México: El “habitual” asesinato de candidatos/ Onde o assassinato de candidatos é algo ‘habitual’

434

Gerardo Villagrán del Corral- CLAE|

El asesinato de candidatos como recurso para determinar el resultado de una elección no es una rareza ni un procedimiento inédito en donde nunca ha habido una democratización de los canales institucionales-electorales, aun cuando sí una relativa pluralización del sistema de partidos que garantizó la rotación de élites pero no cambios sustantivos ni canalización institucional de las demandas sociales.

En México, los asesinatos en general y de candidatos en particular pasan inadvertidos; la violencia es la divisa dominante de la política, tanto en la modalidad de represión llana y abierta como en la acción consuetudinaria de las instituciones, que, sin moderación, quebrantan el orden constitucional a su antojo, señala Arsinoé Orihuela, en La digna voz.Resultado de imagen para El “habitual” asesinato de candidatos en mexico

Este alud de criminalidad e ilegalidad concertada desde las instituciones explica el fenómeno de la “naturalización” del maridaje violencia-política,  íntimamente entrelazada con la violencia social. La decisión política que desencadenó la barbarie en México  fue la guerra contra el narcotráfico, alentada y cofinanciada por EEUU, que decretó el expresidente Felipe Calderón en 2006, como una estrategia para aplastar por la fuerza las denuncias de fraude en su contra.

La crisis de violencia en el país es fruto de una octogenaria acumulación de procesos electorales fraudulentos, en la que los asesinatos de aspirantes a cargos de elección popular es una norma más que una excepción. Es cierto que ha habido un agudo recrudecimiento, porque las fuerzas armadas, las añejas dinastías familiares y el narcotráfico han acumulado cuotas extraordinarias de poder, especialmente en el último decenio, señala Orihuela.

Resultado de imagen para asesinato de colosioLa guerra nunca fue contra el narcotráfico: éste es hoy el actor dominante en la política mexicana, pero habilitó un escenario bélico que propició el fortalecimiento de las fracciones más criminosas del poder político (jerarcas militares, dinastías familiares, narcotráfico). El fraude electoral de 2006 acarreó la guerra. Y el costo humano fue altísimo: 200 mil muertos, decenas de miles de desaparecidos, millones de familias desterradas de sus territorios o comunidades, y la normalización del terror, la criminalidad y la corrupción.

Tan sólo en los últimos cuatro meses hayan sido asesinados más de 30 aspirantes a cargos de elección popular. Hasta la OEA denunció que en México es asesinado un candidato cada cinco días. Si esto aconteciera en Venezuela, no es tan difícil imaginar el escozor internacional que provocaría. “Pero como acontece en México, donde la barbarie está naturalizada, nadie respinga, con excepción de unas escasas expresiones de preocupación”.

Orihuela explica que cuando un candidato visita la comunidad o jurisdicción por la cual está compitiendo, el narco acostumbra secuestrar los vehículos en los que se transporta el candidato, reporteros y personal de prensa, para concertar ex profeso una entrevista entre el jefe narco de la “plaza” y el candidato, y coordinar a priori la “agenda de cooperación” entre el futuro funcionario y las organizaciones criminales. “Desde el punto de vista del neoliberalismo sin reservas, que profesa el culto de la superioridad de los mercados por encima de cualquier acción del Estado, México es la utopía“, indica Orihuela.Resultado de imagen para secuestro y asesinato de candidatos en mexico

El impacto sobre la población es directo y determinante y esa es, precisamente, la idea de los asesinatos: afectar la participación electoral y los resultados. El clima homicida alimenta el abstencionismo, en un país donde el voto no es obligatorio: a los comicios sólo asiste entre el 20 y el 40 por ciento del electorado. El asesinato de candidatos tiene como fin provocar un terror que aleje al público de las urnas.

Oaxaca

Hoy toma importancia el caso de Carlos Santiago Carrasco, quien sirvió a diversos gobiernos de distinto signo en Oaxaca, reprimiendo a movimientos populares en 2006 y 2007. La Comisión de la Verdad (creada por el Congreso oaxeño)  concluyó que se violó de manera masiva y sistemática múltiples derechos humanos, como la presunción de inocencia, al debido proceso; detenciones arbitrarias, tratos crueles inhumanos y degradantes; desapariciones forzadas, tortura sistemática y ejecuciones extrajudiciales

Resultado de imagen para Carlos Santiago Carrasco represion en oaxacaSi Carlos Santiago y muchos otros funcionarios, que fueron parte activa en la represión en 2006 y 2007, y que cometieron crímenes de lesa humanidad, permanecen en la administración pública, es porque ningún presunto perpetrador, ni autoridad sobre quien recaiga una responsabilidad mayor, ha sido presentado ante la justicia. Y, como no han sido juzgados, hay permiso para seguir violando los derechos humanos, dice Luis Hernández Navarro en La Jornada.

Lejos de olvidarse, las afrentas sufridas por el pueblo oaxaqueño en aquellos años son una herida abierta. Por eso es tan importante la decisión de la De­fen­soría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca de presentar una denuncia contra el Estado mexicano (donde se responsabiliza a los ex presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón) ante la Corte Penal Internacional (CPI) por delitos de lesa humanidad, para evitar así que estos crímenes queden impunes y se repitan.

*Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


Onde o assassinato de candidatos é algo ‘habitual’

Por Gerardo Villagrán del Corral

O assassinato de candidatos como recurso para determinar o resultado de uma eleição não é algo estranho nem um procedimento inédito em lugares onde nunca houve uma democratização profunda dos canais institucionais-eleitorais, ainda que os mesmos exibam uma relativa pluralização do sistema de partidos, de forma a garantir a rotação das elites no poder, mas sem permitir mudanças substantivas e a canalização institucional das demandas sociais.

“No México, por exemplo, os assassinatos em geral – e de candidatos, em particular – às vezes passam inadvertidos pelos noticiários: a violência se tornou moeda corrente na política, tanto na modalidade de repressão nua e crua como na ação consuetudinária das instituições, que quebram a ordem constitucional à vontade e sem moderação”, comenta o jornalista e cientista político Arsinoé Orihuela, em sua coluna no periódico digital mexicano La Digna Voz.

Esta avalanche de criminalidade e ilegalidade concertada desde as instituições explica o fenômeno da “naturalização” do casamento entre violência e política, intimamente entrelaçada com a violência social. A decisão política que desencadeou a barbárie no México foi a guerra contra o narcotráfico, estimulada e co-financiada pelos Estados Unidos, que decretou o ex-presidente Felipe Calderón, em 2006, esmagando as denúncias de fraude contra ele, como uma estratégia para fortalecer a intervenção militar no país para combater os grupos narcotraficantes, sem um debate mais profundo na sociedade sobre essas políticas e sua (in)eficácia.

A crise de violência no país é fruto de uma octogenária acumulação de processos eleitorais fraudulentos, na que os assassinatos de aspirantes a cargos de políticos é uma regra e não uma exceção. “Também é verdade que há essa tendência vem crescendo e se tornando ainda mais agressiva, devido a um novo cenário em que as forças armadas, as velhas dinastias familiares e o narcotráfico, após anos acumulando forças até chegarem a quotas extraordinárias de poder, agora se sentem livres para serem impunes até mesmo em ações mais ousadas e escandalosas”, analisa Orihuela.

A guerra nunca foi contra o narcotráfico, tanto que este é hoje o ator dominante na política mexicana. O principal resultado foi o de moldar um cenário bélico que propiciou o fortalecimento das facções mais criminosas do poder político (hierarcas militares, dinastias familiares, narcotráfico). A fraude eleitoral de 2006 foi o estopim da guerra, e o custo humano foi altíssimo: 200 mil mortos, dezenas de milhares de desaparecidos, milhões de famílias deslocadas de seus territórios ou comunidades, e a normalização do terror, da criminalidade e da corrupção.

Somente nos últimos quatro meses, já assassinaram mais de 30 aspirantes a cargos de eleição popular. Até a OEA (Organização dos Estados Americanos) denunciou que o México tem um assassinato de candidato cada cinco dias. Se isso ocorresse na Venezuela, não é tão difícil imaginar a comoção internacional que provocaria. Porém, como acontece no México, onde a barbárie está naturalizada, não desperta mais que escassas expressões de preocupação.

Orihuela explica que quando um candidato visita a comunidade ou jurisdição pela qual está competindo, os narcos costumam sequestrar os veículos nos que se transporta o candidato, jornalistas e assessores, para realizar uma entrevista entre o chefe narco da “praça” e o candidato, e coordenar a “agenda de cooperação” entre o futuro funcionário e as organizações criminosas. “Do ponto de vista do neoliberalismo sem reservas, que professa o culto da superioridade dos mercados por cima de qualquer ação do Estado, o México é a utopia“, indica o jornalista.

O impacto sobre a população é direto e determinante e essa é, precisamente, a intenção dos assassinos: afetar a participação eleitoral e os resultados. O clima homicida alimenta o abstencionismo, num país onde o voto não é obrigatório: as eleições costumam reunir entre 20% e 40% do eleitorado, com cifras ainda piores em pequenas cidades do interior. O assassinato de candidatos tem como objetivo afastar o público das urnas, através do terror.

Carlos Santiago e o governo de Oaxaca

Hoje, o caso que toma mais importância é o de Carlos Santiago Carrasco, um burocrata que serviu a diversos governos de distintos setores políticos, no Estado de Oaxaca, como cúmplice da repressão aos movimentos populares desde 2006. Atualmente é delegado e representante do governo do Estado nas comissões sobre segurança pública.

A Comissão da Verdade criada pelo Congresso estadual oaxaquenho concluiu que as ações tomadas pelo Estado nesse período violaram de forma massiva e sistemática múltiplos direitos humanos, como a presunção de inocência, o respeito ao devido processo, entre outros, além de constatar crimes como detenções arbitrárias, tratamentos cruéis ou degradantes, desaparições forçadas, tortura sistemática e execuções extrajudiciais

Se Carlos Santiago e muitos outros funcionários que foram parte ativa na repressão e que cometeram crimes de lesa humanidade permanecem ativos dentro da administração pública é porque nenhum responsável, seja ele uma autoridade de alta hierarquia civil ou militar, ou um funcionário de patamar mediano, foi sequer denunciado perante a Justiça. Como não foram investigados nem julgados, se sentem no direito de seguir violando os direitos humanos.

A feridas abertas do povo oaxaquenho não devem ser esquecidas. Por isso, é tão importante a decisão da Defensoria dos Direitos Humanos do Povo de Oaxaca, de apresentar uma denúncia forma contra o Estado mexicano – responsabilizando os ex-presidentes Vicente Fox e Felipe Calderón – na Corte Penal Internacional por delitos contra a humanidade, para evitar que estes crimes fiquem impunes e se repitam.

Gerardo Villagrán del Corral é antropólogo e economista mexicano, associado ao Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)

 

 

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.