Eduardo Camín|
Las enfermedades y los traumatismos relacionados con el trabajo provocaron la muerte de 1,9 millones de personas en 2016, según las estimaciones conjuntas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT): la mayoría de las muertes se debieron a enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Mientras, un estudio sobre enfermedades y lesiones en el lugar de trabajo pone de manifiesto el nivel de muertes prematuras evitables debidas a la exposición a riesgos sanitarios relacionados con el trabajo. Las enfermedades no transmisibles representaron el 81% de las muertes. Las principales causas fueron la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (450 mil muertes); el accidente cerebrovascular (400 mil decesos) y la cardiopatía isquémica (350 mil muertes). Los traumatismos ocupacionales causaron el 19% de las muertes (360 mil).
En el estudio se tienen en cuenta 19 factores de riesgo ocupacional, como largas jornadas laborales y la exposición en el lugar de trabajo a la contaminación del aire, a asmágenos, a sustancias carcinógenas, a riesgos ergonómicos y al ruido.
El riesgo principal fue la exposición a largas jornadas laborales, que estuvo vinculada a unas 750 mil muertes, mientras que la exposición en el lugar de trabajo a la contaminación del aire (partículas en suspensión, gases y humos) provocó 450.000 muertes.
«Es chocante ver cómo tantas personas mueren literalmente a causa de su trabajo,» dijo el Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. «Nuestro informe es una llamada de atención a los países y las empresas para que mejoren y protejan la salud y la seguridad de los trabajadores cumpliendo sus compromisos de proporcionar una cobertura universal de servicios de salud y seguridad en el trabajo», añadió.
En el informe se advierte de que las enfermedades y los traumatismos relacionados con el trabajo sobrecargan los sistemas de salud, reducen la productividad y pueden tener un impacto catastrófico en los ingresos de los hogares.
A nivel mundial, las muertes relacionadas con el trabajo por población se redujeron en un 14% entre 2000 y 2016. Según el informe, esto puede deberse a la introducción de mejoras en materia de salud y seguridad en el lugar de trabajo. Sin embargo, las muertes por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares asociados a la exposición a largas jornadas laborales aumentaron un 41% y un 19% respectivamente, una tendencia creciente respecto de este factor de riesgo ocupacional relativamente nuevo y psicosocial.
Este primer informe de seguimiento mundial conjunto de la OMS y la OIT permitirá a los responsables de la formulación de políticas hacer un seguimiento de las pérdidas de salud relacionadas con el trabajo a nivel nacional, regional y mundial; y centrar más el alcance, la planificación, el cálculo de costos, la aplicación y la evaluación de las intervenciones adecuadas para mejorar la salud de la población trabajadora y la equidad sanitaria.
El informe muestra que se necesitan más medidas para garantizar lugares de trabajo más sanos, más seguros, más resilientes y más justos desde el punto de vista social, y que la promoción de la salud en el lugar de trabajo y los servicios de salud ocupacional desempeñan un papel fundamental.
«Estas estimaciones proporcionan información importante sobre la carga de morbilidad relacionada con el trabajo, y esta información puede ayudar a configurar políticas y prácticas para crear lugares de trabajo más saludables y seguros», según Guy Ryder, Director General de la OIT.
Ryder añadió que «los gobiernos, los empleadores y los trabajadores pueden tomar medidas para reducir la exposición a los factores de riesgo en el lugar de trabajo. Los factores de riesgo también pueden reducirse o eliminarse mediante cambios en los modelos y sistemas de trabajo. Como último recurso, los equipos de protección personal también pueden ayudar a proteger a los trabajadores cuyo trabajo no les permite evitar la exposición».
Por su parte María Neira, Directora del Departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS, destacó que «Estos casi dos millones de muertes prematuras son evitables. Es necesario tomar medidas basadas en las investigaciones disponibles para abordar la naturaleza evolutiva de las amenazas para la salud relacionadas con el trabajo,»
«Garantizar la salud y la seguridad de los trabajadores es una responsabilidad compartida del sector de la salud y del trabajo, al igual que no dejar a ningún trabajador atrás en este sentido. En el espíritu de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, los sectores de la salud y el trabajo deben actuar juntos, mano a mano, para garantizar la eliminación de esta gran carga de morbilidad, añadió»
El informe insiste que es probable que la carga total de morbilidad relacionada con el trabajo sea mucho mayor, ya que en el futuro habrá que cuantificar las pérdidas de salud derivadas de varios otros factores de riesgo ocupacional, a la vez que los efectos de la pandemia de Covid-19 añadirán otra dimensión a esta carga que deberá ser reflejada en futuras estimaciones.
La globalización ha globalizado los riesgos a la salud
El tema que trata el Informe de la OIT/ OMS en realidad no es nuevo, pero requiere sin duda de una profunda reflexión sobre la situación de salud de los trabajadores, así como de las características que adquiere su cuidado dentro del contexto de un mundo globalizado.
Partiendo de las conclusiones del propio informe y su reflexión sobre la sociedad del riesgo, queda claro que el mundo actual se caracteriza por la proliferación de riesgos sociales, políticos, ecológicos, económicos que tienden cada vez más a escapar del monitoreo y protección de las instituciones creadas para ello. Estas mismas instituciones, en cierta forma, se constituyen en las productoras y legitimadoras de los peligros que no pueden controlar.
Por eso, para analizar este tema, se debe iniciar con una discusión de los principales conceptos de globalización y sociedad del riesgo, para pasar en un segundo momento y bajo la perspectiva conceptual definida, a un panorama estadístico de la salud de los trabajadores a nivel mundial, enfatizando la inequidad existente entre el mundo considerado desarrollado y el de los países pobres o en vías de desarrollo.
Además, se hace imprescindible discutir acerca de los sistemas de salud y su incapacidad de dar una respuesta eficiente a los problemas de salud de los trabajadores, para finalmente, reflexionar en torno a la necesidad de replantear las estrategias de abordaje y de acción para contribuir a mejorar el estado de salud de los trabajadores y sus familias, poniendo en el centro el rescate de lo humano.
Y quedan varias interogantes: ¿Cuál es el papel del Estado en una situación como ésta? ¿Cuál la posición de la medicina social? ¿Cuáles las posibles soluciones a la crisis civilizatoria actual? Los riesgos a la salud de la especie humana hace ya mucho tiempo que no encuentran una respuesta ético-política, sino técnico-económica.
Es decir, en vez de que los gobiernos del mundo y la OMS se aboquen a crear sistemas únicos de salud que garanticen el acceso universal de la población mundial a la misma, o de destruir y privatizar los restos de los sistemas públicos de salud favoreciendo de esta manera el dominio aplastante de las grandes empresas farmacéuticas y aseguradoras privadas que han hecho de la vida y la muerte, de la salud y la enfermedad, un negocio más que rentable.
Globalización de los riesgos y crisis capitalista
Si partimos de la distinción que le otorgan algunos expertos entre globalización y globalismo, entendida la primera como un proceso de imbricación mundial, multidimensional, policéntrico y contingente, y el segundo como una reducción economicista de la primera, tenemos que durante los últimas décadas, en torno a este proceso multidimensional, se ha elaborado un discurso legitimador de las imposiciones políticas, económicas y militares.
Por lo tanto el sistema-mundo capitalista no tiende pues, a una integración armónica y equilibrada entre “los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, ni siquiera a la existencia de un solo centro mundial y diversas periferias y semiperiferias, sino a una reproducción del “orden mundial” policéntrica y multidimensional, pero “altamente caótica”. La reconfiguración del mundo llevada a cabo por el capitalismo en los últimos 30 años ha redefinido a su favor los riesgos en salud.
La llamada revolución informática y las sucesivas crisis y sus efectos mundiales, han extendido el desempleo y la fragmentación de la fuerza de trabajo en nuevas categorías: trabajadores informales, precarios, auto-empleados, migrantes, forzados, etc. Estas nuevas categorías de trabajadores están casi completamente desamparadas frente a las prácticas laborales de explotación de las grandes corporaciones capitalistas.
Esto quiere decir que, si bien, con la mundialización de los procesos productivos y cambiarios capitalistas se generalizan los riesgos sociales, económicos, políticos, etc., incluidos los de salud, el poder del Estado no desaparece, sino se refuncionaliza: de ser garante de las condiciones políticas, sociales y materiales de la reproducción del capital a nivel nacional, se convierte en los hechos en agente que intermedia por las grandes corporaciones trasnacionales.
Queda encargado de la “seguridad nacional”, y por lo tanto, despojado de toda visión e intención integradora y/o conciliadora, quedándose en el puro esqueleto: las funciones represivas y de control social.
En el capitalismo no puede haber relación laboral justa, pues ésta descansa sobre la explotación del trabajo vivo por parte del capital y sobre la existencia de una población excedente que sirve, como dicen los clásicos marxistas, de “ejército industrial de reserva” para satisfacer las necesidades de la acumulación capitalista.
El empleo justo y el crecimiento económico para todos son otras tantas falacias de la economía burguesa utilizadas para asegurar la continuidad de la dictadura del capital. Desde esta perspectiva es que podemos entender las reformas a los sistemas de salud, de seguridad social y laborales realizadas y las aún por realizar en un sin número de países.
Es decir, para el capital internacional, es cuestión de vida o muerte apropiarse no sólo del tiempo de trabajo excedente extraído mediante la explotación de la fuerza de trabajo, sino del tiempo de trabajo necesario para la propia reproducción del obrero, aunque eso suponga el acortamiento del tiempo de vida útil del mismo y como registra el informe conjunto de la OMS/OIT: cada año se salda con millones de trabajadores que pierden la vida.
La seguridad social de los trabajadores en un mundo en crisis, la paulatina destrucción de los sistemas de protección social auspiciada desde el Banco Mundial, la OMC, los gobiernos neoliberales -incluidos los partidos socialdemócratas- ha puesto a la mayor parte de la clase trabajadora a un nivel de vulnerabilidad y explotación similar al existente en el último cuarto del siglo XIX.
Sería posible seguir enunciando evidencias sobre la magnitud del problema de salud de los trabajadores y sus familias. Sin embargo, los datos arriba presentados reflejan su complejidad, de una dimensión escabrosa, supeditada a las teologías neoliberales.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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