La ciencia habló otra vez: Hora de actuar en defensa del ambiente

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Agustina Medina

Venimos viendo en los últimos meses cómo la ciencia advierte y pone en conocimiento sobre los impactos  presentes y futuros consecuencia del cambio climático y la manera en que esto afecta ecosistemas y sociedades, siendo aún mayor  en poblaciones socioeconómicamente vulnerables cuya capacidad de generar adaptación, resiliencia y mitigación se ven disminuídas y limitadas.

También los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, (IPCC) plantean escenarios posibles de emisiones de carbono y sus consecuencias en su sexto Informe de Evaluación  (IE6) sobre los impactos del calentamiento global. Además nos advierten que  será imposible limitar el calentamiento global a 1.5ºC con respecto al período preindustrial sin una reducción drástica y rápida de las emisiones de CO2.

En esta oportunidad, el grupo de expertos publicó el informe del tercer grupo en el que se trata más específicamente sobre la necesaria mitigación del cambio climático, ya que, según Hoesung Lee, presidente del IPCC “Las decisiones que tomemos ahora pueden asegurarnos un futuro habitable. Tenemos las herramientas y los conocimientos necesarios para limitar el calentamiento”.

De acuerdo con el informe, las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado desde 2010 a través de todos los sectores a escala global, lo que puede ser atribuido a las áreas urbanas. La reducción de las emisiones de CO2 de combustibles fósiles y procesos industriales debido a mejoras en la intensidad de la energía a base de carbón, han sido menores que el aumento de las emisiones por aumento de la actividad industrial, suministro energético, transporte, agricultura y edificaciones.

Serán necesarias reducciones profundas para 2030 y 2040 de los gases de efecto invernadero, principalmente gas metano, calentamientos pico más bajos que reduzcan  la probabilidad de sobrepasar los límites de calentamiento y lograr una menor dependencia de las emisiones netas negativas de CO2 que reviertan el calentamiento global en la segunda mitad del siglo.

Vemos también la desigual contribución histórica al crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero, proveniente de los países más desarrollados. Entre Norteamérica y Europa emitieron casi el 40% de CO2 neto desde 1850 a 2019, países que impulsaron al sistema capitalista mediante un modo de producción extractivista con la revolución industrial y una matriz energética a base de extracción y explotación de hidrocarburos.

Este llamado desarrollo se dio a costa de la explotación de nuestros recursos naturales y siempre favoreciendo a una distribución económica desigual característica del capitalismo, donde el 1% de la población mundial concentra el 99% de la riqueza, dejando a las grandes mayorías vulnerables y sin herramientas para hacer frente a los efectos ambientales, sociales y económicos del cambio climático.

También plantea escenarios de acuerdo a los diferentes sectores, por ejemplo,en cuanto al sector energético. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de todo el sector, requiere transiciones grandes, incluyendo una reducción del uso de los combustibles fósiles, el despliegue de fuentes de energía de baja emisión, cambiando a  portadores de energía alternativos y conservación y eficiencia de la energía.

En el sector industrial, sostiene que las emisiones netas cero del sector son desafiantes, e implicará acción coordinada a través de las cadenas de valor para promover opciones de mitigación como manejo de la demanda, eficiencia energética y en los materiales, flujos circulares de material y tecnologías de disminución y cambios transformacionales en los procesos de producción.

En cuanto al sector agropecuario, las posibilidades de mitigación en agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra, implementadas de manera sostenible, pueden llevar a reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero no pueden compensar una falta de acción de mitigación en los otros sectores.

Se comprende entonces que será necesaria una urgente acción contra los impactos del cambio climático  para lograr un desarrollo sostenible, y que es fundamental de acuerdo a lo que dice el consenso científico la cooperación internacional para llegar a cumplir las metas de mitigación.

Según el informe la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París apoyan metas ambiciosas de implementación de políticas climáticas, aunque quedan lagunas.

Por otro lado, se demuestran las inequidades en la distribución de las emisiones. La equidad y la garantía de una transición justa podrán permitir metas de mitigación más ambiciosas y aceleradas.  En un mundo en el que entre 3.300 y 3.600 millones de personas (y también los ecosistemas con su biodiversidad) son vulnerables a los efectos del cambio climático, no podemos escindir la problemática social de la ambiental.

En este sentido, es fundamental señalar que la causa de este daño a los ecosistemas y sus cada vez más fuertes e irreversibles consecuencias es el modo de producción extractivista, que ejerce cada vez más presión sobre los recursos naturales y los territorios, particularmente de países en desarrollo.

Los analistas Paula Gimenez y Matías Caciabue señalan que “nuestras sociedades se desarrollan en un contexto de gran presión sobre los ecosistemas biológicos, en el que transcurre un proceso de transición de fase sistémica basada en la digitalización de la vida/economía, y es evidente que las consecuencias de este proceso de concentración económica afectan de manera significativa y particularmente a las clases subalternas, cada vez más enajenadas, más separadas de su producción».

Desde el campo popular es necesario responder a estas problemáticas a las que nos enfrenta el cambio climático desde la organización colectiva, tejiendo redes que nos permitan aportar a la construcción interseccional de un ambientalismo popular que avance en su agenda reivindicativa hacia conquistas de una sociedad con justicia social y climática.

*Licenciada en Biología Molecular, doctoranda en Fisiología en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Investigadora del Observatorio Energía Ciencia y Tecnología (OECyT), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

 

 

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