Argentina: demasiados problemas para tan poco gobierno

Tormenta de nieve, William Turner
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Juan Guahán|

No son éstos los mejores momentos del gobierno de los Fernández. Ni la economía enderezó sus rumbos, ni el Covid le da respiro, más aún podemos decir que ambas cuestiones se van complicando. Por si esto fuera poco va tomando mayor actualidad una tercera cuestión. Se trata de temas específicamente políticos e institucionales.

El gobierno lleva cerca de 17 meses de gestión (15 de los cuales se dieron en medio de la pandemia), pero le faltan otros 31 meses para terminar su mandato. La ausencia de respuestas en el pasado y planes –para el futuro-  lleva a dimensionar de modos distintos esos tiempos. Si uno observa el tiempo pasado, da la impresión que es muy poco lo que se ha hecho. La pandemia sirve de excusa para esta situación. Cuando observamos lo que falta y ante la debilidad del gobierno, un cierto temor nos invade.

El gobierno sabe que para abordar eficazmente la agenda política debe encaminar, en los próximos meses, algunas soluciones a los dos temas (Covid y economía) que son parte de su actividad cotidiana prácticamente desde que asumió.

En economía y pandemia, inflación y vacunas son las claves

En el peor momento de una pandemia, cuyas cifras son devastadoras para los argentinos y destruyen las expectativas oficiales, la economía sigue proporcionando disgustos al gobierno.

Las vacunas, a pesar de la lentitud de sus llegadas y de los procesos vacunatorios, continúan siendo el instrumento principal para combatir la pandemia. El exacerbado crecimiento -en los últimos días- de los contagios y fallecimiento por la Covid, han motivado las duras restricciones impuestas por el gobierno.

No son los mejores momentos para una economía absorbida -en la escala de prioridades del gobierno, en estos tiempos electorales- por una cuestión excluyente: la inflación.

Durante estos meses el gobierno no logró domar a los factores económicos que predominan en la Argentina. Eso lleva sus ambigüedades al peligroso terreno de tomar medidas aisladas e inconexas. En esta semana fue el tema de la prohibición -por 30 días- de exportar carne.

Esta decisión que favorece a EEUU, Brasil, Uruguay y Paraguay que cubrirán las demandas que Argentina no atenderá y que le costará recuperar. Sus efectos están más ligados a la demagogia que a una rebaja de ese producto. Es una medida que puede caer en el mismo pozo del rápido olvido como pasara con la promocionada y luego retira expropiación de la agroalimentaria Vicentín.

El gobierno intuye que  el campo es un factor sustancial de la economía pero no acierta en las respuestas. Por momentos enfrenta al poder del concentrado empresariado del sector, y en otros retrocede. Tendrá que definir su rumbo. De ello depende, en gran medida su futuro, también la suerte de gran parte de los argentinos.

Si un día se decidiera a sacar al país de su actual decadencia y trabajar en favor de las grandes mayorías tendría en la tierra su botón de arranque. Allí están las tierras de la Patagonia vacía, las que no se trabajan o están en pocas manos, mientras millones de manos permanecen sin trabajo. A esa tarea pendiente, se le puede llamar Reforma Agraria o el nombre que quieran, pero allí radica una de las claves que sostiene la decadencia y descomposición.

El tema político: su interna y las elecciones

Es sabido que, en estos tiempos de pandemia, hablar de elecciones da vergüenza.  Pero, para este modelo institucional y la dirigencia argebtina, las elecciones son la savia que alimenta al sistema. Es por eso que la proximidad de un proceso electoral hace que la vida cambie.

En medio del actual desastre sanitario y una economía que -con estas restricciones- se agravará, el gobierno necesita encontrar una vía de escape. Hará lo imposible para controlar la inflación que amenaza con subir hasta la cima del 50%. Llegar a noviembre -según el nuevo cronograma electoral- conteniendo dólar e inflación, es la consigna del gobierno. Después se verá.

En esto coinciden los duros, los blandos, los flexibles y los que no lo son. Todo el oficialismo tiene (o tenía) su suerte atada a esa perspectiva.No obstante lo dicho, en las últimas semanas hay atisbos que indican la posibilidad de algún intento para romper esa unanimidad oficialista. La punta del iceberg es Florencio Randazzo quien ya manifestara su rebeldía cuando confrontó con Cristina Kirchner en la Provincia de Buenos Aires.

Si el gobierno no logra poner en caja algunas variables que garanticen a sus dirigentes un futuro, no hay que descartar que comiencen a producirse erosiones en la coalición gobernante o en el peronismo, la fuerza política triunfante.

 

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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