Desafíos del nuevo gobierno argentino a pocos días de asumir

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Juan Guahán

Falta poco más de una semana para que asuma la administración del Estado el gobierno de Alberto y Cristina Fernández y no son pocos los desafíos que tiene por delante. Se pueden sintetizar en tres grupos distintos e interrelacionados: Los internos del gobierno y peronismo, los económico-sociales y los internacionales.

Cuando faltan unos pocos días para que asuma la administración del Estado el gobierno de Alberto y Cristina Fernández es relevante señalar los principales desafíos que tendrán que abordar los futuros mandatarios, que tienen que ver con tres tipos de temas, distintos aunque interrelacionados entre sí.

Ellos son: las internas del gobierno que incluyen a las del peronismo, sostén de la coalición triunfante; las cuestiones económico-sociales que demandan respuestas urgentes y los temas internacionales -del mundo y la región- que tienen manifestaciones más que evidentes en las cercanías de la propia frontera.

Las internas de un gobierno atípico en el presidencialismo argentino

Argentina es, por el sistema constitucional, por su historia política y tradición cultural, profundamente presidencialista. Sin embargo, en este caso la realidad indica que se debe que hablar de mandatarios -en plural- porque estamos ante el caso inédito de un Presidente, propuesto por quién se reservó el lugar de la vicepresidencia y que tiene una clara hegemonía en el movimiento y la coalición triunfante, también en los votos que los ungieron para administrar al Estado.

Tal situación es inédita en la historia argentina. En las últimas décadas hubo casos parecidos pero no iguales. Uno de ellos fue el de Héctor Cámpora y Juan Perón (1973), pero éste último no integraba la fórmula presidencial electa y el tema se resolvió –en medio de una crisis provocada desde sectores sindicales- en una rápida renuncia del Presidente sustituto, que apenas duró 49 días. Nuevas elecciones resolvieron esa contradicción, colocando a Perón en el gobierno.

Otra situación con algunas semejanzas se dio con los protagonistas militares del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. En ese caso los sucesivos presidentes ejercían el manejo del Estado en nombre y representación de la Junta Militar (donde coexistían los comandantes de Ejército, Marina y Aviación) la autoridad suprema, por encima de los circunstanciales presidentes.

En el caso actual estamos ante una figura política como Cristina que le cede la Presidencia a Alberto para asegurarse el triunfo electoral compartiéndolo con alguien más cercano al peronismo tradicional y a un número importante de dirigentes del Partido Justicialista, además de la mayoría de los gobernadores peronistas del interior.

Con todos estos antecedentes es dable pensar que, más allá de la voluntad de sus protagonistas y de la necesaria unidad en estas complejas circunstancias, será imposible evitar que el virus de la competencia de poder y las diferencias políticas se instale en la cúspide del gobierno.

El futuro oficialismo procurará ignorarlas públicamente atribuyéndolas a “conspiraciones destituyentes” de la oposición y la llamada “prensa hegemónica”, lo cual seguramente también ocurrirá. Pero es innegable que las presiones de los grupos de poder y “amistades” de cada sector alimentarán esa natural disputa.

Cuando se conozca la integración del gabinete se podrá saber, con mayor precisión, esto que -por ahora- podemos reconocer como “división de tareas” o “complementación de objetivos”. Hay un tercer sector -de menor influencia- que también intentará tener su parte en las decisiones, se trata de Sergio Massa que aspira construir su propio poder desde la presidencia de la Cámara de Diputados.

Respecto a la idea original de Cristina controlando el Legislativo y Alberto el Ejecutivo, se han producido algunas novedades. Alberto ha tomado vuelo procurando congeniar con la ex Presidenta, asumiendo posiciones y simbologías más progresistas de las esperadas, particularmente en política internacional y en temas más apreciados por jóvenes, sectores medios y organizaciones sociales, sin dejar de fortalecer vínculos con el sindicalismo tradicional.

Cristina, por su parte, consolidó sus posiciones en el aparato legislativo, utilizando las designaciones (la ex gobernadora y esposa del actual gobernador santiagueño, designada vicepresidenta del Senado y segunda en la línea sucesoria) para fortalecer vínculos con gobiernos provinciales como el de Santiago del Estero.

Con ello asegura su quórum propio en el Senado y con su hijo Máximo Kirchner, presidiendo el bloque único en diputados, tendrá una notable influencia sobre el Ejecutivo, particularmente en la aprobación y gestión presupuestaria. Sin descartar que, en el próximo presupuesto, aparezca alguna cláusula limitando las facultades presidenciales.

Respecto a su intervención en las designaciones para el Ejecutivo, aquella mención de Alberto en el sentido que la incidencia de Cristina en las nominaciones del gabinete sería “igual a cero” quedó como una ingeniosa frase de campaña.

De todos modos la complejidad y los peligros de la situación internacional junto al drama económico social obligan a todos los protagonistas y sus “amigos” a ser muy cautos en el manejo de sus diferencias para evitar que se pueda herir un poder que debe transitar un estrecho sendero al borde del abismo. Pero…el poder es el poder.

La complejidad de los problemas económico-sociales

En esta cuestión radica -por lejos- el principal problema de los argentinos en su vida cotidiana y también respecto a sus perspectivas futuras. Los temas son variados y van desde de la estanflación que desde hace largos meses acompaña a la economía, hasta el hambre diaria que padecen millones de argentinos.

Aquí están los problemas más inmediatos de la inmensa mayoría de quienes habitan nuestro suelo, pero también hay cuestiones muy severas aunque no aparezcan en la lista de problemas diarios, entre ellas se destacan la impagable deuda externa y el modo de inserción en la economía mundial.

Respecto a las cuestiones inmediatas el gobierno ha propagandizado que el combate contra el hambre es su prioridad, lo que ha sido bueno señalarlo. Ahora habrá que pasar de los dichos al hecho. Para eso no alcanzan las comisiones o mesas de famosos, se trata de acciones concretas.

En este sentido es interesante la propuesta planteada hace un par de semanas por Daniel Arroyo, el futuro Ministro de Desarrollo, para ejecutar a través del Programa “Argentina sin Hambre”. Allí se destaca el rol de la Economía Social, Solidaria y Popular que ha sido planteado, desde el 2002, a diferentes gobiernos por parte de algunas organizaciones sociales, sin que fueran escuchadas.

En este sentido también es interesante la puesta en marcha de una “Tarjeta de Alimentación” a través de la cual se acreditarían a nombre de los beneficiarios una cantidad de dinero destinada a la compra de alimentos. Sería una pena que no se aproveche esta oportunidad para poner en marcha la “Tarjeta Digna” diseñada por el equipo de la Fundación Antonio Cafiero, que propone inyectar recursos (dinero digital) a los bolsillos de los sectores más humildes destinados a la compra de alimentos y remedios.

Pero ese dinero no debería influir sobre la inflación por ser inconvertible y funcionaría por fuera del actual sistema monetario creando un circuito que beneficiaría a los humildes y la economía social en conjunto, sin quedar sujeta a bancos e hipermercados. Dentro de algunos años -si temen aplicar este sistema- probablemente se autocritiquen por esta falta de valentía cuando, dentro de un tiempo, tomen cuerpo njuevamente las conspiraciones recurrentes a las que los poderosos nos tienen acostumbrados.

Acerca de la deuda externa hasta l expresidente Eduardo Duhalde dijo “Si no se puede pagar la deuda, no se paga”. Esperemos que no cambie de opinión y que el gobierno lo comparta. Declararla como deuda odiosa, que no estamos obligados a pagar por no haber beneficiado al pueblo y haber sido tomada en complicidad con los prestamistas, es un mecanismo que permitiría dar pelea a los pretendidos acreedores en organismos y justicia internacional.

Por último sería una buena oportunidad para sir sentando las bases de otro modo de inserción en la economía mundial, que no sea el modelo agroexportador que tiene atados al país a las decisiones de ajenos mercados mundiales que deciden, según sus intereses, la suerte de millones de argentinos.

Para eso habrá que pensar en la ampliación del mercado interno, estrechar las relaciones con los mercados regionales y promover la expansión productiva de sectores hoy escasamente explotados de las economías regionales y también con el despliegue de nuevas tecnologías de amplia difusión entre los argentinos.

Los desafíos que vienen con la actual situación internacional

El rumbo que está tomando la situación internacional, con los conflictos en Nuestra  América en pleno desarrollo, encierra variados desafíos algunos evidentes y otros posibles u ocultos. Esos desafíos pueden ser positivos o negativos. Entre los positivos vale la pena citar dos cuestiones. Una que puede ser favorable al país y la otra al actual Presidente.

Respecto del país, la lucha comercial entre China y los EEUU abre una ventana de posibilidades a nuestro país para encontrar allí el resquicio por el cual encontrar algunas salidas a la actual situación. Eso no es fácil, pero tampoco es descartable.

En lo que respecta a Alberto, la situación lo ha colocado a la izquierda respecto de los demás gobernantes de la región, lo que bieno puede servir como un mecanismo para aislarlo, pero también para fortalecer sus lazos con Cristina y para que la Argentina tenga una digna posición en la región. Esta perspectiva se ratifica con los avances golpistas en Bolivia y la confirmación de la derrota del progresista Frente Amplio en Uruguay.

No son pocos ni menores los riesgos que la actual tendencia de la política mundial encierra. Más allá de los peligros de guerra que contiene y que dejamos de lado en estas consideraciones.

No es descartable que la actual convulsión tenga algunos puntos de contacto con la estrategia que EEUU desarrolló en países árabes con el objetivo, por ahora inalcanzable, de destruir a la milenaria cultura persa de Irán, una condición que les resulta hoy tan indispensable como imposible para controlar toda la región del Medio Oriente. Por eso vuelven su mirada imperial sobre estas tierras cuasi coloniales.

Bajo estas condiciones no parece suficiente con hacer un buen discurso, parece imprescindible informar a la población y prepararla ante la gravedad de la situación y sus posibles derivaciones.

Solo un par de botones de muestra del punto donde estamos parados y el significado del cambio de gobierno. Hay serias denuncias y testimonios gráficos de la colaboración argentina en el golpe boliviano. Tales hechos muestran, unos pocos días antes del golpe, al gobernador de Jujuy junto a los protagonistas del mismo, embarcando en un avión Hércules de la Fuerza Aérea Argentina, “instrumentos” y personal “para combatir el fuego” junto a “35 instructores” para tal tarea.

“Casualmente” ello se hizo casi en simultáneo con la visita de la hija de Donald Trump, en viaje exclusivo a esa provincia. Ya se ha comentado la situación argentina y su ambigua situación en la confrontación comercial entre China y EEUU. Esto, al igual que el tema de la deuda con el FMI son cuestiones sensibles a los ojos de la estrategia estadounidense.

De la posición que el gobierno adopte en esas cuestiones también dependerá la evolución de la relación de Washington respecto a  Argerntina.

 

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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