¿Retos medioambientales? Trabajo decente, empleo verde, resiliencia, migración y desarrollo sostenible

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Eduardo Camin

Antes de la celebración de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) suscribieron en Nueva York un memorándum de entendimiento para fomentar su cooperación en esferas relacionadas con el clima, y en particular, poner fin a la desertificación y a la degradación del suelo, y crear empleos verdes, con miras de promover el desarrollo sostenible.

Guy Ryder, director general de la OIT, acogió con beneplácito esa asociación, y señaló que «La OIT y la CNULD pueden aunar esfuerzos para promover economías prósperas y sostenibles en el ámbito rural que permitan ofrecer empleo de calidad, brindar mayor protección a los jóvenes y contribuir a hacer frente a la degradación del suelo». Resultado de imagen para oit cnuld

La desertificación, la degradación del suelo y la sequía, entre otros retos medioambientales, afectan al desarrollo sostenible y repercuten ampliamente en la creación de trabajo decente. De no abordarse debidamente pueden exacerbar los conflictos, los desplazamientos y la migración, y mermar la probabilidad de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Es cierto que a la insistencia algunos la llaman virtud, otros la llama defectos, siempre depende de donde se aplique el adjetivo. Ser insistente, puede ser una gran cualidad o una obsesión que derive en consecuencias negativas. La OIT, lleva mucho tiempo insistiendo con algunos conceptos, elaborando muchas veces un diagnóstico certero, pero sin el tratamiento adecuado para cambiar la realidad.

Retos medioambientales, la migración y el empleo

Según la OIT, el 68% de los trabajadores de los países de bajos ingresos desarrollan su labor en el sector agrícola, y la tierra y el agua constituyen habitualmente para ellos medios de sustento fundamentales, habida cuenta de su contribución a la seguridad y la prosperidad humanas.

«Los retos medioambientales, la pobreza y la movilidad humana son fenómenos mutuamente relacionados. Al abordar de forma conjunta la degradación y escasez del suelo, el desempleo juvenil en el medio rural y la inseguridad en la tenencia de las tierras, nuestro objetivo es aunar esfuerzos para lograr una situación más favorable que facilite el cumplimiento de los ODS», señaló Ibrahim Tiauw, secretario ejecutivo de la CNULD.

«El fortalecimiento de la colaboración entre la CNULD y la OIT y el aprovechamiento conjunto de su experiencia en materia de empleos verdes decentes y administración y gobernanza de las tierras, revisten suma importancia a los efectos de adopción de medidas y apoyo a los países en esferas que abarcan la gestión sostenible de la tierra y la movilidad laboral», añadió.

 

Al menos once millones de jóvenes africanos se incorporan cada año al mercado laboral. Se prevé que a lo largo del próximo decenio alrededor de 60 millones de personas puedan verse obligadas a desplazarse de tierras degradadas, y a emigrar en el continente o fuera del mismo.

El 73% de los migrantes son trabajadores migrantes en edad laboral. Habida cuenta de ello, cabe analizar la relación que existe entre los retos medioambientales, la migración y el empleo, y promover enfoques políticos más integrados y coherentes, señalo Ryder. La OIT promueve enfoques que fomentan el trabajo decente, la sostenibilidad medioambiental y la resiliencia, y aborda los retos, cada vez mayores, que plantea la movilidad laboral a través de políticas y proyectos en todo el mundo.

La colaboración entre la OIT y la CNULD tendrá por objeto promover la sostenibilidad, contribuir a poner fin a la desertificación y fomentar los empleos verdes y las oportunidades de lograr un trabajo decente. Se prestará particular atención a los factores que vinculan la desertificación y las tendencias migratorias

El paradigma político al interior del sistema capitalista

La crisis medioambiental que afecta al planeta ha motivado el interés de algunos gobiernos, medios de comunicación, movimientos ciudadanos y toda clase de organismos medioambientales. Los desafíos globales y locales han sido discutidos en toda clase de foros internacionales y cumbres, pero los enfoques y acuerdos están lejos de una solución efectiva.

Pero, ¿están las soluciones a esta crisis dentro de los marcos del sistema capitalista? Creemos que la respuesta es no. El sistema capitalista se centra en la obtención y maximización de ganancias, en su rentabilidad, sin importarle si los recursos que utiliza son o no renovables. Por tanto, el sistema encontrará un muro entre sus fuerzas de desarrollo esenciales y sus patrones de sobreexplotación.

La crítica situación ecológica global, evidenciada en los procesos de cambio climático, agotamiento de recursos naturales y degradación ambiental, acompañados de crecientes conflictos socioambientales, está arrastrando a la humanidad a una irremisible catástrofe.

Esta amenaza no es algo remoto sino un proceso claramente ostensible, cuyos efectos ya se hacen sentir y que, de continuar el irracional derroche consumista generado por la lógica del capital, se incrementarán a ritmo creciente en las próximas décadas, hasta provocar un daño irreparable a las condiciones necesarias para la vida en el planeta.

No es preciso ser un genio para comprender que es imposible el crecimiento infinito en un espacio finito como lo es el de nuestro planeta. Durante miles de años la humanidad tomó de la naturaleza cuanto necesitaba para su reproducción y arrojó a ella los desperdicios de su actividad, sin preocuparse de las consecuencias futuras que de ello pudieran derivarse.

Repfesenta una terrible amenaza para la existencia de la humanidad la sistemática destrucción del entorno natural, provocada por la tendencia a la producción por la producción y al derroche consumista inmanente a la lógica del capital, cuyas manifestaciones son ya evidentes.

La experiencia acumulada desde los primeros pasos dados por el Club de Roma en 1962 hasta la reciente Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima (2019) pasando por Copenhague (2009), Cancún (2010), Nagoya (Japón en 2010), Durban (2011), Varsovia (2013) la COP21 de París (2016), o la COP24 en Katowice, Polonia (2018) en todas el denominador común es que se ha antepuesto los intereses políticos y económicos particulares a las necesidades colectivas de la gente y al futuro del planeta.

Esta evidencia, empírica, demuestra claramente las reticencias de la cúpula gobernante en los principales países capitalistas a adoptar acciones enérgicas que conduzcan a una verdadera transformación cuantitativa y cualitativa de la producción, así como de los correspondientes patrones de consumo.

Los conceptos de la OIT y la CNULD pretenden ilusionar con una lógica de cambio, pero los hechos han ido demostrando, una y otra vez, que conceptos como capitalismo sostenible, capitalismo sustentable son poco más que pura demagogia.

El capitalismo es en su esencia, irreformable y, en consecuencia, no es posible una solución completa y definitiva de la crisis ecológica en los marcos del sistema.
Un sistema intrínsecamente expansionista en los mecanismos de producción, comercio, consumo, y la explotación de los recursos naturales y del trabajo, en el uso de nuevas tecnologías.

Esta necesidad permanente de crecimiento y expansión es una de las características centrales, del sistema, pues es la única manera de ampliar el ciclo de acumulación para valorizar el capital y realizar niveles cada vez mayores de ganancia que, al reinvertirse, asegurarán un crecimiento sostenido de la rentabilidad, lo que supone ciertas garantías para sobrevivir frente a la feroz competitividad que se da entre los capitales.

No obstante, es evidente que no se puede resolver la desocupación, la pobreza y desigualdad, la exclusión, la explotación, el desprecio, la subordinación, sin cuestionar esa base, pues no se trata sólo de “consecuencias indeseables”, sino de condiciones indispensables para el propio establecimiento y reproducción de las relaciones capitalistas, profundizando los problemas de contaminación, erosión, desertización, calentamiento, sobreexplotación, despojo, depredación y extinción de recursos naturales y humanos.


Las cumbres se podrán suceder infinitamente, en la lógica del gatopardismo /lampedusiano «que todo cambie para que todo siga igual». La única cumbre que podría dar por tierra definitivamente a esta situación es responsabilizar claramente al sistema de producción capitalista, por su explotación rapaz de la naturaleza que la convierte en desierto.

Todo lo demás son fuegos de artificios, sin mañanas, en el despojo de tierras, territorios, saberes ancestrales y recursos de toda índole. Mientras tanto exclamamos ¡que calor que hace … no es normal este tiempo!

Ya hace 27 años, el 12 de junio de 1992, el presidente cubano Fidel Castro señaló en la Conferencia de Organización de Naciones Unidas sobre Medioambiente y desarrollo de Río de Janeiro: «Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre».

*Analista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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