuevan 34 de los 100 escaños del Senado y 435 de la Cámara de Representantes, con las últimas encuestas que colocan a su antecesor 8 puntos por encima de los “demócratas” y plantan su imagen para 2024.
El mandatario, que fue vice de Barack Obama y, como tal, participó del proceso de “acercamiento” entre Cuba y Estados Unidos, que culminaría con el apretón de manos entre su jefe y Raúl Castro sonrientes en la cumbre homóloga de Panamá en 2015, imaginó que podría recrear aquellas imágenes engañosas. Su Consejo de Seguridad Nacional, la estructura presidencial más importante para considerar asuntos de seguridad nacional y política exterior impulsaban la idea y contemplaron la posibilidad de invitar a “los tres malditos” de Caracas, La Habana y Managua.
Sin embargo, la perspectiva de una derrota de grandes dimensiones a medio término de su mandato, la presión del ala “institucional” del Departamento de Estado y de los representantes con bases conservadoras cubano-americanas que frenan toda posibilidad de “distensión”, frustraron aquella fantasía. Por el contrario, desde la Sala Oval se construyó el escenario necesario para sacar la foto del castigo a las “dictaduras” de Cuba, Nicaragua y Venezuela, un chupetín ofrecido a los sectores para los que los temas relacionados con la isla caribeña, la República Bolivariana y la patria sandinista constituyen debates locales y decisivos en los comicios.
“Peligro chino”
Junto a la crónica destinada al frente interno, el equipo Biden decidió utilizar la “cumbre” para distanciarse de la “indiferencia” hacia la región de su antecesor con peinado de caricatura, que no se privó de manejar las relaciones en base a un régimen de premios (créditos irregulares e impagables otorgados por el FMI, intervenciones “humanitarias”) y castigos (bloqueos, sanciones y desestabilización). En el afán de presentar una “nueva agenda”, el discurso de la apertura angelina incluyó una crítica al modelo económico que su propio país impone a Latinoamérica y el Caribe. “La economía del derrame no funciona”, describió el jefe de la Casa Blanca, mientras los organismos crediticios y las corporaciones que controlan su país multiplican sus ganancias, aumentan la concentración económica y profundizan las desigualdades.
El diseño constituyó un intento de recordarle al “vecindario” la intención de mantener el liderazgo regional, frente a la sólida huella económica y comercial que viene trazando Pekín sobre ese mismo espacio. La realidad -más allá de los objetivos de Trump antes, de Biden hoy- es que el producto bruto del gigante asiático saltó del 5,5% del total global en 2001 al 16% en 2019 y, a través de su megaproyecto global “La Franja y la Ruta de la Seda”, logró desplegar sus iniciativas, además de en Asia, Africa y Europa, en… Latinoamérica y el Caribe, pegadito a las fronteras del epicentro capitalista y financiero de occidente.
Aunque las mediciones impuestos desde Wall Street tardarán cerca de un lustro en reconocer que la economía china es la más importante del mundo, ella representa prácticamente la mitad de la producción global y un tercio de las exportaciones de diferentes sectores, por ejemplo electrodomésticos (35%), electrónica (46%), textiles y ropa (54%), más de la mitad de los cuales se destina al mercado externo.
El apagón mundial productivo y de transporte que generó la pandemia desatada en 2020, dejó expuesta la debilidad de Estados Unidos frente a ese esquema productivo y su nivel de dependencia ante a las cadenas de suministro mundial, controladas por las políticas de Xi Jinping, con la capacidad gigantesca de su país de producir bienes y servicios y llevarlos hasta los consumidores de cualquier punto del planeta. La covid-19 dejó a EEUU entre los 5 países del mundo más afectados en sus cadenas de suministro.
La “geopolítica de las vacunas”, cuando el mundo enterraba a sus muertos de a decenas de miles e intentaba atender a sus millones de enfermos y China ofreció sus vacunas (Sinopharm y Sinovac), mientras Washington prohibió cualquier tipo de colaboración (y bloqueó el oxígeno que Cuba necesitaba), terminó de abrirle las puertas al desembarco oriental.
Apretar
Durante los meses previos a la IX Cumbre, Estados Unidos multiplicó sus mecanismos de presión. El Comando Sur envió a sus mandos altos (y altas: de hecho hoy lo conduce la generala de cuatro estrellas Laura J. Richardson) a recorrer distintos países (entre ellos Argentina) y alertarlos del “peligro” que significan los “orientales” para el continente.
El Departamento de Estado desplegó a sus equipos con las mismas intenciones, como lo hizo con la presencia, también en Buenos Aires, de la subsecretaria de su Oficina de Seguridad Internacional y No Proliferación, Ann K Ganzer que, en un ejercicio poco sutil de la diplomacia, exigió que se bloqueara la financiación china para la construcción de la quinta central nuclear del país sudamericano y reclamó para el suyo participación en la fabricación del reactor nuclear de baja potencia, con capacidad de generación eléctrica con cero emisiones, cuyo diseño ya concluyó y es uno de los tres prototipos en proceso en el mundo
Por último, en medio de las idas y venidas retóricas de Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández sobre su presencia en Los Ángeles y el remoloneo, desde otra vereda, del brasileño Jair Bolsonaro, Biden mandó a su Asesor Especial para la Cumbre de las Américas e íntimo amigo, el ex senador demócrata por Connecticut Christopher Dodd, a convencer del viaje al Norte de los presidentes de Argentina, Brasil y Chile, Gabriel Boric. Los tres terminaron enfilando sus aviones hacia ese punto cardinal.
Pagar
La reciente Cumbre fue la que registró más inasistencias de las nueve realizadas, lo que constituye una foto del nuevo panorama de las relaciones en la región y de las dificultades de EEUU para poner en caja a lo que, como siempre, considera su “patio trasero”. En realidad, Latinoamérica atraviesa un momento de flujo de los movimientos y gobiernos nacionales y populares.
Se registran avances significativos, con una Colombia que decidió girar hacia las propuestas autónomas y populares de Gustavo Petro y darle un portazo al enfoque pro estadounidense de Álvaro Uribe, que convirtió a Colombia en gendarme regional de Washington (a la fecha del encuentro el Pacto Histórico ya había ganado la primera vuelta electoral) y con un Brasil con expectativas de regreso al gobierno por parte de Lula Da Silva. Las llegadas de Gabriel Boric a la Moneda chilena y de Xiomara Castro al Palacio José Cecilio del Valle en Honduras, se sumaron a las alternativas ya desembarcadas en México y la Argentina.
Ese panorama generó el espacio para que muchos gobiernos no concurrieran a la cita y, también, permitió el duro balance de situación que presentó el mandatario argentino Alberto Fernández mirando a los ojos al dueño de casa, que sí se permitió ejercer el derecho de admisión que toda localía, y semejante peso regional, otorgan.
El insólito mapa “ideológico” trazado por Eduardo Bolsonaro, hijo del Presidente del Brasil, constituye una buena imagen de la percepción de coyuntura que tienen algunos sectores del continente. En contrapartida grafican la preocupación por los avances de experiencias antiliberales.
De todos modos, los síntomas auspiciosos constituyen solo la parte visible de una sólida estructura de control económico y financiero de Washington y sus corporaciones sobre una región que no logra romper su relación de dependencia, generada por la dinámica de acumulación de las transnacionales, la concentración económica, las deudas impagables y tuteladas por el Fondo Monetario Internacional, la fuga permanente de las divisas que se genera en cada país y huyen hacia las guaridas fiscales y el consecuente aumento de las desigualdades. Un escenario agravado por la situación pandémica que hundió más a quienes menos tienen y multiplicó las ganancias de los grupos más poderosos.
Hablar
El mandatario argentino consensuó el formato de su participación en la Cumbre con el gobierno mexicano y recopiló los temas que Latinoamérica y el Caribe querían expresar ante el Presidente de los Estados Unidos de América, un listado que, no casualmente, coincidía con el recogido por el Departamento de Estado según sus filtraciones: pandemia covid y las «grietas que dejó al descubierto» a nivel social y económico, cambio climático, falta de un acceso equitativo a las oportunidades, más las “amenazas a la democracia”, un tema que Washington define a conveniencia.
Con la síntesis de esos punteos en carpeta, Alberto Fernández se presentó ante el plenario de Los Ángeles en su carácter de Presidente Pro Tempore 2022 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la CELAC que impulsaron figuras como Luiz Inacio Lula da Silva desde 2008 y que integran los 32 países soberanos, una verdadera “OEA sin Estados Unidos y Canadá”, como lo expresaba por aquel entonces la diplomacia brasileña comandada por Celso Amorim.
Como todos los discursantes, el presidente tuvo 8 minutos para desarrollar su crónica; no los desaprovechó. El esqueleto de su planteo recorrió 6 ejes: CELAC, exclusiones y bloqueos, FMI y Trump, OEA, BID, y Cambio Climático, sobrevoló el gravamen a la renta inesperada provocada por la guerra Rusia-Ucrania y plantó el reclamo permanente de su país por las Malvinas, expresado con soltura a través del señalamiento toponímico de la ausencia de las islas en el isotipo de la reunión.
Lo más sustantivo del relato, que no se alinea con las políticas concretas de la mayoría de los países presentes ni con sus comportamientos ante los organismos multilaterales que integran, fue presentarse como región, fantasía de aquella “Nuestramérica” soñada por las claridades tempranas de Simón Bolívar, José de San Martín, José Martí…, espejo en el que se reflejarían 200 años después el propio Lula, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa y otros de sus colegas del primer tramo del siglo XXI. Desde esa posición criticó de modo explícito las “exclusiones” de Cuba y Venezuela y quedó sobreentendido que la de Nicaragua también le pareció improcedente a la Comunidad que lo delegaba para hacer oír sus reclamos.
Lo más estridente fue la crítica lapidaria a la llamada “Organización de los Estados Americanos” (OEA) y el pedido, sin eufemismos, de remover “por completo a quienes lo conducen», es decir a Luis Almagro, el secretario general que comandó al organismo, constituido en “un gendarme que facilitó un golpe de estado en Bolivia». Habrá que analizar las efectividades de una postura tan clara en un escenario en el que los representantes nacionales se alinean, sumisamente, a los planteos de EEUU, siempre con Canadá bajo su sombra, como sucedió durante la invasión británica a las islas Malvinas en 1982 y se negó a aplicar el Tratado Internacional de Asistencia Recíproca (TIAR) creado para defender a América ante cualquier ataque extracontinental, justo la única vez que sucedió.
Remarcó el “endeudamiento insostenible” generado por el Fondo Monetario Internacional a instancias (antiestatutarias) de Donald Trump, que buscó favorecer al gobierno de su antecesor Mauricio Macri, “con el solo propósito de impedir lo que acabó siendo el triunfo electoral de nuestra fuerza política”. Aunque aludía a su país, mostró la película de toda la región que, hasta el parate pandémico, ardía en protestas en Chile, Ecuador, Perú, Haití… con multitudes en las calles rechazando planes de ajuste impuestos por el propio FMI.
Las expectativas de recambio que generaron las elecciones de 2019 calmaron las aguas de una Argentina que, también, se acercaba al estallido. Sin embargo, tras su asunción, Fernández decidió no llevar la controversia contra el Fondo ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU y se limitó a querellar en Buenos Aires para determinar si existió “administración fraudulenta y defraudación contra la administración pública» por el megacrédito del cual se desembolsaron los u$s 44.500 millones, por los que “sufre hoy todo el pueblo argentino».
En respuesta a una fuerte demanda de los países representados en la CELAC afirmó que «la banca de desarrollo regional, sin más demoras, tiene que volver en su gobernanza a América Latina y el Caribe”, tras la “apropiación” del BID, cuya conducción “históricamente estuvo en manos latinoamericanas”.
El punteo incluyó la problemática del cambio climático y sus consecuencias negativas, algo que el Departamento de Estado del país más contaminante del mundo había prometido debatir y que brilló por su ausencia en los plenarios, arrinconado en ofrecimientos al Caribe. Se expresó en términos de «injusticia ambiental», por cuanto la región aporta “oxígeno al planeta y no somos responsables de emitir los gases que provocan el efecto invernadero».
Negocios bajo la crónica
Del mismo modo que a la Historia “la escriben los que ganan”, a las cumbres las relatan quienes las organizan. El documento final que no se logró consensuar, hablaría de la construcción de “un futuro sostenible, resiliente y equitativo» para “nuestro hemisferio”, occidental y estadounidense, “en un momento en que la democracia está siendo atacada en todo el mundo”, ante lo cual Estados Unidos reafirmaría su liderazgo e intentaría expresar la contracara de la creciente huella económica china en la región.
Por el contrario, Biden debió conformarse con una modesta “Declaración de Los Ángeles” limitada al tema migratorio en el que, obvio, Washington impuso su visión destinada a “repartir” la responsabilidad sobre el tema entre toda la región, con estímulos a otros países para que también alberguen refugiados.
La ausencia de los mandatarios de México, Guatemala, Honduras y El Salvador, más el veto a los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, precisamente los países más implicados en la problemática específica, puso en duda, antes de nacer, un programa que carece de detalles y compromisos concretos por parte de las nacions y la promesa de una inversión de solo u$s 314 millones, un monto que algunos comparan con los 40.000 millones de ayuda a Ucrania aprobados en mayo.
A pesar de constituir el disfraz principal de la Cumbre de las ausencias, el Departamento de Estado ni siquiera lo presentó como el punto más importante de la misma y lo rebajó a un quinto escalón de su ranking de cinco sobre lo que hay que “saber de” lo sucedido entre el 6 al 10 de junio pasado.
Por encima de él, ubicaron otros cuatro componentes que los “sherpas” trabajaron a lo largo del año. En primer lugar una iniciativa del propio jefe del Departamento de Estado, Antony Blinken: la “Cumbre de Ciudades de las Américas” a realizarse en su país el año próximo, para discutir sobre “el papel clave de los alcaldes y los gobiernos locales para ayudar a las personas donde viven”.
En segundo término instalaron el “Plan de Acción sobre Salud y Resiliencia en las Américas”, con el que Biden, a pesar de los colapsos sanitarios y funerarios sufridos por su país durante el momento más duro de la crisis del coronavirus, prometió ayudar a sus “socios” a “prevenir, prepararse y responder a futuras amenazas de pandemia y otras emergencias de salud pública”.
Con sutileza, un escalón más abajo, disimularon a la herramienta más importante que estudia Estados Unidos para contrarrestar el desembarco (otra vez) de China: la “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica”, presentada como un plan destinado a generar “oportunidades económicas en la región, fomentar la innovación y abordar la crisis climática”, que fue discutido con las principales corporaciones económicas y representantes de gobiernos antes de la Cumbre.
El principal impulsor de una promesa de 78.000 millones de dólares para la región (64.000 para el comercio de bienes y 14.000 de servicios) es el BID, el banco multilateral que Alberto Fernández reclamó para la región, tras la “apropiación” por los Estados Unidos de Trump que, en un intento de contrapesar la enérgica entrada de los préstamos de Pekín, impuso en su presidencia a su principal asesor para Latinoamérica, Mauricio Claver-Carone.
El lobista anticubano y antivenezolano protagonizó un desplante diplomático en el marco de la asunción del propio Presidente argentino en 2019, al cuestionar invitaciones cursadas a la República Bolivariana y al ecuatoriano Rafael Correa y por su decisión soberana de asilar en el país al derrocado Evo Morales, que permanecía en Cuba tras el golpe de Estado con olor a litio, orquestado por EEUU y operado bajo el paraguas de la OEA de Almagro.
La herramienta económica consistiría en derivar inversiones estadounidenses hacia la región para, Biden lo expresó sin metáforas, “asegurarnos ´de que´ nuestro comercio sea sostenible y responsable, creando cadenas de suministro que sean más resistentes, más seguras y más sostenibles», que las de (una vez más) China. Técnicamente consiste en la regionalización de las cadenas de valor, con traslado de producción de bienes, servicios y aprovisionamiento por parte de las corporaciones económicas hacia proveedores que basan en Latinoamérica y el Caribe.
Lo llaman “nearshoring” (near: cerca, shoring: apuntalamiento), porque, en verdad, constituye una deslocalización (offshoring; offs: afuera), es decir un traslado de la generación de un servicio o de un producto desde su sede matriz hacia el extranjero, para abaratar costos, eludir impuestos, acceder a materias primas y etcéteras varios, en este caso hacia zonas de cercanía.
Los trascendidos que Washington filtra con entusiasmo, aseguran que, en ese marco, Estados Unidos apunta a un trabajo conjunto con Argentina, Brasil, México y Canadá, para intentar una coordinación en la provisión global de alimentos en reemplazo de los que procedían de Rusia y Ucrania antes de la guerra.
Los números que pregonan las usinas financieras con algarabía de mercachifles, son más que atractivas para países con situaciones sociales complejas y divisas esquivas. Según el propio BID, las “Oportunidades potenciales de incremento de exportaciones por nearshoring” entre el corto y el mediano plazo serían, por ejemplo, de casi 4.000 millones para la Argentina; unos 8.000 millones para Brasil y ¡35.555! para México, hasta totalizar 64.093 millones el conjunto[1].
La discusión sobre cambio climático quedó para el cuarto escalón, a través del lanzamiento de la “Asociación entre Estados Unidos y el Caribe para abordar la crisis climática de 2030”, presentada como un “marco” de cooperación de los anfitriones relacionados con “la adaptación climática y fortalecer la seguridad energética y la resiliencia”.
Bye baby!!!
Se acabó, el sol de Los Ángeles les dijo que llegó el final y, diría Serrat, “con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza”, y el señor Biden a sus menesteres. La ciudad arrebatada a México en 1846 vio partir la parafernalia logística que rodeó al jefe de la Casa Blanca, un presidente al que ni los editores de sus discursos protegen de los difamadores que dudan de sus capacidades mentales y, en lugar de disimular sus dificultades para pronunciar, por ejemplo la palabra “autocracia”, distribuyen al mundo una transcripción oficial en inglés con sus balbuceos: “la agitación política de auto…, de aut,,,, disculpe, autota…, aut…, autocracias, regímenes en nuestra región, ha llevado a niveles récord de migración”[2].
Más dura que el porrazo ciclístico que se daría pocos días después en su casa de la guarida fiscal de Delaware, fue la noticia de la victoria de Gustavo Petro en Colombia con, seguramente, el comienzo de un proceso de desarmado o de relocalización de la estrategia defensiva regional de los Estados Unidos, soportada por centenares de bases militares, que sustituyen al clásico poder colonial, instalados en los viejos territorios coloniales. Dentro del continente y acechando a Venezuela, más de la mitad están instaladas en un país que, ahora, pasará a ser administrado por un frente nacional y popular dirigido por un ex M19.
Tanto o más preocupante aún sería para su complejo industrial-financiero-tecnológico que las próximas decisiones que tomen los países de la CELAC, aquellos que mandataron a su titular para que planteara sus agendas en la IX Cumbre, apunten a profundizar la articulación soberana del bloque, con construcción de un mercado integrado, oferta exportadora conjunta, industrialización de sus propios bienes comunes, moneda regional, controles sobre la evasión de las divisas que producen y, hoy, se fugan…
Pensarse por encima de las fronteras es una forma de consolidar ese nuevo escenario que ya existe y que muestra a sus países más fuertes dirigidos o a punto de serlo, por una dirigencia que intenta trabajar para solucionar los problemas de sus pueblos y constituye una posibilidad de cambio de la relación de dependencia que transnacionales, Comando Sur, FMI, BID, banca privada… mediantes, aún aplastan a los que ya expresaron que no quieren más sujeciones.
El tiempo, y el compromiso de los gobiernos del Sur, dirán si Los Ángeles de Biden, que quisieron espantar demonios, en realidad ayudaron al parto de un gigante regional.
Notas
[1] BID: Nearshoring agregaría US$78.000 millones en exportaciones de América Latina y Caribe. (https://www.iadb.org/es/noticias/nearshoring-agregaria-us78000-millones-en-exportaciones-de-america-latina-y-caribe)
[2] Remarks by President Biden at Endorsement Event for the Los Angeles Declaration on Migration and Protection. https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/06/10/remarks-by-president-biden-at-endorsement-event-for-the-los-angeles-declaration-on-migration-and-protection/
* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/). Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar
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