La guerra electoral de Trump y América Latina

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Jorge Elbaum

La tensión en Medio Oriente generada a partir del asesinato selectivo del general Qassim Suleimani en Irak tiene íntima relación con la caída de la popularidad del Presidente estadounidense y el debate público vinculado al inicio del juicio de destitución promovido por la Cámara de Representantes, manejada por el opositor Partido Demócrata.

Si bien este proceso carece de posibilidad de éxito –dada la mayoría republicana en la Cámara de Senadores–, la ejecución del militar iraní ha logrado imponer una agenda de guerra, que limita la difusión de los pormenores de la extorsión producida por Trump contra el jefe de gobierno ucraniano.

La espiral del conflicto se inició con el bombardeo a una base de Washington en Irak, ubicada en Kirkuk, donde murió un integrante de la Agencia Nacional de Seguridad, a quien el eufemismo periodístico nomina como contratista. La respuesta fue el ataque con un dron teledirigido, cuyo misil impactó el último 3 de enero en el automóvil en el que viajaba Suleimani, en las cercanías del aeropuerto de Bagdad.

El conflicto entre Washington y Teherán tiene un impacto directo en América Latina y especialmente en Argentina. Varios referentes mediáticos locales han buscado ligar, en forma directa, el asesinato selectivo con la muerte del fiscal Natalio Alberto Nisman. Dicha articulación pretende relanzar la persecución política contra el kirchnerismo, instaurada a partir de la denuncia del fiscal en 2015, y ampliada luego con la utilización electoral de su suicidio.

El mecanismo discursivo utilizado para relacionar los sucesos de Irak con el debate público en Argentina se basa en la supuesta conexión de Suleimani con los atentados de 1992 y 1994. A partir de ese vínculo, los medios hegemónicos –actuales cabecillas de la oposición política— intentan caracterizar al Frente de Todxs con una posición indulgente respecto al terrorismo internacional.

Uno de los objetivos de la política exterior de Washington y Tel Aviv es la suma de apoyos internacionales capaces de avalar sus respectivas posiciones estratégicas, hecho que fue logrado, sobremanera, durante el gobierno de Mauricio Macri. El Memorándum de Entendimiento entre Argentina e Irán, firmado en 2013, y el acuerdo conocido como 5+1 (rubricado por Teherán, Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido, Francia y Alemania) sufrieron similares embates por parte de los grupos belicistas.

Sin embargo, su promotor estadounidense, Barack Obama, no sufrió la imputación de traición a la patria como su colega argentina. En Argentina, a pesar de que ambas Cámaras Legislativas aprobaron el Memorándum, Cristina Fernández de Kirchner permanece procesada por ese convenio internacional que en ningún momento restringió las alertas rojas que pesaban sobre los acusados persas.

Suleimani era el comandante de las milicias chiitas denominadas Quds, cuya traducción es Jerusalén, ciudad sagrada tanto para los judíos como para los cristianos y musulmanes. Las brigadas Quds son financiadas por Teherán y cuentan con combatientes provenientes de diversos países. En el último lustro fueron aliados de Estados Unidos en Irak, desarrollando la ofensiva conjunta contra DAESH, las fuerzas sunitas del Estado Islámico (también conocidas como ISIS).

Esta curiosa alianza entre Washington y Teherán con sede en Irak se inició en 2004 con el objetivo común de impedir que los aliados residuales del baasismo, heredero de Sadam Husein, pudieran hacerse con el control del país. Luego de la victoria conjunta, a partir de 2014 volvieron a ser cooperantes en su enfrentamiento común a las fuerzas sunitas de Al-Qaeda y el ISIS, financiados desde la península arábiga. Desde la primera invasión de la OTAN hasta la actualidad, la guerra civil en Irak se ha cobrado 100.000 muertos y hay dos millones de personas desplazadas.

En las últimos 4 décadas, el IRGC-QF extendió su influencia desde El Líbano, controlando al Hezbolá de Hasan Nasrallah hasta las costas de Gaza, donde logró importantes acuerdos político-militares con Hamas y la Yihad Islámica a expensas de la Autoridad Nacional Palestina. El Quds, además, se convirtió en una suerte de ministerio de relaciones exteriores de Irán, no formalizado, que articuló a fuerzas desplegadas en Siria, Afganistán y Yemen.

Cuando Suleimani aterrizó en Bagdad, el 3 de enero, se disponía a darle continuidad a las negociaciones con Riad, mediadas por el gobierno de Irak, para alcanzar un acuerdo de paz en Yemen. En este último país se prolonga desde hace un lustro una guerra civil que se ha cobrado 40.000 muertos. Uno de los actores de este enfrentamiento es el grupo insurgente de los utíes, que controlan el sur-oeste de la península y que están ligados a la tradición chiíta.

Efectos colaterales

 Cronología de los ruidos de guerra.

 

Las consecuencias del asesinato selectivo ordenado por Trump no son previsibles. A nivel doméstico, los republicanos insistirán en direccionar la mirada pública hacia Oriente Medio evitando que las primeras planas periodísticas reproduzcan informes sobre el juicio por destitución iniciado en la Cámara de Representantes.

A nivel internacional, el trumpismo buscará relanzar el alineamiento de la OTAN, hoy fuertemente resquebrajado por la alianza entre Turquía con Rusia, y los crecientes vínculos comerciales y energéticos entre Berlín y Moscú.

Es sabido que las fuerzas convencionales de la República Islámica de Irán no cuentan con el poderío militar suficiente para entablar una conflagración a gran escala. Esa es la causa por la que se esperan respuestas no inmediatas y al mismo tiempo ajenas a la lógica militar clásica.

El atentado contra el cuartel estadounidense en Beirut en 1983 y el efectuado contra las torres de Khobar Towers, en Arabia Saudita en 1996, son el tipo de réplica previsible de acuerdo con el formato de contienda bélica vigente. La caída del avión ucraniano con 170 víctimas aparece como una consecuencia directa del conflicto escalado el 3 de enero.

El golpe a Teherán implica un tiro por elevación a China y a Rusia. Irán es el máximo exportador de petróleo a Beijing, mientras que Rusia ha sido el máximo beneficiario del triunfo contra las fuerzas de ISIS en Siria, logrando dos objetivos al mismo tiempo: la instalación de bases militares propias en el mediterráneo —en los puertos de Tartús y Latakia— y la derrota de los milicianos chechenos sunitas ligados al pretendido Emirato del Cáucaso aliados con ISIS.

Los ruidos de guerra evidenciados en Medio Oriente y en el Golfo Pérsico se enmarcan en un proceso de guerras comerciales, armamentismo creciente, incremento del racismo, deterioro exponencial del medioambiente y debilitamiento de las instituciones multilaterales capaces de imponer las lógicas de la negociación diplomática por sobre las bombas. La máxima potencia militar y económica, Estados Unidas, apela a evidentes formas de aislacionismo refractario acompañado de discursos de odio y desprecio hacia los migrantes y los gobiernos que no comulgan con sus orientaciones geopolíticas.

El proyecto trumpista pretende recuperar un esplendor material que hoy aparece desafiado por la emergencia del sudeste asiático, específicamente por China. El resultado es una progresiva sensación de incertidumbre global y una confusión acerca de la juridicidad de los actos militares ligados a formas de conflicto ajenos a los conocidos. Luego del atentado terrorista a las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, se inauguró el concepto de “guerra preventiva”.

En la actualidad dicho concepto incorporó el uso quirúrgico del uso de la fuerza letal contra individuos específicos, denominado “asesinato selectivo”, y la ciberguerra como soporte estructural de los sistemas militares.

América Latina es la zona geográfica más extensa en el mundo en la que no existen ni guerras civiles ni conflagraciones bélicas entre países. Dada esa realidad, la aspiradora de la lógica imperial pretende en forma sistemática incluir a países ajenos a dichos conflictos, reconvirtiéndolos en actores beligerantes de la escena global. Ya sea para alinearlos detrás del unilateralismo, financiar el sistema liderado por las corporaciones monopólicas o para ser vectores del lucrativo negocio de las armas.

Los sectores concentrados de Argentina han prometido con insistencia que el acercamiento a los grandes jugadores hegemónicos nos beneficiaría con ser receptores de una lluvia de inversiones y un ingreso al verdadero mundo. Sin embargo, el resultado de esa orientación produjo dos atentados en la década del ’90 y un endeudamiento sistémico. No hubo ayudas, ni ventajas ni privilegios. Solo muertos en dos atentados y restricciones externas atadas a los centros financieros internacionales.

Cuando las balas soplan lejos de casa, conviene quedarse lejos de los conflictos. Sobre todo si en dichas disputas no se juegan intereses nacionales. Los convidados de piedra nunca suelen ser favorecidos.

**Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Publicado en cohetealaluna.com

 

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