11 de febrero: Las mujeres (de)construimos la ciencia
Agustina Medina, Lina Merino y Delfina Di Lorenzo|
En diciembre de 2015, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció el 11 de febrero como el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia” en pos de visibilizar las diversas barreras que impiden a las mujeres acceder al mundo de la ciencia y la tecnología (CyT), y de promover su participación plena y equitativa. En esta nota, nos proponemos recapitular los problemas actuales de las mujeres en el sistema científico como parte fundamental del sistema capitalista y patriarcal y cómo el movimiento feminista propone una salida en favor de la igualdad.
Históricamente la CyT han tenido el poder de alterar y cambiar las trayectorias. En el mundo de hoy eso se visibiliza aún más, ocupan un lugar preponderante, son necesarias y transversales a muchas de nuestras actividades cotidianas. Ejemplo de ello es la aceleración de los procesos productivos, la digitalización de la economía, la robotización-automatización, big data, 5G, impresoras 3D, y más aún nuestra forma de relacionarnos a través de la virtualidad.
Les científiques, que se reconocen insertes en un sistema científico patriarcal, tienen el desafío de construir una ciencia transformadora de la realidad y sus desigualdades, que hoy reproduce una matriz de pensamiento patriarcal, individual y sesgada que les condicionan, y que muchas veces está lejos, en consecuencia, de resolver problemas concretos de la sociedad de la que forman parte.
En Argentina, las mujeres y diversidades que se desenvuelven en el campo de la ciencia y tecnología deben saltear por su condición de género un conjunto de dificultades.
-Aunque en términos absolutos hay más mujeres que varones en el sistema científico. Estos números se reducen a medida que se ocupan los cargos más altos de la carrera de investigación y el porcentaje es inferior en los puestos de decisión (el llamado “techo de cristal” o “efecto tijera”).
-Las investigadoras que dirigen proyectos científicos solicitan y reciben en términos generales un 25% menos de recursos que sus colegas hombres.
-Hay una mayor presencia de mujeres inscritas en carreras asociadas culturalmente a estereotipos atribuidos al género femenino cómo al cuidado, la sensibilidad o aptitudes artísticas.
En la educación superior emerge un patrón claro de género: mientras que en las carreras asociadas a las ingenierías y tecnologías se encuentran una mayoría de varones, en las carreras vinculadas al cuidado de la salud y la educación prevalecen las mujeres, extendiéndose el rol históricamente asignado a las mujeres en el hogar a la participación en las distintas disciplinas, que representan además los sectores profesionales peor remunerados.
De acuerdo a los datos de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU), en 2017 había 1.975.190 de estudiantes de pregrado, grado y posgrado. De ese total el 57% son mujeres. No obstante, al observar por áreas de estudios nos muestra una distribución desigual en cuanto al género. En el campo de las ciencias aplicadas (ingenierías y tecnología de las información y comunicación), un sector más dinámico y mejor remunerado, el número de mujeres está muy por debajo respecto de las demás.
Ciencias Aplicadas |
Ciencias Básicas |
Ciencias de la salud |
Ciencias Humanas |
Ciencias Sociales |
|
Estudiantes mujeres |
39% |
60% |
73% |
69% |
56% |
Egresades mujeres |
44% |
64% |
75% |
76% |
60% |
Elaboración propia sobre datos de SPU 2017.
Para tratar de pensar y entender los motivos por los cuales las mujeres estamos poco representadas en ciertas áreas de estudios y trabajos, resulta fundamental entender los motivos estructurales e históricos que promueven esta brecha.
Fuente: UNESCO, 2019. Descifrar el código: La educación de las niñas y las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM)
Diversos estudios han desterrado la creencia de una diferencia biológica entre varones y mujeres, o habilidades diferentes condicionadas por la genitalidad y en cambio, sí se han encontrado marcadas influencias de factores sociales tales como ideas estereotipadas de roles de género explícitos e implícitos que afectan negativamente a las niñas desalentando su participación en las denominadas carreras “STEM” (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática por sus siglas en inglés), condicionando su auto-percepción y confianza, además de factores socio-económicos y culturales.
La exclusión de las niñas y las mujeres de la educación y profesiones STEM no solo limita la oportunidad de contribuir y beneficiarse de dichas disciplinas, sino también reproduce la brecha de género y las desigualdades sociales y económicas.
Esta falta de acceso suele reflejarse también en la ausencia – e invisibilización- de referentes mujeres en ciertas áreas del conocimiento, que repercute negativamente en la motivación por pares. Y el sistema científico es un fiel reflejo de estas desigualdades. Como en muchos otros ámbitos, la ciencia es patriarcal. Allí, las mujeres ocupan menos lugares y de menor jerarquía, disminuyendo fuertemente la participación en la toma de decisiones a causa de una clara segregación vertical.
La situación se agrava si consideramos que a las mujeres se les otorga un rol dentro de un estereotipo social, el cual presupone que además de las tareas dentro del ámbito laboral, realizarán las tareas del hogar. Las mujeres científicas realizan las tareas productivas y reproductivas a la vez, extendiéndose esta situación a todos los ámbitos laborales.
Según un informe de OXFAM (2020) “el valor económico del trabajo de cuidados no remunerado que llevan a cabo en todo el mundo las mujeres de 15 años o más asciende al menos a 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología”.
Y, por otro lado, menos del 5% de los directivos de las principales empresas del mundo son mujeres (OIT, 2015). Esto nos muestra cómo las mujeres siguen sosteniendo la reproducción de la fuerza de trabajo del sistema capitalista pero también cómo esa carga influye negativamente en el acceso a profesiones y cargos más remunerados, ya que esto requiere una inversión de tiempo ocupado en sostener las tareas de cuidado.
¿Cómo transformar la ciencia e integrar con los intereses de nuestra sociedad para revertir el daño que este sistema de explotación hace a la población y al ambiente? ¿De qué manera el sistema científico puede reducir las desigualdades? ¿Qué sistema de valores se necesitan para construir un sistema científico para una sociedad más justa?
En el sistema educativo se forman aquelles que construirán a futuro las próximas institucionalidades. Por ello tenemos la responsabilidad de abrir el debate sobre la producción y circulación del conocimiento con perspectiva feminista hacia nuestra comunidad. La forma en que se trabaje la equidad de género en los diferentes ámbitos y la comunicación al respecto es fundamental para poder construir espacios con igualdad de oportunidades.
Les cientifiques deben fortalecer el debate sobre qué sistema de valores ven, piensan y diseñan la ciencia que hacen y el mundo en que viven desde una perspectiva feminista, para visibilizar las barreras que no permiten potenciar la participación equitativa de las mujeres.
Una ciencia en donde la mujer tenga la misma participación en la toma de decisiones puede ser el comienzo para pensar y construir un modelo distinto, promoviendo políticas positivas que reviertan la histórica discriminación y que garanticen una auténtica representación del sector. Para ello, las y les científiques debemos tomar las banderas del movimiento feminista y popular que lucha por la igualdad y la justicia social, que cuestiona las bases de todas las injusticias.
Este movimiento es notorio en sus formas de organización y visibilización, en sus valores y sus consignas, en la capacidad para transformar los espacios transversalmente y construir redes de contención y acompañamiento, no como meros espacios de enunciación de las desigualdades sino como la herramienta necesaria para deconstruir toda forma de violencia y opresión históricamente cimentadas.
Es un movimiento heterogéneo que admite y se fortalece de su composición diversa, logra capacidad de movilización y de conducción y constituye un sujeto revolucionario capaz de generar las condiciones necesarias para que las niñas, niños y niñes, las mujeres y diversidades de hoy, sean les científiques de un nuevo mañana que nos incluya a todes.
*Medina es Licenciada en Biología Molecular (UNSL), Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires con mención en Fisiología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, (UBA). Merino es Dra. en Ciencias Biológicas (UNLP), Lic.en Biotecnología y Biología Molecular (UNLP), Diploma en Género y Gestión Institucional (UNDEF), profesora en UNAHUR, Di Lorenzo es Lic. en Relaciones Internacionales (UNICEN), Maestranda y Especialista en Cooperación Internacional (UNSAM), Diploma en Género y Gestión Institucional (UNDEF), trabajadora del sector nuclear. Las tres son investigadoras del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia y al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).