América Latina hacia la integración neoliberal y las relaciones cordiales

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Federico Larsen| En las últimas semanas la agenda internacional de los países de América Latina y sus mandatarios ha estado muy agitada. En líneas generales, los movimientos que se han registrado apuntan a fortalecer el cambio de rumbo de la región en su estrategia de integración a los mercados globales, con un mayor acercamiento a las grandes potencias mundiales, y un pase al segundo plano de la agenda diplomática de los procesos de integración regional.

Argentina sigue estando a la cabeza de este proceso. Terminado el World Economic Forum en Buenos Aires con un acercamiento más que formal entre el Mercosur y la Alianza del Pacifico, el gobierno Macri redobló su apuesta por fortalecer los acuerdos de libre comercio en la región. Las negociaciones con el bloque de países más propenso al libre mercado y cierta ortodoxia neo-liberal no se limita exclusivamente al aspecto comercial. La Alianza del Pacífico se convirtió en los últimos dos años en la estrella de los bloques latinoamericanos en la perspectiva internacional. Son los países más confiables, estables y dispuestos para los negocios de la región, con gobiernos propensos a entregar el clima de negocios y la seguridad jurídica que los capitales trasnacionales requieren.

El acercamiento apunta entonces también a lograr cierto ‘brillo con luz ajena’, para demostrar al mundo la intención de parecerse a sus ‘vecinos buenos’. Para ello, Argentina se propuso avanzar en una serie de negociaciones bilaterales con México y Colombia, poniendo inclusive sobre el tapete posibles acuerdos en el delicado sector automotriz, que involucran indirectamente a sus pares del Mercosur. Otro paso importante en este sentido, fue la presentación formal por parte del ministro de Hacienda argentino, Nicolás Dujovne, del pedido de ingreso de su país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

México y Chile ya son parte de este selecto grupo de países desarrollados de la OCDE, y entraron justamente cuando definieron que su estrategia exterior dejaría de lado sus relaciones con América Latina y el Caribe, para codearse con los poderosos del hemisferio norte. Luego de su encuentro en Bruselas con la Comisionada de Comercio ar-malcorra-en-grisde la Unión Europea, Anna Cecilia Malmström, la canciller Malcorra anunció avances en la negociación de un Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, que podría comenzar a firmarse en diciembre, en la reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio que se celebrará en Buenos Aires.

Mientras tanto, el presidente argentino Mauricio Macri viaja a Estados Unidos en su primera visita oficial en la que dialogará con Donald Trump. Más allá del interés nacional para destrabar el comercio de algunos productos argentinos en el mercado norteamericano, es necesario resaltar que quien viaja ocupa la presidencia pro-tempore de Mercosur y de Unasur, será el país sede de las próximas reuniones de la OMC y del G20 en 2018, y se perfila como el principal aliado político en la región para la diplomacia estadounidense en los temas que involucran a Venezuela y, posiblemente, la seguridad regional.

¿Cuál es entonces la visión que el gobierno argentino, convertido transitoriamente en interlocutor privilegiado para la región ante la debacle de Brasil? En primer lugar, y como ya se ha remarcado, la vuelta a los preceptos del libre comercio. Éstos tendrían en Trump un aparente obstáculo, aunque hasta ahora todo parecería indicar lo contrario. En principio porque las temidas medidas proteccionistas de la actual administración estadounidense aún no se han visto. EEUU, al igual que la Unión Europea, mantiene una política de férrea protección en su sector agrícola desde hace décadas, y los efectos sobre la región no son nuevos. Pero los beneficios para los librecambistas derivan principalmente de la reacción que Trump despertó en el mundo: el libre comercio se convirtió en un valorbr temer y macri de espaldas civilizatorio a defender ante los populismos de todo signo y color, y en los últimos meses la mayoría de los gobiernos del mundo -¡con China a la cabeza!- expresaron su fe en él, favoreciendo de hecho nuevas negociaciones. Es en ese sentido que debe entenderse el interés europeo en la región y las giras de sus representantes, como la reciente visita de Rajoy a Brasil y Uruguay.

La agenda impone entonces avanzar -o retroceder, como en los tiempos del Regionalismo Abierto de CEPAL en los 90- hacia la integración comercial y financiera en América Latina, y aprovechar el discurso aislacionista de Trump para sellar una relación de ‘buena amistad’. Uno de los temas más propicios en ese sentido podría ser el de la cooperación militar y en seguridad, en los que Argentina ya avanzó recientemente, y que podrían reflotar el interés norteamericano en la Triple Frontera, la Cuenca Amazónica y el Acuífero Guaraní, que también se encuentran en la agenda China.

El abandono o desgaste de los proyectos de integración logrados desde la política en los últimos años es otra característica del nuevo escenario latinoamericano. El Consejo de Defensa de la Unasur, y las propuestas de cooperación en seguridad con perspectiva latinoamericana en este caso se verían debilitadas por la vuelta a la colaboración con Washington. Y lo mismo sucedería con otras instancias regionales. Celac y Unasur ya han demostrado haber perdido la gravitación que supieron tener en la primera década de los 2000. La suspensión de Venezuela del Mercosur también responde a la necesidad de ‘despolitizar’ el bloque, volver a su origen comercial y productivo.

El rol de la Organización de los Estados Americanos -la única que incluye a EEUU de las principales organizaciones activas- y su secretario general, justamente en la crisis venezolana, también remarcan la vuelta a un orden regional determinado. Y el libre comercio asoma ahora como nuevo eje de la integración latinoamericana. Las últimas semanas también dieron cuenta de ello. A principio de abril se conoció un documento oficial del Banco Interamericano de Desarrollo que proponía a los OEA chau venezuelagobiernos de la región la creación de un Area de Libre Comercio de Améric aLatina y el Caribe (ALCALC), una versión moderna del viejo ALCA pero sin EEUU y Canadá. En la misma tónica se inscribe la política que está llevando adelante la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) que el 21 de abril llevó adelante en Montevideo un conversatorio titulado “Responder proponiendo, bases para un Acuerdo Económico Comercial Integral Latinoamericano”.

Allí, su secretario general, Carlos «Chacho» Álvarez, fustigó a la política latinoamericana de los últimos 50 años al definirla “integracionista de palabra y proteccionista en los hechos”, y dirigió los debates en torno a la necesidad de establecer reglas para facilitar el comercio en el subcontinente. Acceso a mercados, reglas de origen, inversiones, comercio de servicios, propiedad intelectual, compras públicas, defensa comercial, restricciones técnicas, medidas sanitarias, facilitación del comercio, política de la competencia, solución de controversias, son las nuevas palabras-clave de la integración latinoamericana. Las mismas que se encuentran en los capítulos de los TLC en todo el mundo, y que sustituyeron otras como soberanía, igualdad, independencia, solidaridad, derechos laborales, políticas públicas, patriarcado, bienes comunes entre otras.

aladi chachoAmérica Latina comienza entonces a consolidar un rumbo marcado por la apertura hacia las grandes potencias comerciales tratando de no incomodar a ninguna de ellas y renunciando, donde necesario, a iniciativas propias consideradas poco oportunas en ese marco. Este acercamiento necesita de una integración concentrada en lo económico-comercial, en desmedro de lo político-social, cuyos defensores tienden a ser arrinconados, aislados o directamente combatidos. El frágil y momentáneo liderazgo argentino -que para el ámbito doméstico ha logrado poco y nada del exterior- está poniendo la base para estas políticas, aunque muchas dependan de factores externos -EEUU, UE, China- en un mundo que aún no ha definido su rumbo, y que tardará bastante aún en hacerlo.

*Periodista argentino. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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