Nicaragüita, y el triste papel de la izquierda regional/ Nicaraguinha e o triste papel da esquerda regiona
Aram Aharonian|
Ahora el intento restaurador llega de la mano de una derecha internacional mucho más agresiva, consciente de que las demandas de ganancia del gran capital se producen en un mundo más competitivo, con otros actores globales fortalecidos y decididos a ocupar los espacios que reivindican como propios, y en circunstancias en que su principal centro de poder, Estados Unidos, está operando de forma peligrosa, unilateral e irresponsable, en virtud de que conoce que su poderío global está en declive.
Para muchos, el estallido fue causado por el hartazgo político, porque la realidad es que la derecha liberal es muy débil, y el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) –que cogobernó con Ortega hasta apenas semanas antes del 18 de abril- carece de capacidad de movilizar a esos miles de nicaragüenses que salieron a las calles. El estallido carece de líderes visibles, más allá de grandes empresarios, sacerdotes y obispos. Y carece de programa (por ende, carece de futuro).
Lo cierto es que la situación actual de Nicaragua ha generado un inesperado grado de polémica en la izquierda latinoamericana, arrastrando en ese tsunami a connotados intelectuales y dirigentes populares y políticos, y sobre todo a una fauna de opinadores profesionales que hasta el momento habían olvidado la necesidad de la crítica, del legado del pensamiento crítico latinoamericano, preocupados en servir de caja de resonancia de aquellos que los financian, olvidando cumplir con su función de informar y opinar, más allá de citas al azar de Marx, Lenin, Gramsci y/o Fidel Castro
Y entonces aparecen los academicismos y eufemismo de nuestros críticos, muchos de ellos mirando para otro lado, cuando Estados Unidos avanza en su proyecto recolonizador con una guerra de cuarta generación, baja intensidad, de violentos focos desestabilizadores, dentro de la cual debiera encuadrarse esta supuesta “rebelión andictatorial”.
Esta actitud no es nueva en nuestro continente. Ya sucedió en situaciones que vivió Cuba y, sobre todo, en la que aún vive Venezuela. Es una actitud cómoda, desde sus centros (y salarios) académicos, desde medios de comunicación de derecha, centro o de izquierda –tanto da-, con una capacidad asombrosa de no haberse dado cuenta de que el mundo del siglo 20 ya no existe, y que es más fácil hablar en pasado que preocuparse de las realidades del presente.
Y, entonces, comenzamos a hablar de la realidad geoestratégica, donde Estados Unidos –que sigue insistiendo en que América Latina es su patio trasero y puede regarlo o incendiarlo cuando le plazca- hoy pelea hegemonía con otras potencias como China y Rusia. Y a veces dejamos de lado la importancia que tiene sobre nuestros gobiernos, movimientos sociales y partidos políticos las manipulaciones y financiamientos de la socialdemocracia europea y sus fundaciones y ONGs, o del Vaticano, con el jesuita Jorge Bergoglio a la cabeza.
Fakenews de cuarta generación
Todas las imágenes sobre los sucesos en Nicaragua, transmitidas desde el 18 de abril por los medios hegemónicos, viralizadas en las redes, se abstienen de mostrar la otra cara, la de los ataques con armas a los locales públicos, los saqueos, los militantes sandinistas quemados vivos en plena calle, la vejación a jóvenes.
Nicaragua es rehén de una realidad falseada y ficticia que mueve el terrorismo mediático de esta guerra de cuarta generación, al ritmo de las redes sociales, donde la realidad virtual se impone sobre la realidad real, donde, incluso, la masa de gente que de forma autoconvocada, genuina y respetuosa de la paz se moviliza por la democracia es convertida en carne de cañón, en ‘daño colateral’ para lograr el objetivo final: salir del gobierno constitucional, cueste lo que cueste.
Nadie dice que los ‘manifestantes pacíficos’ atacaron, quemaron, saquearon, destruyeron la oficialista Nueva Radio Ya, la Caja Rural Nacional (Caruna), cooperativa que ha administrado los fondos ALBA para proyectos sociales en beneficio de miles de familias. y el edificio del Ministerio de Economía Familiar.
Pero al coro de los medios hegemónicos se suman organizaciones de derechos humanos, rectores de universidades y sobre todo obispos que insisten en integrar la Comisión Mediadora del Diálogo Nacional para imponer el imaginario colectivo de que es una masacre del gobierno. Nadie habla de los muertos sandinistas, civiles, policías, funcionarios; nadie habla de la caravana atacada en Estelí, o lo que pasó en Masaya.
¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?
Y, sobre todo, se invisibilizó la activa y agresiva participación del Episcopado y de sacerdotes e iglesias católicas en actos vandálicos: iglesias usadas como arsenales, obispos y curas arengando a la rebelión y a la muerte desde los púlpitos, paramilitares de la derecha disfrazados de monjitas para llevar a cabo sus matanzas… Nada dijo el papa Francisco desde sus aposentos en el Vaticano.
Pero ese imaginario colectivo, quizá transmitido también por los medios vaticanos, alcanzó, por ejemplo, al reconocido teólogo brasileño de la liberación, Leonardo Boff, quien hizo pública una carta en la que se declaró «perplejo por que un gobierno que condujo a la liberación de Nicaragua pueda imitar las prácticas del antiguo dictador», al manifestar apoyo a los obispos del país, ”mediadores” en el conflicto interno que enfrenta el país centroamericano, según el sitio web Confidencial.
Las fundaciones y ongs
La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento libertario de extrema derecha y, obviamente , está muy bien financiada: funciona a través de un inmenso conglomerado de fundaciones, institutos, ONGs, centros y sociedades , unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o la Red Atlas, señala el analista Álvaro Verzi Rangel.
Cabe destacar que varios líderes ligados a Atlas consiguieron ganar notoriedad últimamente: varios ministros del gobierno conservador argentino, senadores bolivianos y dirigentes del Movimento Brasil Livre (MBL), que ayudaron a derrocar a la presidenta constitucional Dilma Rousseff, según señala Lee Fang en un exhaustivo informe en The Intercept.
La red Atlas, que ayudó a alterar el poder político en diversos países, es una extensión tácita de la política exterior de EEUU – los think tanks asociados a Atlas son financiados por el Departamento de Estado y la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia – NED), brazo crucial del soft power estadounidense y directamente patrocinada por los hermanos Koch, poderosos billonarios ultraconservadores.
La NED y el Departamento de Estado, que cuentan con entidades públicas que funcionan como centros de operación y despliegue de líneas y fondos como la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), Freedom House y la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos (Usaid), son los principales entes actores que reparten directrices y recursos, a cambio de resultados concretos en la guerra asimétrica en la que participan .
Las investigaciones del periodista estadounidense Max Blumenthal y del catedrático venezolano Álvaro Verzi Rangel, pusieron al descubierto el rol de entidades como la Usaid, Freedom House, y la NED en el financiamiento de ONG’s nicaragüenses, que llamaron al derrocamiento de Ortega. La Usaid aportó 5,2 millones de dólares, para “la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación”.
En junio, los dirigentes del M19, el grupo estudiantil que comenzó las protestas antigubernamentales viajaron a Washington, financiados por Freedom House, donde se reunieron con la ultraderecha parlamentaria estadounidense. Félix Madariaga, uno de los líderes del M19, está al frente del •Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, recibió 260,000 dólares de la NED. Otra fundaciones como “Hagamos Democracia”, de Luciano García, recibió 525,000 dólares de la NED desde 2014.
En 2017 un millón de dólares fue entregado por la NED a la Comisión de DDHH de Nicaragua, sl Centro para la Empresa Privada, al Instituto Republicano Internacional, a la Fundación Iberoamericana de Cultura, a la Fundación Desarrollo Económico Social y 305,000 dólares a grupos anónimos para la “promoción de la democracia.
Si, no, quizás
Algunos intelectuales de izquierda como Raúl Zebchi, señalan que “tenemos la segunda oportunidad de que la izquierda latinoamericana se redima de todos sus “errores”, y llaman a condenar la masacre que están perpetrando Daniel Ortega y Rosario Murillo contra su propio pueblo.” Dice que culpar al imperialismo de los crímenes propios es absurdo.
Otros, como Atilio Borón, comparan líricamente a la revolución nicaragüense como la niña que navega en un bote en un mar embravecido y con un timonel que ha perdido el rumbo.
“Aun bajo estas circunstancias, sería absurdo entregar a la niña a sus verdugos o hundir el bote y arrojarla al mar. Ya sabemos lo que ocurrió cuando gobiernos progresistas o de izquierda cayeron a causa de la conspiración imperial. Basta mirar lo acontecido en Honduras, Paraguay o Brasil para vislumbrar lo que podría ocurrir en Nicaragua si la ofensiva destituyente en curso fuese coronada con la victoria, indica
Lo de Nicaragua es una demostración más del poder del terror mediático de los medios hegemónicos trasnacionales y cartelizados y de su capacidad de imponer imaginarios colectivos en la región. Y, también, de una agencia propia de los medios alternativos (al mensaje hegemónico), preocupados permanentemente por seguir reactivamente la agenda del enemigo y creer que la resistencia es la denunciología , sin informar sobre lo que realmente pasa.
Cuidado: no justificamos las acciones del gobierno nicaragüense, ni los pactos ‘tácticos’ con enemigos históricos del sandinismo ni la imposición de una reforma previsional siguiendo los modelos del FMI y sin consulta alguna con las bases ni la ciuadanía.
Lo que sí alertamos es que esta época de la posverdad exige que haya un pensamiento único, imágenes únicas, un solo discurso, y ese relato manejado desde los centros de inteligencia del norte, ha logrado quebrar el raciocinio de algunos que durante muchos años dieron muestras fehacientes de integridad y ética.
Hoy Nicaragua –no sólo el gobierno de Daniel Ortega y Rosarito Murillo- sufre los embates de la derecha vernácula, financiada, pertrechada y aguijoneada desde el norte. Muy probablemente este estallido fue iniciado “por errores de conducción, por fallas en la subjetividad de la dirección, por métodos y prácticas incorrectas”, como analiza Sergio Rodríguez. Lo cierto es que la muerte y la destrucción disfrazadas de democracia se quieren instalar en Nicaragua.
No parece verosímil la versión de que EEUU trasladó a Nicaragua parte de los mercenarios que protagonizaron las ‘guarimbas’ en Venezuela, pero sin lugar a dudas la caída del sandinismo debilitará el entorno geopolítico de Venezuela, y aumentaría las posibilidades dd que la violencia se generalice en toda la región.
Pero los errores que se han cometido, los desvíos de la senda revolucionaria y popular, los tendrá que superar el propio pueblo nicaragüense, sin injerencias, sin recomendaciones gringas ni soluciones llegadas desde Washington vía Luis Almagro y la Organización de Estados Americanos, o de su Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El periodista argentino-mexicano José Steinsleger, buen conocedor de Nicaragua y la gesta revolucionaria, señala que “el pueblo sandinista decidirá. Mas no para que los escritores caigan en el prosaísmo de ser aclamados por consideraciones que exceden sus méritos literarios, o convirtiendo la paradoja en receta de buena ciudadanía”. Será el propio pueblo el que exigirá retomar el camino correcto.
Nicaragua, junto a Venezuela, Cuba y Bolivia, se ha convertido en una piedra en el zapato de los proyectos “panamericanistas” de Estados Unidos y sus repetidores, y hoy usan todos los argumentos para aniquilarla. No es la primera vez, tampoco. Tras la revolución sandinista, llegó la guerra del escándalo Irán-Contras, la agresión desde Honduras, el bloqueo de los puertos, las sanciones económicas, el intento de rendir por muerte o por hambre al pueblo.
La historia nos muestra que la revolución sandinista significó la tercera derrota de EEUU ante Nicaragua. La primera, a mediados del siglo XIX, cuando el mercenario Walker intentó crear una extensión de Estados Unidos en Centroamérica; a comienzos del siglo XX cuando el general Sandino y su Ejercito de Hombres Libres los hizo morder el polvo de la derrota y los expulsó del territorio nacional y en 1979, cuando hicieron huir a Anastasio Somoza (“nuestro hijo de puta”, como lo llamó Franklin Roosevelt).
En el encuentro habanero del Foro de Sao Paulo, el segundo secretario del Partido Comunista Cubano, José Ramón Machado Ventura, señaló que con respecto a Nicaragua, la posición cubana es categórica: en la medida en que Estados Unidos trata de manipular asuntos internos que solo los nicaragüenses deben resolver sin injerencia externa alguna, nuestro Partido ha dado, da y dará toda la solidaridad que demande el Frente Sandinista de Liberación Nacional para posibilitar el retorno de la paz al país”.
Toda esta realidad, toda esta barbarie, encubre otra realidad: la crisis de la integración latinoamericana y caribeña y atenta contra los esfuerzos de preservar la Celac y los demás proyectos integradores. Esa debiera ser una causa unitaria que las fuerzas (e intelectuales) de izquierda deberían colocar entre las/sus prioridades. También encubre el fracaso en propiciar la formación de nuevos cuadros, nuevos líderes, para dirigir las batallas actuales y las que vienen. Decía Fidel Castro que hay que saber donde esté el imperio para ponerse en la trinchera del frente.
Los opinadores hegemónicos invisibilizaron la crueldad y el salvajismo de algunas protestas (quemaron vivo a un funcionario, balearon sedes gubernamentales, incendiaron escuelas, vejaron militantes), mientras por el otro lado se obvió la dura y brutal represión del gobierno.
Hace muchos siglos, Aristóteles sostuvo que la única verdad es la realidad, mal les plazca a nuestros opinadores. Hace cien días que se especula a través de los medios, mientras el gobierno de Estados Unidos (y el otros países satélites) siguen amenazando a Ortega, “exigiendo” elecciones adelantadas. ¿Y si las gana Ortega otra vez?
Nadie aventura qué pasaría si cae el gobierno Ortega-Murillo, dado que los sublevados carecen de programa y no se avizora recambio, tampoco, dentro del sandinismo. El gobierno áun se sostiene, y si Ortega logra aplastar la protesta, no sería nada raro que la COSEP y la Iglesia se sienten a negociar el futuro de sus negocios.
En 1959 el escritor guatemalteco Augusto Monterroso escribí el cuento más corto de la historia: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. La interpretación queda librada a cada lector.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Mágister en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
EN PORTUGUÉS
Nicaraguinha e o triste papel da esquerda regional
Por Aram Aharonian
Uma direita internacional muito mais agressiva impulsa um movimento restaurador na América Latina, o qual é consciente de que as demandas de lucro do grande capital se produzem em um mundo mais competitivo, com outros atores globais fortalecidos e decididos a ocupar os espaços que reivindicam como próprios, e em circunstâncias nas quais seu principal centro de poder, os Estados Unidos, está operando de forma perigosa, unilateral e irresponsável, uma vez que reconhece que seu poderio global está em declínio.
Para muitos, a faísca causadora de do caso da Nicarágua foi o cansaço político, porque a realidade é que a direita liberal é muito fraca e o Conselho Superior da Empresa Privada (COSEP), que co-governou com Ortega até semanas antes do 18 de abril, carece de capacidade de mobilizar esses milhares de nicaraguenses que foram às ruas. O movimento carece de líderes visíveis, além dos grandes empresários, sacerdotes e bispos. E carece de programa – portanto, carece de futuro.
A verdade é que a situação atual da Nicarágua gerou um inesperado grau de polêmica na esquerda latino-americana, arrastando importantes intelectuais e dirigentes populares e políticos neste tsunami, incluindo uma fauna de opinantes profissionais que até o momento haviam esquecido a necessidade da crítica, do legado do pensamento crítico latino-americano, preocupados em servir de caixa de ressonância daqueles que os financiam, deixando de cumprir com sua função de informar e opinar além das citações de Marx, Lenin, Gramsci e/ou Fidel Castro
Então, aparecem os academicismos e eufemismo de nossos críticos, muitos deles olhando para o outro lado, enquanto os Estados Unidos avançam com seu projeto recolonizador, com uma guerra de quarta geração, baixa intensidade, violentos focos desestabilizadores, dentro de um cenário que deveria se enquadrar nesta suposta “rebelião anti ditatorial”.
Esta atitude não é nova no nosso continente. Já aconteceu em situações vividas em Cuba, e sobretudo na Venezuela atual. É uma atitude de comodismo, que nasce nos centros (e salários) acadêmicos, nos meios de comunicação, sejam eles de direita, centro ou de esquerda, com uma capacidade assombrosa de não perceber que o mundo do Século XX já não existe, e que é mais fácil falar no passado que se preocupar com as realidades do presente.
Então, começamos a falar da realidade geoestratégica, na qual os Estados Unidos – que insistem em fazer da América Latina o seu quintal, podendo regá-lo ou incendiá-lo, quando tem vontade – brigam pela hegemonia com outras potências como a China e a Rússia. E às vezes deixamos de lado a importância e a influência da manipulação e do financiamento por parte da socialdemocracia europeia, com suas fundações e ONGs, ou do Vaticano liderado pelo jesuíta Jorge Bergoglio, sobre nossos governos, movimentos sociais e partidos políticos.
Fake news de quarta geração
Todas as imagens sobre os acontecimentos na Nicarágua, transmitidas desde 18 de abril pelos meios hegemônicos, viralizaram nas redes, não mostram a outra cara dos protestos, dos ataques com armas nos locais públicos, os saques, os militantes sandinistas queimados vivos em plena rua, a humilhação de jovens.
A Nicarágua é refém de uma realidade falseada e fictícia, movida pelo terrorismo midiático desta guerra de quarta geração, o ritmo das redes sociais, onde a realidade virtual se impõe sobre a realidade real, onde as massas de gente que, de forma autoconvocada, genuína e respeitosa da paz se mobiliza pela democracia é transformada em carne de canhão, no dano colateral para se conseguir o objetivo final: derrubar o governo constitucional, custe o que custar.
Ninguém diz que os “manifestantes pacíficos” atacaram, queimaram, saquearam e destruíram locais, como a sede da emissora governista Nueva Radio Ya, a Caixa Rural Nacional, a cooperativa que administra os fundos ALBA para projetos sociais em benefício de milhares de famílias, além do edifício do Ministério da Economia Familiar.
Mas o coro dos meios hegemônicos mantém o discurso, junto com as organizações de direitos humanos, reitores de universidades e sobretudo bispos católicos, que insistem em integrar a Comissão Mediadora do Diálogo Nacional para impor o imaginário coletivo de que é um massacre do governo. Ninguém fala dos mortos sandinistas, os civis, os policiais e os demais funcionários administrativos. Ninguém fala da caravana sandinista atacada na cidade de Estelí, o do outro ataque, na região de Masaya.
O que dirá o Santo Padre que vive em Roma?
Ademais, também foi invisibilizada a ativa e agressiva participação do Episcopado e dos sacerdotes da Igreja Católica nos atos de vandalismo: a Igreja é usada como arsenal nessa disputa, com bispos e padres promovendo a rebelião e a morte nos púlpitos, apoiando paramilitares da direita disfarçados de monjas e realizando suas matanças… E o Para Francisco não diz uma palavra sobre o tema, desde seus aposentos no Vaticano.
Mas esse imaginário coletivo, transmitido também pelos meios vaticanos despertou reações, por exemplo, do conhecido religioso brasileiro Leonardo Boff, um dos emblemáticos defensores da teologia da liberação, que publicou uma carta na qual se declarou “perplexo por um governo que conduziu à liberação da Nicarágua estar agora imitando algumas práticas do antigo ditador”, ao manifestar apoio aos bispos do país, “mediadores” no conflito interno nicaraguense.
As fundações e ONGs
A internacional capitalista existe e é mobilizada por um movimento libertário global de extrema direita. Obviamente, está muito bem financiada, e funciona através de um imenso conglomerado de fundações, institutos, ONGs, centros e sociedades; todos unidos entre si por fios pouco detectável, entre os que se destaca a Atlas Economic Research Foundation (ou simplesmente Rede Atlas), como explica o analista político Álvaro Verzi Rangel.
Cabe destacar que vários líderes ligados à Rede Atlas alcançaram notoriedade nos últimos tempos: vários ministros do governo conservador argentino, senadores bolivianos e dirigentes do Movimento Brasil Livre (MBL), que ajudaram e muito – segundo o descrito pelo jornalista Lee Fang em um bem elaborado informe para o The Intercept – na campanha para criar o clima favorável para o golpe institucional contra a presidenta legítima brasileiras Dilma Rousseff.
A Rede Atlas, que ajudou a alterar o poder político em diversos países, é uma extensão tácita da política exterior dos Estados Unidos – os think tanks associados à Atlas são financiados pelo Departamento de Estado e pela Fundação Nacional para a Democracia (NED, por sua sigla em inglês), organismo crucial do soft power estadunidense e diretamente patrocinada pelos irmãos Koch, poderosos bilionários ultraconservadores.
A NED e o Departamento de Estado, que contam com entidades públicas que funcionam como centros de operação e difusão de discursos – e também de distribuição de fundos – como a Fundação Pan-Americana para o Desenvolvimento (PADF, por sua sigla em inglês, a Freedom House e a Agência de Desenvolvimento Internacional dos Estados Unidos (USAid), são os principais entes que compartilham as diretrizes e os recursos, em troca de resultados concretos na guerra assimétrica na que participam.
As investigações do jornalista estadunidense Max Blumenthal e do catedrático venezuelano Álvaro Verzi Rangel revelaram o rol das entidades como a USAid, a Freedom House e a NED no financiamento de ONG’s nicaraguenses, que defendem a saída imediata de Ortega do poder. A USAid gastou 5,2 milhões de dólares na “capacitação da sociedade civil e nas organizações de meios de comunicação”.
Em junho, os dirigentes do M19, grupo estudantil que iniciou os protestos antigovernamentais, viajaram a Washington, financiados pela Freedom House, e se reuniram com a ultradireita parlamentária estadunidense. Félix Madariaga, um dos líderes do M19, encabeça também o Instituto de Estudos Estratégicos e Políticas Públicas, que recebeu 260 mil dólares da NED. Outra fundação, chamada Hagamos Democracia (“Façamos Democracia”), de Luciano García, recebeu 525 mil dólares da NED, em diferentes parcelas, desde 2014.
Em 2017, A NED dividiu cerca de um milhão de dólares entre entidades como a Comissão de Direitos Humanos da Nicarágua, o Centro para a Empresa Privada, o Instituto Republicano Internacional, a Fundação Ibero-Americana de Cultura e a Fundação pelo Desenvolvimento Econômico e Social, além de outros 305 mil dólares a grupos anônimos para a “promoção da democracia”.
Sim, não, talvez
Alguns intelectuais progressistas, como Raúl Zebechi, consideram que “a esquerda latino-americana tem uma segunda oportunidade para redimir de todos os seus erros, e condenar o massacre que Daniel Ortega está cometendo contra seu próprio povo”, e afirmam que culpar o imperialismo pelos próprios crimes é absurdo.
Outros, como Atilio Borón, comparam liricamente a revolução nicaraguense como a menina que navega em um bote em mar bravio, com um timoneiro que perdeu o rumo.
“Mesmo sob estas circunstâncias, seria absurdo tentar salvá-la, jogando-a ao mar. Já sabemos o que aconteceu quando governos progressistas ou de esquerda caíram na armadilha da conspiração imperial. Basta ver o que aconteceu em Honduras, no Paraguai ou no Brasil para vislumbrar o que será da Nicarágua se a ofensiva pela quebra da institucionalidade tiver sucesso”, indica
O que ocorre na Nicarágua é uma demonstração do poder do terror midiático dos meios hegemônicos transnacionais e cartelizados, e de sua capacidade de impor imaginários coletivos na região. E, também, de uma mal conformada rede de meios alternativos – com relação ao discurso hegemônico – que mantém uma postura permanentemente reativa com respeito à agenda do inimigo, acreditando que a denunciologia é a melhor forma de resistência, sem informar sobre o que realmente acontece nem formar pensamento novo sobre os temas.
Mas cuidado, não se trata aqui de justificar as ações do governo nicaraguense, nem dos pactos “tácticos” impulsados por Ortega com inimigos históricos do sandinismo, e muito menos a imposição de uma reforma previdenciária que segue os modelos do FMI, sem consulta alguma com as bases ou com a cidadania.
Buscamos alertar que esta época de pós-verdade nos está exigindo aceitar um pensamento único, imagens únicas e um só discurso, baseado no relato manejado pelos centros de inteligência do norte, e que vem conseguindo quebrar o raciocínio de alguns que, durante muitos anos, deram mostras inquestionáveis de integridade e ética.
Hoje, a Nicarágua – e não só o governo de Daniel Ortega e Rosario Murillo – sofre os embates da direita vernácula, que financiada, equipada e estimulada pelos Estados Unidos. Muito provavelmente, esta revolta foi iniciada “por erros de condução, por falhas na subjetividade da direção e por métodos e práticas incorretas”, como analisa Sergio Rodríguez. A verdade é que a morte e a destruição disfarçadas de democracia querem se instalar na Nicarágua.
Não parece verossímil a versão de que os Estados Unidos transladaram à Nicarágua parte dos mercenários que realizavam as chamadas guarimbas (barricadas urbanas nos centros das cidades) na Venezuela. Mas, sem dúvidas, a queda do sandinismo debilitará o contexto geopolítico no qual a Venezuela está inserida, aumentando as possibilidades de que a violência se generalize em toda a região.
Os erros que se cometem, os desvios de conduta do projeto revolucionária e popular sandinista, serão elementos que o próprio povo nicaraguense terá que superar, sem intervenções, sem recomendações gringas, sem soluções vindas de Washington via Organização dos Estados Americanos (OEA), ou de seu presidente (o diplomata uruguaio Luis Almagro, ou de sua Comissão Interamericana de Direitos Humanos.
O jornalista argentino-mexicano José Steinsleger, bom conhecedor da Nicarágua e de sua façanha revolucionária, relata que “o povo sandinista decidirá, mas não para que os escritores caiam no prosaísmo da aclamação por considerações que excedem seus méritos literários, ou convertendo o paradoxo em receita de boa cidadania”. Será o próprio povo o que exigirá retomar o caminho correto.
A Nicarágua, junto com Venezuela, Cuba e Bolívia, se transformou numa pedra no sapato dos projetos pan-americanistas dos Estados Unidos e seus capangas, os que hoje usam todos os argumentos para aniquilá-la. Não é a primeira vez, tampouco. Após a Revolução Sandinista, veio a guerra do escândalo Irã-Contras, a agressão desde Honduras, o bloqueio dos portos, as sanções econômicas, a tentativa de render o povo pela morte ou pela fome, entre outras agressões de fora.
A história nos mostra que a Revolução Sandinista significou a terceira derrota dos Estados Unidos na Nicarágua. A primeira foi em meados do Século XIX, quando o mercenário William Walker tentou criar uma extensão dos Estados Unidos na América Central. No começo do Século XX, o general Augusto César Sandino e seu Exército de Homens Livres os fez tragar a derrota e os expulsou do território nacional, e em 1979, quando fizeram o ditador Anastasio Somoza (“nosso filho de puta”, como chamava Franklin Roosevelt) fugir covardemente do país.
No recente encontro do Foro de São Paulo, em Havana, o segundo secretário do Partido Comunista Cubano, José Ramón Machado Ventura, disse que a posição cubana no caso da Nicarágua é categórica: “na medida em que os Estados Unidos tentam manipular assuntos internos – os quais só os nicaraguenses deveriam resolver, sem intromissão externa alguma – nosso partido dá e dará toda a solidariedade requerida à Frente Sandinista de Liberação Nacional para possibilitar o retorno da paz no país”.
Toda esta realidade, toda esta barbárie, encobre outra problemática: a crise da integração latino-americana e caribenha, que atenta contra os esforços em preservar a CELAC e os demais projetos integradores. Essa deveria ser uma causa unitária que as forças (e os intelectuais) da esquerda deveriam colocar entre suas prioridades. Também encobre o fracasso em propiciar a formação de novos quadros e novos líderes, para dirigir as batalhas atuais e as que virão. Fidel Castro dizia que é preciso saber onde está o império, para se posicionar na trincheira contrária.
Os opinadores hegemônicos se omitiram diante da crueldade e a selvageria de alguns protestos (queimaram vivo um funcionário, balearam sedes governamentais, incendiaram escolas, escracharam e humilharam militantes sandinistas em público), enquanto só de criticava a dura e brutal repressão do governo.
Há muitos séculos atrás, Aristóteles sustentou que a única verdade é a realidade, pensamento que esses comentaristas parecem não seguir. Há cem dias, os meios de todo o continente especulam sobre o futuro da Nicarágua, enquanto o governo dos Estados Unidos (e de outros países satélites) continuam ameaçando Ortega e “exigindo” eleições antecipadas. E se, caso elas aconteçam, Ortega vence outra vez?
Ninguém se aventura a prever o que aconteceria se o governo de Ortega-Murillo cair, já que os manifestantes carecem de uma proposta alternativa para oferecer ao país, e tampouco há outro projeto diferente ao atual dentro do sandinismo. O governo ainda se segura como pode, mas se conseguir superar a crise não seria estranho que tanto os empresários quanto a Igreja – antigos aliados do orteguismo que se debandaram para o lado dos manifestantes – voltem a dialogar, para defender o futuro de seus negócios.
Em 1959, o escritor guatemalteco Augusto Monterroso escreveu o conto mais curto da história, chamado “O Dinossauro”. Eis o texto na íntegra:
Quando despertou, o dinossauro ainda estava ali.
O significado está sujeito à livre interpretação de cada leitor.