Malvinas, de la batalla militar a la cultural

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Juan Natalizio|

El 14 de junio se cumplió un nuevo aniversario del conflicto que marcó a fuego la conciencia nacional argentina. Ese día de 1982 finalizó el combate militar entre el ejército argentino y la armada británica, con la rendición de la Argentina tras un enfrentamiento que alarmó a los ingleses.  El conflicto provocó la muerte de 649 soldados argentinos, 255 británicos y tres civiles isleños. Es factible sostener que la derrota militar aceleró el fin de la dictadura del general Leopoldo Fortunato Galtieri.

Cuando se tomó la decisión de recuperar Malvinas fue con la máxima de que los ingleses no vendrían a las islas del Atlántico Sur, es decir, que no habría guerra y se solucionaría diplomáticamente. En Argentina gobernaba una dictadura cívico militar desde 1976 y en diciembre de 1981 asumió la tercera Junta con el plan de recuperar Malvinas. La ignorancia de la Junta Militar precipitó un diagnóstico errado.

Para sorpresa de los altos mandos, luego de recuperar los archipiélagos del Atlántico Sur, los ingleses movilizaron la mayor flota militar desde la Segunda Guerra Mundial. La improvisación por la defensa de Malvinas fue absoluta, y evidencia aún más, la heroica lucha de los soldados argentinos.

Lo que generó el 2 de abril de 1982 y los siguientes 74 días de combates fue una cátedra geopolítica, unió a América Latina y se transformó en una lucha contra el imperialismo anglosajón. Por ello tanto en Washington como en Londres estaban estupefactos y entendieron que al finalizar los combates armados debían luchar contra su legado. Continuar la guerra por otros medios fue su decisión estratégica.

Woodrow Wyatt, uno de los principales voceros de la entonces primera ministra  británica Margaret Thatcher afirmó el 13 de junio de 1982 al diario Daily Mirror, “la necesidad de humillar a la Argentina” y que buscarían que “hasta los niños no vuelvan a pensar más en las Falklands, imponiéndoles el pago de los daños de esa loca aventura.” Al día siguiente de estas declaraciones se daría el “cese de hostilidades” y a partir de ese momento comenzó la batalla cultural.

A lo largo de la historia argentina es posible observar dos líneas militares que han expresado la contradicción entre

Militares británicos realizando ejercicios en Malvinas

proyectos de país y de región. Luego del golpe de Estado de 1955 contra el presidente Juan Domingo Perón, a las Fuerzas Armadas Argentinas (FFAA) las conduciría, a sangre y fuego, un sector militar reaccionario que se encargó de expulsar a los militares nacionalistas peronistas.

A muchos de ellos los enviaron a la cárcel de la patagónmica Ushuaia o los fusilaron. Se implantó la idea del enemigo interno y con el control de las FFAA se desplegó una política económica proimperialista, defensora de los poderes financieros multinacionales.

Años más tarde, con el golpe de Estado de 1976 a Isabel Martínez de Perón tras la muerte del viejo líder, esta dirección se profundizó con la instauración del plan del ministro de Economíia de la dictadura José Martínez de Hoz que fue, entre otras cosas, un programa para destruir lo que quedaba de la industria nacional y consolidar el modelo agroexportador.

Asimismo se destruyó o mantuvo ociosa la capacidad instalada en materia de producción para la defensa nacional, que acarreó consecuencias hasta la actualidad.

Volviendo a la órbita estrictamente militar, con la recuperación de las Islas en 1982, las FFAA se encontraron con que debían dejar de apuntar sus fusiles contra el pueblo argentino o contra un país hermano, y apuntarlos contra el verdadero e histórico enemigo de la nación y combatir. Hubo entonces una vuelta a su misión, es decir, la oportunidad de actuar por primera vez después de muchos años en función de los intereses verdaderamente nacionales.

Pero las FFAA no estuvieron solas. El pueblo se movilizó, fue protagonista de la defensa del país y actuó contra una nueva agresión del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. El pueblo tuvo la claridad necesaria para comprender que por un lado debía juzgar el accionar genocida de la dictadura y por otro, defender la soberanía, expresando así una profunda comprensión del momento histórico.

Un mismo objetivo, en diferentes campos de batalla

Desde la finalización del conflicto de 1982, en los grandes medios de comunicación, en los círculos académicos y en un sector mayoritario de la política, predominan dos corrientes históricas sobre la guerra. Para ambas, el 2 de abril fue el acto de la dictadura para perpetuarse en el poder o “limpiar” su imagen.

No se plantean, estudian o analizan el rol del  Reino Unido, de los grupos económicos o de los sectores militares de Estados Unidos para generar una crisis en el Atlántico Sur.

Estas dos corrientes solo se diferencian a la hora de describir de lo que pasó durante el conflicto: para una, los soldados fueron víctimas e intentan generalizar los hechos de estaqueamientos y torturas -que efectivamente ocurrieron en casos puntuales-; para la otra, se destacan los hechos de combates. En ambos casos, no se considera al Reino Unido como enemigo.

Lo que es entonces necesario poner en evidencia es que lo pasó a partir del 2 de abril fue una lucha antiimperialista, aunque con una conducción castrense que no tenía esa intención. Quien estuvo dispuesto a dar esa lucha fue el pueblo argentino, y muchos oficiales y suboficiales de las FFAA.

Por supuesto que hubo militares que no estuvieron a la altura o cometieron abusos contra sus subalternos, pero es una falacia que fuera la gran mayoría de oficiales. Muchos militares lucharon junto a los soldados y pasaron las mismas penurias.

Lo más importante es que durante esos días las Fuerzas Armadas recobraron su razón de ser, estaban luchando en defensa de la Patria contra el verdadero enemigo. Esto preocupó a EEUU y Europa occidental y por eso envió a uno de sus voceros, el politólogo francés Alain Rouqui.

En una entrevista con el periodista y escritor Osvaldo Soriano para la revista Humor en 1983, advirtió que “es muy importante desmalvinizar, porque para los militares las Malvinas serán siempre la oportunidad de recordar su existencia, su función y, un día, de rehabilitarse”.

“Intentarán hacer olvidar la guerra sucia contra la subversión y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y manifiesta, que es la defensa de la soberanía nacional. Malvinizar la política argentina agregará otra bomba de tiempo en la Casa Rosada”, añadió Rouquier.

El absurdo que planteó el francés se transformó en una política de Estado: mientras la OTAN mantiene y aumenta su presencia militar en Malvinas, las FFAA argentinas son desmanteladas. Cuando se plantea que Argentina debe recuperar su estructura militar se acusa de estar a favor de la guerra o antinomias similares.

Las Fuerzas Armadas argentinas son para la defensa del país y para persuadir; quien invade y desata conflictos armados no es Argentina. Por otro lado, no hay plan de defensa militar posible si no es en conjunto con los pueblos hermanos de la región. Es este un valioso aprendizaje de Malvinas.

Grandes pensadores rompieron con las dos corrientes antes mencionadas, entre ellos Jorge Abelardo Ramos, Jorge Enea Spilimbergo, José María Rosa, Enrique Oliva, Ana Jaramillo, Fermín Chávez, que señalaron durante y posconflicto porqué se luchaba genuinamente en Malvinas. Fueron quienes combatieron o combaten la colonización cultural lanzada por los ingleses.

Para Jorge Abelardo Ramos “un país semicolonial, cuando libra una guerra contra el imperialismo, cualquiera sea el carácter de su gobierno, se convierte en el portavoz del progreso histórico. Esto es así aunque el país imperialista sea dirigido por un socialista y el país semicolonial por un general reaccionario.”

En consonancia con esta idea, el militante obrero argentino Mateo Fossa viajó en 1938 a México para participar de un congreso sindical y durante el viaje pudo entrevistar a León Trotsky. Fossa le consultó sobre la lucha de liberación de los pueblos de América Latina, y aquel explicó que en ese momento los agentes de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y el stalinismo trataban de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo.

Señaló que si un país de América Latina, aunque estuviera gobernado por un fascista, entraba en guerra con Inglaterra, él apoyaría al país latinoamericano ¿Por qué? Porque de triunfar “daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y llevaría el derrocamiento de la dictadura” .

Y resaltó que “verdaderamente, hay que tener la cabeza vacía para reducir los antagonismos mundiales y los conflictos militares a la lucha entre fascismo y democracia.  Bajo cualquier máscara hay que aprender a distinguir a los explotadores, dueños de esclavos y ladrones”.

Entonces, el 14 de junio finalizaron los combates en Puerto Argentino, capital de las Malvinas, pero comenzó la batalla cultural.

Mientras los ingleses han legitimado internacionalmente su accionar y avanzan en el control de recursos naturales de la Argentina; por otro lado el modelo económico subordinado a las recetas extranjeras que asumió la dictadura se profundizó durante gran parte del periodo democrático bajo la forma neoliberal (económica, política y cultural).

No habrá proyecto nacional sin Fuerzas Armadas y no se puede reivindicar la lucha malvinera sin entender el rol clave que éstas tienen en el proyecto de liberación nacional y social. Tampoco se puede “ser malvinero” y probritánico. Eso sí es una contradicción insalvable en el mejor de los casos, o una estrategia cipaya, en el peor.

En la actualidad los nudos del conflicto con el imperialismo anglosajón exceden por mucho la ocupación territorial de nuestras tierras y nuestro mar. No hay dudas de que estamos llamados a recuperarlos, a condición de recuperar y profundizar la conciencia de que “ninguna guerra de liberación nacional se pierde, siempre que se esté realmente dispuesto a lucharla”, tal como le señaló Fidel Castro al entonces canciller argentino Nicanor Costa Méndez en junio de 1982.

 

*Periodista e investigador especializado en el conflicto del Atlántico Sur, Integrante del Observatorio Malvinas de la UNLa, Conductor de Malvinas Causa Central  (Radio Megafon UNLa). Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

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