Protegido por el gobierno de EEUU, falleció impune el genocida Posadas Carriles/ Protegido pelos Estados Unidos, faleceu impune o genocida Posadas Carriles

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Álvaro Verzi Rangel|

Sin pagar por los actos de genocidio cometidos en su larga carrera terrorista al servicio de la central de inteligencia estadounidense CIA, entre ellos la voladura de un avión de Cubana de Aviación en Barbados en 1976 con 73 muertos; torturas, asesinatos y diversos atentados con bombas, murió plácidamente en Miami Luis Posadas Carriles.

Entrenado por el Ejército de EEUU en la Escuela de las Américas (en Fort Benning, Georgia), recibió asesoramiento en explosivos, terrorismo y asesinato en los años sesenta para efectuar acciones militares contra la población civil de Cuba. Bajo los seudónimos de Ramón Medina, Ignacio Medina, Juan José Rivas, Julio César Dumas y Franco Rodríguez Mena, entre otros, se le vio recorrer buena parte del continente como “operativo” de la CIA.Resultado de imagen para posada carriles

Luis Posada Carriles, conocido como Bambi en las bandas anticubanas, quizá fue el más tristemente famoso, sádico y cruel terrorista de este lado del mundo, y participó en la represión en Venezuela en los años 1960-70 desde los extintos organismos policiales Digepol y Disip (comisario Basilio).

Existen muchas denuncias sobre su participación en el asesinato y caza de luchadores venezolanos como Pancho Alegría, Noel Rodríguez, Ramón Álvarez, Rafael Botini Marín. Nunca actuó solo en sus correrías, sino con Ricardo Morales Navarrete, Nelsy Ignacio Castro, Joaquín Chaffardet, Orlando García Vázquez, Rafael Rivas y Hermes Rojas, quien lo acompañó a El Salvador para asesorar al gobierno de Napoleón Duarte.

Bambi Posada Carriles, cubano con nacionalidad venezolana, perteneció además al Ejército de Estados Unidos entre 1962 y 1963 (alcanzó el grado de subteniente) y participó en el fallido intento de invasión a Cuba por Playa Girón, formando parte de la Operación 40 encargada de apoyar el desembarco.

Fue, junto a Orlando Bosch, autor intelectual de la voladura de un avión comercial de Cubana de Aviación en Barbados en 1976 y llegó a estar preso en Venezuela por este crimen, pero en 1985 se fugó de la prisión, disfrazado y con un documento falso, ayudado por sus amigos del corrupto gobierno venezolano de entonces, entre ellos el abogado fascista Ricardo Koesling, el anticastrista Salvador Romaní, prófugo de la justicia venezolana y Pepe Vázquez, ex comisario de la policía política venezolana, también de origen cubano y con financiamiento de los anticubanos de Miami.

En 1976 se vio involucrado en el asesinato en Washington de Orlando Letelier, canciller chileno durante la gestión de salvador Allende. El atentado lo cometió junto a otros agentes de la CIA como Michael Townley, al servicio de la DINA chilena. El coche bomba también mató a la ayudante estadounidense de Letelier, Ronnie Moffit y dejó herido a Michael, esposo de ésta. Los restos de Orlando Letelier fueron sepultado en Venezuela, pues Pinochet no permitió enterrarlo en Chile y repatriados en 1994.

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Magnicidio fallido: Fidel muestra al terrorista

Cinco años antes, en 1971, Posada protagonizó un atentado fallido contra el líder de la revolución cubana, Fidel Castro, quien realizaba una visita oficial a su homólogo chileno, Salvador Allende, junto a otros agentes de la DINA y la CIA como David Atlee Phillips, Frank Sturgis, Joaquín Sanjenis, Ricardo Morales Navarrete, Gerry Hemmings, Orlando Bosch Ávila y Antonio Veciana.

Si no resultaba el plan de Santiago, la CIA preveía otros alternativos, como el lanzamiento de explosivos desde la terraza del aeropuerto de Lima, o el uso de un fusil de mira telescópica en Quito para asesinar a Fidel, disparándole desde un avión cercano al suyo, perteneciente a los hermanos Guillermo y Roberto Verdaguer. Posada Carriles y Osiel González serían los gatillos.

Su último intento de magnicidio se produjo en el año 2000, cuando Fidel Castro denunció un plan para asesinarlo en Panamá, donde asistía a una Cumbre Iberoamericana. Posada Carriles fue detenido (junto a los criminales Gaspar Eugenio Jiménez, Pedro Remón y Guillermo Novo) por ese motivo en el país centroamericano, aunque la entonces presidenta, Mireya Moscoso, le indultó antes de dejar el mando.

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Bombazo en La Habana y muerte de un italiano

Paso siguiente, viajó a El Salvador, donde se reunió con el teniente coronel Oliver North y se instaló en la base aérea de Ilopango, donde participó en la organización de la guerra terrorista contra el gobierno sandinista de Nicaragua, proporcionando armas a los “contras” en Nicaragua

Organizó numerosos ataques con explosivos a varios hoteles en La Habana en 1997, acciones que él mismo reconoció públicamente un año después en una entrevista con el diario estadounidense The New York Times. Una bomba en el hotel Copacabana mató al turista italiano Fabio Di Celmo, e intentó asesinar varias veces al Fidel Castro, por órdenes de la CIA.

La protección de Washington

Entró nuevamente a Estados Unidos en 2005, esta vez de manera ilegal, por lo que debió enfrentarse a la justicia de este país. El gobierno estadounidense le brindó protección desde entonces, negándose a la petición del Estado venezolano que solicitó su extradición.

. En 2011 había sido absuelto de 11 cargos de perjurio, fraude y obstrucción de procedimiento por un tribunal de migración de Texas donde se ventiló su caso de deportación. La jueza Kathleen Cardone lo libró del delito migratorio por considerarlo “viejo e inválido”.

Documentos desclasificados del Departamento de Estado, certifican que Posada Carriles fue un informante y agente pagado de la CIA, por lo cual viajó por distintos países latinoamericanos en los cuales trabajó contra los movimientos de izquierda, por ejemplo en las décadas de 1960 y 1970 para los servicios de espionaje de Venezuela, Guatemala, Chile y El Salvador en la lucha antiguerrillera.

El crimen de Barbados

Resultado de imagen para posada carriles crimen barbadosPor casi tres años la periodista venezolana Alicia Herrera, autora del libro “Pusimos la bomba … ¿y qué?”, visitó la cárcel militar de San Carlos en Caracas, en espera de que Fredy Lugo u Orlando Bosch, autores material e intelectual del crimen, hicieran alguna referencia al caso del avión de Cubana de Aviación que el 6 de octubre de 1976 estallara en pleno vuelo en las costas de Barbados.

Narra Herrera que Fredy Lugo le dijo: “Tú no te puedes imaginar cómo nos ha perjudicado ese desgraciado … yo no sé qué se puede hacer para mandarlo a callar. Figúrate que el muy sinvergüenza ha gritado en el patio de ejercicios que sí, que fuimos nosotros – se refiere a Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Fredy Lugo y Hernán Ricardo – los que tumbamos el avión. Bueno, (…) el loco Hernán gritó delante de unos soldados y un oficial: Nosotros pusimos la bomba, ¿y qué?. De que fuimos nosotros es verdad, o sea, Hernán no está diciendo ninguna mentira.”

Fue el atentado terrorista más grave ocurrido hasta entonces en el hemisferio occidental, pero aún no se ha hecho justicia. Los autores intelectuales del horrendo crimen han disfrutado de la protección y la hospitalidad ininterrumpida de los gobernantes estadounidenses, desde Bush padre hasta Donald Trump.

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Posada Carriles y Orlando Bosch

Uno de los asesinos, Orlando Bosch, vivió tranquilamente en Miami sus últimos veinte años y murió allí en 2011 de muerte natural sin que nadie lo molestase. El otro, Posada Carriles, permaneció en Miami sabiendo que Washington no iba a extraditarlo a Venezuela para que fuera juzgado por la atrocidad de la que fue principal responsable.

Desde meses antes de la voladura se habían intensificaron las agresiones terroristas contra Cuba, dirigidas fundamentalmente a sedes diplomáticas y representaciones aéreas, sobre todo en países que mantenían relaciones con La Habana, tales como Panamá, México, Colombia, Jamaica, Barbados, Trinidad-Tobago y Venezuela.

En julio de 1976, varias de esas organizaciones terroristas radicadas en Estados Unidos se reunieron en República Dominicana y crearon la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), bajo la jefatura de Orlando Bosch. Semanas después, un periódico editado en Miami publica un parte de guerra, y tras referir cómo volaron un automóvil frente a la embajada de Cuba en Colombia y destruyeron las oficinas de Air Panamá, declararon que “muy pronto atacaremos aeronaves en vuelo…”

Jorge Mas Canosa, ex presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) de Miami, viajó a Venezuela en varias ocasiones para gestionar la atención y la fuga del terrorista de la cárcel de San Juan Morros, en Guárico -según documentos desclasificados por el gobierno cubano y citados por de Reinaldo Taladrid y Lázaro Barredo en The chairman soy yo-, junto a Gaspar Jiménez Escobedo y Rolando Mendoza, de la FNCA, quienes facilitaron los contactos con las autoridades del penal.

En dos oportunidades -1982 y 1984-, Posada Carriles intentó fugarse sin éxito de las cárceles venezolanas.  Lo logró en 1985, apoyado por la red encubierta del coronel Oliver North, que tuvo como cercano colaborador a Mas Canosa, confirman fuentes cubanas y estadounidenses.

La FNCA proporcionó el dinero para el soborno (50 mil dólares) de los funcionarios de la prisión y, también, un avión Cesnna de dos motores, en el que viajó Luis Posada Carriles a la base aérea de Ilopango, en El Salvador. Mientras el terrorista estuvo preso, Mas Canosa le enviaba todo tipo de paquetes a la celda, incluido dinero, comida y efectos electrodomésticos.

Gaeton Fonzi, un ex investigador del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos, que entrevistó a Posada en la cárcel, aseguró públicamente que el terrorista “fue sacado de la cárcel como parte de la operación Irán-Contras. Las diligencias para la fuga las hizo Jorge Más, que recibió el apoyo de la red encubierta de Oliver North.”

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Sobreviviente de un cáncer de garganta y un derrame cerebral, la salud del terrorista se había deteriorado tras sufrir varias fracturas de huesos en un accidente de auto en 2015. Los últimos años del terrorista al servicio de Estados Unidos, transcurrieron en el sur de la Florida, bajo la protección de su patrocinador, el gobierno de Washington. Murió en Miramar, al norte de Miami, a los 90 años, sin pagar por sus actos de genocidio.

*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


EN PORTUGUÉS

Protegido pelos Estados Unidos, faleceu impune o genocida Posadas Carriles

Por Álvaro Verzi Rangel

Sem pagar pelos atos de genocídio cometidos em sua larga carreira terrorista a serviço da Agência Central de Inteligência estadunidense (CIA), entre eles a explosão de um avião da empresa Cubana de Aviação em Barbados, no ano de 1976, com 73 mortos, além de torturas, assassinatos e diversos atentados com bombas. Com esse currículo e essa impunidade, morreu Luis Posada Carriles, placidamente, em Miami.

Treinado pelo Exército dos Estados Unidos na Escola das Américas (em Fort Benning, Georgia), o terrorista se tornou especialista em explosivos, terrorismo e assassinato nos Anos 60, para efetuar ações militares contra a população civil de Cuba. Atuou em muitos países do continente, em operativos da CIA, usando pseudônimos como Ramón Medina, Ignacio Medina, Juan José Rivas, Julio César Dumas y Franco Rodríguez Mena, entre outros.

Luis Posada Carriles, conhecido como Bambi na comunidade anticubana da Flórida, foi talvez o mais tristemente famoso, sádico e cruel terrorista deste lado do mundo. Na Venezuela, onde viveu muitos anos, participou nos atos de repressão realizados pelos antigos organismos de controle social dos anos 60 e 70 (Digepol e Disip).

Existem muitas denúncias sobre sua participação no assassinato e na perseguição de lutadores sociais venezuelanos como Pancho Alegría, Noel Rodríguez, Ramón Álvarez e Rafael Botini Marín. Nunca atuou sozinho em suas missões, seus principais cúmplices foram Ricardo Morales Navarrete, Nelsy Ignacio Castro, Joaquín Chaffardet, Orlando García Vázquez, Rafael Rivas e Hermes Rojas – este último inclusive o acompanhou em El Salvador para assessorar o governo de Napoleón Duarte.

Bambi Posada, cubano com nacionalidade venezuelana, pertenceu também ao Exército dos Estados Unidos, entre 1962 e 1963 (alcançou o grau de subtenente) e participou na fracassada tentativa de invasão de Cuba em Praia Girón, formando parte da Operação 40, cuja missão era ajudar no desembarque das tropas estadunidenses.

Junto com Orlando Bosch, foi o autor intelectual do atentado contra um avião comercial da empresa Cubana de Aviação, em outubro de 1976, crime que aconteceu em Barbados e que resultou na morte de 73 pessoas. Chegou a estar preso na Venezuela por este crime, mas conseguiu fugir da prisão em 1985, disfarçado e comum documento falso, ajudado por seus amigos do corrupto governo venezuelano da época, entre eles o advogado fascista Ricardo Koesling, o anticastrista Salvador Romaní, fugitivo da justiça venezuelana, e Pepe Vázquez, ex-comissário da polícia política venezuelana, também de origem cubana e financiado pelos grupos anticubanos de Miami.

Em 1976 se viu envolvidos com o assassinato do diplomata chileno Orlando Letelier, que foi chanceler do governo de Salvador Allende. O atentado ocorreu em Washington, e contou com a participação de outros agentes da CIA, como Michael Townley, famoso agente que trabalhava também para a DINA, o serviço de repressão do regime de Augusto Pinochet. Aquela bomba também matou a secretária estadunidense de Letelier, Ronnie Moffit, e deixou um ferido (Michael, esposo da secretária). Os restos de Orlando Letelier foi sepultado na Venezuela, pois o ditador chileno não permitiu que fossem enterrados no Chile – em 1994, já em período democrático, o governo chileno repatriou os restos.

Cinco anos antes, em 1971, Posada organizou um atentado contra o líder da Revolução cubana, Fidel Castro, que realizava uma visita oficial ao seu amigo chileno Salvador Allende. A missão novamente contou com a ajuda de outros agentes da CIA e chilenos que depois seriam parte da DINA, entre os quais estavam como David Atlee Phillips, Frank Sturgis, Joaquín Sanjenis, Ricardo Morales Navarrete, Gerry Hemmings, Orlando Bosch Ávila e Antonio Veciana.

Se o plano de Santiago não funcionasse, a CIA previa outras alternativas, como o lançamento de explosivos em um setor do aeroporto de Lima, ou o uso de um fuzil de mira telescópica, durante a passagem de Castro por Quito, com um disparo desde um avião próximo ao dele, pertencente aos irmãos Guillermo e Roberto Verdaguer. Posada Carriles e Osiel González seriam os atiradores.

Sua última tentativa de magnicídio aconteceu no ano 2000, quando Fidel Castro denunciou um plano para assassiná-lo no Panamá, onde assistia a uma Cúpula Ibero-Americana. Posada Carriles foi preso naquele então, junto com Gaspar Eugenio Jiménez, Pedro Remón e Guillermo Novo, mas logo seria indultado, quatro anos depois, pela então presidenta Mireya Moscoso.

O passo seguinte foi uma viagem a El Salvador, onde se reuniu com o tenente coronel Oliver North e se instalou na base aérea de Ilopango, para participar na organização da guerra terrorista contra o governo sandinista da Nicarágua, proporcionando armas aos chamados “contras” – grupos criminosos organizados.

Antes disso, foi o autor intelectual de numerosos ataques com explosivos a vários hotéis em Havana, no ano de 1997. Ações que ele mesmo reconheceu publicamente, em entrevista dada no ano seguinte ao diário estadunidense The New York Times. Uma dessas bombas, que explodiu no hotel Copacabana, matou o turista italiano Fabio Di Celmo e deixou dezenas de feridos.

A proteção de Washington

Ingressou novamente aos Estados Unidos em 2005, desta vez de forma ilegal, e por isso teve que enfrentar a Justiça. O governo estadunidense lhe deu proteção desde então, se negando a aceitar a petição do Estado venezuelano, que queria sua extradição.

Em 2011, foi absolvido em 11 processos por fraude e obstrução de procedimento, por um tribunal de migração do Texas, onde se ventilou inclusive a possibilidade da sua deportação. A juíza Kathleen Cardone o livrou do delito migratório por considerá-lo “velho e inválido”.

Documentos desclassificados do Departamento de Estado, certificam que Posada Carriles foi um informante e agente da CIA nos Anos 60 e 70, que trabalhou em vários países latino-americanos (Venezuela, Guatemala, Chile, El Salvador, entre outros), sempre apoiando os aparatos repressivos e de espionagem, e atuando contra movimentos de esquerda e na luta anti guerrilheira.

O crime de Barbados

Por quase três anos, a jornalista venezuelana Alicia Herrera, autora do livro Pusimos la bomba… ¿y qué? (“Colocamos a bomba… e daí?”), visitou a penitenciária militar de San Carlos, em Caracas, na espera de que Fredy Lugo ou Orlando Bosch, autores material e intelectual do crime, fizessem alguma referência ao caso do avião da empresa Cubana de Aviação, que explodiu no dia 6 de outubro de 1976, em pleno voo, na costa de Barbados.

Herrera conta que Fredy Lugo deu alguns detalhes sobre o operativo terrorista: “você não pode imaginar como esse desgraçado nos prejudicou… eu não sei o que se pode fazer para fazê-lo calar. O sem vergonha chega no pátio (da prisão) e grita para todo mundo que fomos nós (se referindo a ele mesmo, a Orlando Bosch, a Hernán Ricardo e ao próprio Luis Posada Carriles – que explodimos o avião (…) o louco do Hernán gritou diante de uns soldados e de um oficial que `nós colocamos a bomba, e daí? Que fomos nós que fizemos é verdade, ou seja, Hernán não está contando nenhuma mentira”.

Foi o atentado terrorista mais grave ocorrido até então no hemisfério ocidental, mas ainda não se fez Justiça. Os autores intelectuais do horrendo crime disfrutaram da proteção e da hospitalidade dos governantes estadunidenses durante mais de duas décadas, desde Bush pai até Donald Trump.

Um dos assassinos, Orlando Bosch, viveu tranquilamente em Miami durante seus últimos vinte anos, e lá morreu, em 2011, de morte, natural sem que ninguém o molestasse. O outro, Posada Carriles, permaneceu em Miami sabendo que Washington não iria extraditá-lo à Venezuela para que fosse julgado pela atrocidade da que foi o principal responsável.

Meses antes do atentado ao avião, as agressões terroristas contra Cuba já haviam mostrado sinais de intensificação, especialmente contra sedes diplomáticas em países que mantinham relações com Havana, tais como Panamá, Colômbia, Trinidad & Tobago, Jamaica, México, Barbados e Venezuela.

Em julho de 1976, várias dessas organizações terroristas radicadas no Estados Unidos se reuniram na República Dominicana e criaram a Coordenação de Organizações Revolucionárias Unidas (CORU), chefiada por Orlando Bosch. Semanas depois, um periódico editado em Miami publicou um texto que contava como foi o ataque a um automóvel na embaixada de Cuba na Colômbia, e como destruíram os escritórios da Air Panamá, para logo declarar que “muito em breve atacaremos aeronaves em pleno voo”.

Jorge Mas Canosa, ex-presidente da Fundação Nacional Cubano-Americana (FNCA) de Miami, viajou à Venezuela em várias ocasiões para preparar a fuga do terrorista da penitenciária de San Juan Morros, com a ajuda de Gaspar Jiménez Escobedo e Rolando Mendoza, ambos da FNCA, que facilitaram os contatos com as autoridades.

Em duas oportunidades (1982 e 1984), Posada Carriles tentou fugir de prisões venezuelanas, sem sucesso. Conseguiu em 1985, apoiado pela rede encoberta do coronel Oliver North, que teve como colaborador a Jorge Mas Canosa, segundo o confirmado por fontes cubanas e estadunidenses.

A FNCA proporcionou o dinheiro para o suborno (50 mil dólares) dos funcionários da prisão, e também um avião Cessna de dois motores, no qual Posada Carriles viajou até a base aérea de Ilopango, em El Salvador. Enquanto o terrorista esteve preso, Mas Canosa enviava todo tipo de pacotes à cela, incluindo dinheiro, comida e eletrodomésticos.

Gaeton Fonzi, um ex-investigador do Comitê Parlamentar Sobre Assassinatos da Venezuela, entrevistou Posada na cadeia e assegurou publicamente que o terrorista “foi tirado da prisão como parte da Operação Irã-Contras. A estratégia e operação de fuga foram de responsabilidade de Jorge Mas Canosa, que recebeu apoio da rede encoberta de Oliver North”.

Sobrevivente de um câncer de garganta e de um derrame cerebral, a saúde do terrorista vinha se deteriorando, após várias fraturas de ossos em um acidente de carro, em 2015. Os últimos anos do terrorista a serviço dos Estados Unidos foram em paz, no sul da Flórida, sob a proteção do seu maior patrocinador, o governo de Washington. Morreu em Miramar, nas proximidades de Miami, aos 90 anos, sem pagar por seus atos de genocídio.

Álvaro Verzi Ranger é sociólogo venezuelano e codiretor do Observatório de Comunicação e Democracia-

 

 

 

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