El capitalismo es el genocida más respetado y su elemento conceptual es la guerra

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Eduardo Camín|

Nos despertamos y el mundo nos sorprende enredado en la posibilidad de algo peor aún pueda suceder. También en el plano teórico los ideólogos del capitalismo neoliberal insisten en la falacia que en el capitalismo moderno se está transformando en «capitalismo popular», que considera por encima de todo al hombre con sus necesidades y avanza hacia una sociedad de «bienestar general» y de «alto consumo».

Una visión del mundo triunfalista que se desploma como un castillo de naipes incluso para aquellos fundadores del concepto de milenio americano, al ver el estado del mundo. De ahí que haya muchos gobiernos que pretendan ocultar los escenarios por donde transcurren las relaciones sociales de clase y explotación y así poder pretender que la trama transcurra sin contradicciones. Pero en todo este proceso de agotamiento de la estrategia neoliberal, trae consigo otro elemento conceptual altamente peligroso: la guerra.

Iniciar este articulo desde el tema de la actualidad de la crisis del capitalismo en su fase imperial se fundamenta en un hecho nada despreciable: tras la puesta en marcha en América Latina –salvo raras excepciones– del impulso de políticas económicas neoliberales que rebasaban muchas veces esa condición, instalándose como verdaderos ejercicios del poder absoluto de gobernación, en un plazo relativamente corto.Resultado de imagen para El capitalismo es el genocida más respetado

Ante la actual coyuntura parece pertinente tomar alguna distancia para reflexionar sobre el aquí y el ahora. Comencemos jalando el hilo que propicia en América Latina la urgencia de explicar la originalidad de la región. Quizás allí encontremos razones de su continuo caminar por derroteros en donde la tragedia se muestra como un rasgo permanente, pero también donde otra historia es posible, en post de una vida digna, que emerge de manera recurrente como una utopía posible.

En contra de la idea de que América Latina requiere de más desarrollo del capitalismo, bajo el supuesto que ello le permitiría acercarse a las formas del capitalismo del mundo central, además de aproximarla a las posibilidades de un bienestar infinito.

Muchas veces se señala a través de las organizaciones internacionales, que el capitalismo en América Latina sólo puede caminar propiciando «el desarrollo sustentable» en el marco de las leyes naturales de la oferta y la demanda.

En realidad, la intensificación del capitalismo en la región tiende no a acercarla sino, por el contrario, – en ese mirar al norte olvidándonos del sur- las luchas que cada día se agudizan por los mercados y por los escasos recursos hacen improbable integrarse a los pretendidos modelos del mundo desarrollado por otra parte en crisis y a acentuar las contradicciones del capital.

No obstante, los procesos de la región no son expresión o resultado de un insuficiente desarrollo capitalista. Loque tenemos aquí es un «exceso» en dicho desarrollo, en tanto espacio particular de condensación de contradicciones del sistema, las que operan en la lógica del modo de ser del capitalismo local.

De allí la original forma dependiente y su derivación política: formamos parte del sistema que establece el capital en una región en donde el conflicto social en general y su potencialidad de ruptura es mayor.

La situación ha pretendido ser distinta, aunque compleja en los gobiernos de Maduro en Venezuela, y Evo Morales en Bolivia, que se caracterizan por sus posturas de de proclamar un socialismo para el siglo XXI y ser críticos de los efectos negativos del capitalismo en el desarrollo de la sociedad.

Estos gobiernos -a pesar del águila rondando- habían logrado cierto respaldo popular y en determinado momento pudieron revertir la negativa realidad social de sus pueblos mediante la ejecución de políticas que han mejorado sustancialmente la situación de los sectores más vulnerables de la sociedad. La política neoliberal ha sido la más inmediatamente afectada, como también cimientos del Estado neo oligárquico y del aparato hegemónico del poder petrolero, y estas oligarquías no perdonan.

Estos gobiernos aún con sus errores, aún con sus dudas han llevado a su límite las fronteras establecidas por las llamadas transiciones a la democracia y las han rebasado, ofreciendo otro proyecto, ahora sí popular de democratización y participación con otra idea de democracia que no es la organizada por el occidente imperial y dirigida por el FMI o la Banca Mundial. En cierta forma lograron bloquear la restauración del poder de chantaje de la vieja arquitectura financiera, en un momento donde el FMI ha dado más créditos desde la explosión de la crisis que en toda la década previa.

Pero la Venezuela bolivariana al igual que Bolivia, quedaron rehenes de las buenas intenciones de los jefes de Estado latinoamericanos, no solo se han quedado en la retórica como en el pasado, sino con algunas vacilaciones determinantes, con esas promesas incumplidas para la unidad del subcontinente que ilustran el estado actual de la situación a la cual hemos llegado.

Llegamos de esta forma al término político en América Latina, marcada tanto por los proyectos de gobiernos de izquierda como de la derecha liberal. En estas coordenadas, se agotó el espacio para fuerzas y gobiernos que se reclaman de izquierda y que administran las políticas del gran capital. La disputa por la democracia dejó de ser un asunto teórico y se ha trasladado de lleno al terreno político-social, expresándose en proyectos políticos que tenderán a crecientes distanciamientos. La polarización política termina así tomando forma en el espacio propiamente institucional.

La lucha por la unidad latinoamericana siempre debe ir unida a la identificación clara de los problemas teóricos- prácticos que es preciso resolver. El mundo vive una gravísima situación que va mucho más allá del marco teórico. Las crecientes injusticias sociales aunadas a las guerras que proliferan y que hunden naciones enteras en una atmosfera de confusión, desolación e incredulidad.

La democracia se hace imposible e incompatible con ningún sistema de explotación y por más que lo quieran pintar diferente el capitalismo es uno. La hegemonía estadounidense en la globalización neoliberal es el enemigo principal, la historia así lo determina. El Che lo había advertido » El capitalismo es el genocida más respetado del mundo».

*Periodista uruguayo, miembro de la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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