La integración: ¿Atrapada entre la soberbia imperialista y el pragmatismo neodesarrollista?

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Javier Tolcachier|

La reciente gira del secretario de Estado de los Estados Unidos por cinco países de América Latina y el Caribe puso al descubierto, una vez más, la enfermiza ambición de ese país por ejercer la dominación sobre sus vecinos del sur. Dominación que se ha encontrado en la última década con dos grandes escollos.

Por una parte, la formación y fortalecimiento de una institucionalidad integradora de carácter autónomo, que tomó cada vez más cuerpo a través de la ampliación del Mercosur, el surgimiento de la ALBA-TCP y PetroCaribe, la fundación de UNASUR y el establecimiento de la CELAC. Este último espacio, en particular, al agrupar a 33 naciones de la región sin la presencia de EEUU y Canadá, representa una alternativa de peso al control ejercido por más de medio siglo a través de la Organización de Estados Americanos (OEA), organismo financiado mayoritariamente por los EEUU cuya sede central se encuentra a pocos cientos de metros de la Casa Blanca.

Por otro lado, el ascenso de China en la esfera económica mundial implicó una fuerte expansión del volumen de comercio y el crecimiento de la inversión en Latinoamérica, en desmedro de la tradicional dependencia regional de EEUU y Europa. Junto a la emergencia de otros actores como Rusia o India, la balanza de poder internacional comenzó a inclinarse hacia una multipolaridad creciente a despecho de la pretendida unipolaridad.

Frente a esta perspectiva, el complejo militar industrial y la banca estadounidense no se resignan a perder la posición hegemónica lograda después de la segunda guerra mundial y la caída del contrapoder que representaba la Unión Soviética. Esto lo ha llevado a librar guerras y establecer alianzas por el control estratégico de los recursos naturales, con la intención de socavar la posibilidad de que competidores cuenten con fuentes de abastecimiento para afianzar su crecimiento, evitando así también dirimir alternativas al dólar como principal reserva internacional.

En América Latina, el fortalecimiento de la integración regional y el crecimiento de la presencia china se produjeron, en general, bajo gobiernos progresistas o de izquierda. Algunos de los cuales, yendo incluso más allá, lograron recuperar la soberanía sobre los recursos naturales, destinando sus rendimientos a programas sociales incluyentes y extensivos. Eso explica, aunque de ninguna manera justifica, el ataque promovido por el gobierno estadounidense contra la red de alianzas emancipadoras construidas en la región.

La encarnizada ofensiva de la derecha contra la República Bolivariana de Venezuela, la persecución contra líderes políticos como Lula, Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Fernández y otras personalidades, el fraude en Honduras, las previsibles campañas y amenazas contra candidatos como AMLO en México o Petro en Colombia, al par de evitar un reflujo político socialmente positivo, cumplen también con la misión de ocultar la enorme deficiencia de los gobiernos neoliberal-conservadores. Difícilmente alguno de los países incluido en el “grupo de Lima” pueda exhibir una performance de excelencia en relación a prácticas democráticas, de respeto a los derechos humanos o de probidad institucional. Señalar la paja en el ojo ajeno es una estrategia para evitar que el pueblo se rebele ante el desastre y la ignominia fronteras adentro.

El estado de la integración regional

Luego de un ciclo virtuoso de surgimiento, crecimiento y fortalecimiento institucional, la integración regional acusa el embate de la estrategia de dominación hegemónica. La herramienta principal para quebrar el espíritu de concertación y pluralidad que caracterizó a la integración en esta etapa ha sido la división en base a signos políticos y a los intereses socioeconómicos que representan.

La promesa de ayudar a los vasallos a entrar en el selecto mundillo OCDE, la muletilla de promoverlos como “líderes regionales”, el otorgamiento de espacios y sedes en eventos “top” de la farándula del capital internacional (Davos, G-20, OMC, Cumbre de las Américas) colaboró con dicha escisión. Los negocios particulares hicieron el resto.

De esta manera, apareció la Alianza del Pacífico, el ya mencionado grupo de Lima y se logró poner nuevamente en escena a una alicaída OEA. Al mismo tiempo, se quitó empuje político a UNASUR impidiendo la elección de un nuevo secretario general, se excluyó a Venezuela del MERCOSUR y se debilitó a la CELAC, restándose los representantes de la derecha de algunas de sus convocatorias. La retirada de la adhesión hondureña a ALBA-TCP luego del golpe contra Manuel Zelaya y la embestida contra las naciones caribeñas para cortar lazos de reciprocidad con la revolución bolivariana, han sido las intentonas de quitar fuerza a las alianzas comprometidas con la soberanía y la solidaridad.

Un encuentro importante

Entre el 21 y 22 de Enero, 25 ministros de relaciones exteriores y delegaciones de 31 países se dieron cita en Santiago de Chile para el II Foro CELAC-China.

El antecedente inmediato de esta reunión fue la cumbre celebrada en Julio 2014 en Brasilia, en la que el presidente Xi Jinping expuso la propuesta marco de cooperación de su gobierno, denominada «1+3+6″. “Un plan”, en referencia al Plan de Cooperación China y Estados de Latinoamérica y el Caribe 2015-2019. “Tres motores» de desarrollo mediante comercio, inversión y apoyo financiero. “Seis campos” en relación a la priorización de la cooperación en energía y recursos naturales, infraestructura, agricultura, manufacturas, innovación científico-tecnológica y tecnologías de la información.

En la reunión ministerial de Santiago de Chile, este enmarque cobró visos de realidad con la invitación del canciller chino Wang Yi a los gobiernos de América Latina a sumarse a la “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (OBOR por sus siglas en inglés) o Nueva Ruta de la Seda. Invitación que encontró eco en la Declaración de Santiago, como también en la Resolución general y especial aprobadas en el cónclave.

Para entender el contexto de este megaplan asociativo y sus implicancias para los pueblos de la región, es primordial revisar el documento “Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China“, preparado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) para esta II Reunión Ministerial.

En éste se detallan no sólo los principales datos de la actual relación entre la región y China, sino que se mencionan las posibles ventajas de su complementariedad.

China y la región latinoamericano-caribeña: una atracción creciente

China representa hoy más del 15% del PIB mundial, cinco veces más que en el año 2000 y posee el mayor PIB industrial del planeta, alrededor de un cuarto del total mundial. Pero además logró, en el mismo período, reducir enormemente sus índices de pobreza (de 58 a 12%) y de pobreza extrema (de 32 a 2%).

China se está convirtiendo en líder mundial en innovación tecnológica. Invierte un 24% del total mundial en esta esfera. Cuenta con un porcentaje similar de investigadores, ha aumentado su número de patentes y se ha posicionado fuertemente en el desarrollo de la Industria 4.0, que combina los potenciales del mundo físico y digital. China es hoy también el segundo inversionista mundial, detrás de los EEUU.

América Latina exporta a China sobre todo productos primarios (soja, minerales, petróleo) mientras que importa productos manufacturados. Si bien la inversión directa china en ALC ha sido tan sólo de un 5% entre 2005 y 2016, ésta ha aumentado a un 15% aproximado en 2017. Más de la mitad de la inversión directa china está concentrada en Brasil.

Además, China es un importante factor de crédito para varios gobiernos de América Latina (Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina) por montos incluso superiores al financiamiento recibido (2005-2016) de instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

Una invitación irresistibleResultado de imagen para ruta de la seda

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, que ahora quiere extenderse a América Latina y el Caribe se compone inicialmente de un corredor terrestre que atraviesa toda China, la región central asiática, Turquía, Rusia y Europa y una ruta marítima que conecta a China con la región de Asia meridional, India, Medio Oriente, África Oriental, anudándose en Europa. Incluye la construcción de carreteras, líneas de ferrocarril, oleoductos, puertos y terminales aéreas. Está previsto crear una Ruta de la Seda digital, abarcando temas de economía digital, inteligencia artificial, computación en la nube y ciudades inteligentes.

El objetivo de esta iniciativa del gobierno chino, a la que ya se han sumado 68 países, es la de dar impulso a la economía mundial, desarrollar el interior chino subdesarrollado, crear nuevas conexiones para el abastecimiento energético y el comercio, dar salida a sus inversiones y abrir el juego al intercambio comercial y financiero en otras monedas distintas a la del dólar, entre ellas, por supuesto el renminbi (o yuan). Junto a afianzar su posición internacional, el gobierno chino insiste en que se trata de establecer un nuevo pacto civilizatorio, incluyente y beneficioso para el desarrollo multilateral.

En relación a América Latina, el documento de la CEPAL indica que “La Iniciativa de la Franja y la Ruta podría beneficiar a la región mediante una dinamización del comercio entre Asia, Europa y África y la demanda resultante de productos de la región”, aunque sus características no diversificadas “sean difícilmente modificables en plazos breves”. América Latina podría convertirse en abastecedor principal de China de “alimentos nutritivos, inocuos y de alta calidad.”

Pero también se menciona como posibles áreas de cooperación a las energías renovables, la interconexión energética y la construcción de infraestructura, todo ello orientado por el compromiso global frente al cambio climático.

La imagen contenida en las declaraciones del canciller Wang en el Foro es demasiado atrayente : ayudar al ascenso de la cadena de valor industrial a la gama media-alta, abrir el mercado chino a la exportación latinoamericana con valor agregado, potenciar la cooperación aeroespacial, en nuevas energías, inteligencia artificial, big data, Internet y biomedicina, incrementar la cooperación para el desarrollo en ciencia, tecnología e innovación.… ¿Cantos de sirena o revolución de la matriz económica regional con perspectiva social?

¿Es ésa la mejor ruta para la integración regional?

De tal atracción es la propuesta hecha por los chinos, que logró superar momentáneamente las antinomias y reunir nuevamente bajo el techo de la CELAC a la mayoría de los ministros latinoamericanos.

Si uno contempla cómo quedaría el mapa mundial de concretarse este proyecto global, vería el trayecto de rutas hacia el Este y el Oeste conectando sin fronteras comerciales al mundo, el sueño globalizado con centro en China. No por nada, China se llama a sí misma “Zhongguo”, “el Reino del Centro”.

En un primer acercamiento, la idea de desatascar el ínfimo crecimiento de la economía regional, revertir el rol desventajoso de exportadores de productos primarios, conectar espacios intrarregionales con el mundo, favorecer a naciones desfavorecidas por el comercio internacional, lograr un nuevo punto de coincidencias regional, pareciera ser un panorama auspicioso.

Por lo demás, esto podría constituir un contrapeso geopolítico importante a las pretensiones de dominación del Norte, un reaseguro frente a la soberbia invasora y una importante muestra de cooperación multilateral Sur-Sur. Y sin embargo…desarrollo_sostenible01

Esto no asegura mejoras sociales efectivas para los pueblos de NuestrAmérica. Es evidente que en el trasfondo de estas propuestas continúa operando la “teoría del derrame”. Primero buscar crecimiento económico, para después…. ¿repartirlo? Poco creíble, dadas las circunstancias de concentración propietaria operantes. Repetidamente se hace mención, en declaraciones y documentos a la necesidad de alianzas “público-privadas”, expresión que en la práctica abre la puerta a privatizaciones, concesiones leoninas o endeudamiento fatal. Probadamente, el crecimiento económico no conduce automáticamente a una redistribución justa de lo producido socialmente.

Por otra parte, basar el horizonte de integración regional en el neodesarrollismo, intentando destrancar el estancamiento económico y el actual encono político aplicando tan sólo una mirada pragmática, ¿no sería desistir del intento de darle a América Latina y el Caribe el carácter de región soberana, de paz, solidaria e inclusiva?

Por último, los pueblos, supuestos beneficiarios de estos planes ambiciosos, no participan de las deliberaciones, ni tienen incidencia alguna en las decisiones. Ni siquiera cuentan con la información de lo que está sucediendo. Los proyectos implicados tendrán sin duda un megaimpacto en los territorios, en la forma de trabajo y el estilo de vida de comunidades enteras, por lo que emprenderlos a espaldas del pueblo es no sólo problemático, es ilegítimo. Por ello es necesario abrir un amplio debate sobre estas perspectivas de desarrollo e integración en la base social.

*, Investigador del Centro Humanista de Córdoba, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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