A contramano del mundo, la pobreza no para de crecer en Argentina

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Juan Guahán|

Argentina está tocando fondo de una olla que parece no tener fondo. La pandemia y sus recurrentes cuarentenas profundizan los problemas pero no son la causa de los mismos. En el mundo crece la desigualdad pero baja la pobreza, sin embargo en Argentina crecen desigualdad y pobreza.

En el conjunto de Nuestra América y en el mundo, si bien la desigualdad tiene –en el largo plazo- un crecimiento constante, la pobreza se va reduciendo. Ese no es el caso argentino. El país transita el caso excepcional donde crece la desigualdad, pero también lo hace la pobreza.

Un dato significativo lo da el hecho que la pobreza pasó de un 22% -poco antes de la asunción de Raúl Alfonsín, en 1983- al número actual que supera el 44%, con el agregado que ésta supera el 64% si hablamos de niños/az y adolescentes, según la medición del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina. ¡Qué futuro!

A lo dicho hay que sumar que en los últimos 30 años la pobreza nunca bajó del 25%. En el medio hubo “saltos”, como la crisis del 2001/2002 cuando llegó al 66%, pero en los últimos años se ha estabilizado y “normalizado” con un crecimiento constante. Hay otros pueblos más pobres que el argentino, pero allí ésta disminuye.

En medio de estos catastróficos datos los políticos se echan mutuas culpas. Con ello apuntan a no hacerse cargo de los errores propios y aprovechar los del contrincante para derrotarlo en las urnas y repetir, de un modo que parece indefinido, ese ciclo destructivo. Eso es lo que llaman “grieta”.

Ninguna de las fuerzas que han gobernado en las últimas décadas es capaz de reconocer su responsabilidad en esta inercia, en esta “fábrica de pobres” que es el modelo económico. Se prefiere quedarse en las críticas -legítimas por cierto- a la dirigencia, pero no se indaga en sus causas más profundas, ni se señala la necesidad de pensar otros modelos que superen al actual, que ha demostrado su ineficiencia.

La única respuesta que se le ocurre a las dirigencias argentinas es aumentar el asistencialismo, que sirve para determinadas emergencias. Pero cuando pasan las décadas y estas políticas no paran de crecer, es que algo anda mal, muy mal.

Más allá de los modelos sociales aplicables que tienen que ver con las causas más profundas de esta situación y de los señalados efectos de la misma hay algunas cuestiones de tipo inmediato que tienen que ver con una y otras. Entre sus causas inmediatas no se puede dejar de señalar que esta tendencia implica el fin del sueño del Estado Benefactor o lo que fue el modelo peronista.

Cuando la CGT se transformó en 'depositaria' de las ideas de Perón | PerfilEl decreto sobre Asociaciones Profesionales (1945), un sindicalismo fuerte y otras leyes laborales facilitaron el pleno empleo y un ingreso fijo -en blanco- que satisfacía las necesidades básicas para sostener una vida digna. En la actualidad, independientemente que los salarios por convenio no alcanzan a los mismos niveles, hay que tener presente que sólo la mitad de las personas ocupadas trabaja en blanco y se rige por convenio.

La otra mitad se va sumando progresivamente a la pobreza, la falta de trabajo y bajos ingresos les permite sobrevivir por medio de diferentes planes sociales.

Otra muestra de la profundidad de la crisis la proporciona el hecho que, para que no caiga la economía del país, la inversión anual debería partir de un mínimo del 17% del PBI. La inversión actual ronda el 12%. Sobran las palabras.

El drama cotidiano de millones de argentinos está atado a los efectos de esta situación. Allí encontramos la miseria de los haberes jubilatorios y la quiebra del sistema ante la escasez de aportantes (en un país estancado y con la mitad de lo que trabajan sin aportar) y la multiplicación de beneficiarios.

En las derivaciones de esta perversión, donde se sobrevive gracias al asistencialismo, encontramos el fenómeno punteril que le quita libertad a quienes lo padecen y legitimidad política a quienes lo usufructúan.

“A un año… balance”: carta enojada y realidad

El gobierno cumplió un año. Al igual que los niños, su caminar es de corto alcance, lento y vacilante, sus dientecitos están despuntando. El gobierno “festeja” su cumple mostrando la carta que tiene en la mano: ¡La vacuna y su inicio en diciembre! A ese éxito el gobierno apunta su recuperación y perspectivas futuras. La carta completa de Cristina Kirchner donde habla del dólar y pide un  "acuerdo con todos los sectores" - LA NACION

Este año no era, ni fue, nada fácil. A la devastación macrista le sucedió la pandemia del Covid 19. Difícil imaginar un panorama peor.  Se prepararon para gobernar el país dejado por cuatro años de Mauricio Macri. Pero a poco de andar, cuando estaban volviendo de los festejos de juramentos, asunciones y vacaciones veraniegas, amaneció una peste desconocida.

Con un criterio lógico, el presidente Alberto Fernández ordenó una especie de confinamiento, para evitar que la circulación del virus superara la capacidad sanitaria. Pero las “cuarentenas” se fueron sucediendo y la economía pasó la factura.

El pueblo se fue cansando y lo que comenzó siendo un fascinante apoyo masivo mostró sus fisuras. Éstas fueron creciendo, allí se reflejó el desgaste del gobierno y los efectos económicos se fueron instalando en el centro del escenario.

En el marco de esa tendencia llegamos a este cumpleaños.

Hace meses el Presidente declaró al Financial Times: “Francamente no creo en los planes económicos”. Así fue cómo efectivamente gobernó. Sujeto a las presiones: del mercado, de los reclamos sectoriales y de sus propias fuerzas internas.

Colocó en primera línea el tema financiero, arregló con los bonistas privados y ahora está negociando con el FMI. Ambas acciones aseguran que la Argentina seguirá atada al mundo financiero internacional, delegando en esas sanguijuelas usureras gran parte de la soberanía económica argentina

Los trabajadores y jubilados, haciendo lugar al “ajuste” o como se lo quiera denominar, perdieron y siguen perdiendo en la carrera contra la inflación. Una apropiada respuesta coyuntural (Ingreso Familiar de Emergencia, Asistencia de Emergencia Trabajo y Producción y otros programas semejantes) salvaron a la sociedad de una crisis aún mayor, en medio de la parálisis económica.

De todos modos el desempleo, la indigencia y la pobreza terminaron definiendo este año para los trabajadores y demás sectores populares. Quedan como herencia para el próximo año, una economía que no termina de salir de la estanflación, familias endeudadas, el fin de las tarifas congeladas de los servicios públicos, y para colmo de males un número negativo en las reservas líquidas del Banco Central.

Después de su popularísimo libro “Sinceramente”, la hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha encontrado en las palabras escritas su mejor forma de manifestarse. En una nueva carta, que le dio el título a estas reflexiones, Cristina dejó asentada una buena parte de su opinión sobre este presente.

Su carta, de mayor impacto que la propia conmemoración presidencial, no deja lugar a dudas donde está el poder real en la coalición gobernante.

En esta epístola Cristina trató de colocar el eje formal en las diferentes responsabilidades y respuestas de los tres poderes estatales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y sus principales figuras. Más allá de eso pretendió prestar especial atención a lo que ocurre con la Justicia y particularmente con la Corte Suprema de Justicia.

Respecto al Ejecutivo, al que menos espacio dedicó, resulta evidente el propósito de no dar mayores argumentos a quienes reflejan o promueven las diferencias existentes entre el Presidente y su Vice. En ese punto destaca el “esfuerzo del Ejecutivo” ante la crisis económica y la pandemia, la importancia de la reestructuración de la deuda externa y las críticas a la situación heredada del macrismo.

Cristina carga sus tintas cuando se refiere al Poder Judicial y –particularmente- a la Corte. En este tema deja que sus sentimientos se expresen con mayor fuerza. Llega al extremo de particularizar las críticas a sus integrantes. Sin medidas, que acompañen esas críticas, es muy compleja la relación institucional entre su investidura con la del principal cuerpo judicial.

Esto Cristina lo sabe y evidentemente lo plantea por una o las dos siguientes razones: Porque no descarta llevar la confrontación al plano institucional, mediante el juicio político o dejar sentadas las razones –según su apreciación- de algunas medidas de la Corte que pudieran atentar contra su libertad o la de sus hijos.

Tampoco hay que destacar algunas medidas excepcionales como la modificación del número de integrantes o plantear su integración a través de algún mecanismo de participación popular. Su punto culminante, una vez dicho que es el único poder no surgido del voto, es que “estos cinco funcionarios deciden hoy sobre la vida, sobre el patrimonio y la libertad de las personas que habitan nuestro país”

Por último, no escatima elogios para referirse a las prácticas parlamentarias y la eficacia de la actividad del Senado, destacando que su nivel de actividad no tiene parangón en los últimos 13 años.  Con estas observaciones sintetiza el balance en una palabra ¡Cumplimos!

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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