Argentina: Se le pincha el globo a Macri, el FMI es el que decide y el pueblo el que sufre/ Com Macri desinflado, quem decide é o FMI (e o povo sofre)

793

Juan Guahán|

Al final el vaso rebasó. Todos les avisaron que iban a chocar. No quisieron cambiar de política. Ahora es el fin. La fecha de vencimiento puede ser diciembre de 2019 o antes, pero Macri prácticamente ya no decide los grandes temas económicos: lo hace el FMI por él. Un macrismo sin futuro augura un futuro con hegemonía peronista.

 La bronca del pueblo fue creciendo y se iba manifestando de las más diversas maneras. El gobierno le respondía con dos mecanismos complementarios. Apelando a la tapadera mediática de todo lo que les pudiera servir (desde los chismes de la farándula, hasta montarse sobre los “cuadernos de la corrupción”), e ignorarando, negando y/o desacreditando las movilizaciones, volviendo al viejo mote de “destituyentes” o golpistas.

Pero la realidad allí estaba, cada día más intensa y multitudinaria. La fábrica de esas protestas estaba en el propio gobierno y sus políticas. No quisieron escuchar y la fuerza de la verdad les pasó por encima. Verdad mata posverdad.

A fines del año pasado, desde el sistema financiero internacional, les avisaron que se había terminado la política de financiar lo que les pidieran. Le hacían ese aviso no porque estuvieran en desacuerdo ideológico con las políticas del gobierno de Mauricio Macri, sino porque veían que ellas conducían a una debacle que los pondría en problemas para cobrar esos préstamos.

El gobierno no terminó de creerles. Imaginaron que encontrarían en otras fuentes el financiamiento necesario para sus políticas. El paso de las semanas los fue convenciendo de la gravedad de la situación, mientras aquí se debatían en feroces e inconducentes debates sobre si aplicar el “gradualismo” o políticas de “shock”.

La corrida bancaria de abril y sus consecuencias

Así fue como llegamos a la segunda quincena del mes de abril y apareció la “corrida bancaria” que terminó, tres semanas después, en el acuerdo con el FMI y una aparente “calma”. Pero detrás de esa apariencia quedó el “saldo” de esa maniobra. El peso perdió el 20% de su valor (pasó de 21 a 25 pesos por dólar); las tasas bancarias mudaron del 27,5% al 40%; el “riesgo país” de 383 a 482 puntos; el Banco Central perdió 8.461 millones de dólares solamente en esas tres semanas.

El gobierno quedó advertido que debía olvidarse de la posibilidad de una actividad económica favorable para el 2018 y que se preparara para la continuidad de una alta inflación que, en ese momento, se suponía no sería menor al 30%. Pero el mismo sector financiero, que –de un modo irresponsable- le había prestado al gobierno lo que pedía, ahora le exigían de todo ..e inmediatamente El gobierno había decidido gobernar con y para los “mercados” y ahora tenía que aguantárselas.

Durante los tresmeses y medio que transcurrieron desde la “normalización” de la “corrida” de abril hasta la última semana de agosto, la parte dura de la crisis había transcurrido pero la economía siguió un constante deslizamiento de efectos nocivos que preparaban las condiciones para un nuevo salto.

El peso se siguió devaluando y llegó el viernes 24 de agosto a 31 pesos por cada dólar; el “riesgo país” fue de 700 puntos; las tasas bancarias seguían en el orden 40% y el Banco Central siguió poniendo plata para mantener “controlado” al dólar.

En ese tiempo período se fueron otros 13 mil millones de dólares, lo que sumado a lo anterior significaba que más de 20 mil millones se habían “fugado” de nuestra economía, desde el inicio de la crisis. El dinero del FMI no había servido para que el dios mercado estuviera satisfecho, quería más.

La explosión de la última semana de agosto

El gobierno crujía y había algunos dentro del mismo gobierno, con Rogelio Frigerio, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta a la cabeza, que pensaban que la cosa no daba para más y pedían la vuelta de algunas retenciones y la suba de impuestos a específicos sectores que fueron los más beneficiados con estas devaluaciones.

Mauricio Macri salió a “calmar” los mercados el día miércoles. En una aparición de menos de dos minutos no dio mayores precisiones y trasmitió su optimismo sobre el futuro saliendo a decir que el FMI, sin que ello hubiera sido aprobado por ese organismo, adelantaría los fondos que aseguraran el cumplimiento de las obligaciones del 2019.

Esa “trampita” rebalsó el vaso. La cosa pintaba fea y al día siguiente, Marcos Peña, el Jefe de Gabinete, pretendió darle mayor fuerza al discurso presidencial. Los “mercados”, con quienes quieren gobernar y para quienes efectivamente gobiernan, les respondieron rotundamente. No les creyeron, perdida la confianza –hasta en la figura presidencial- fueron librados a su suerte y les demandaron algunos “últimos favores”.

Ahora, seguramente crearán las condiciones para un próximo salto (o asalto), sin excluir un recambio institucional. Durante la semana se profundizó el “riesgo país” y por lo mismo las tasas que los bancos cobran; el dólar siguió su acelerada devaluación; nadie sabe el nivel de la inflación; la caída del consumo y de la actividad económica. Los que dependen de ingresos fijos (asalariados, jubilados) quedaron sin resguardo alguno ni defensa, a la intemperie. El punto máximo llegó durante la jornada del jueves, en la cual no había precios y nadie sabía qué podía pasar.

El viernes las cosas se calmaron un poco, el Banco Central volvió a tirar dinero para que se lo lleven y queda por ver cómo sigue esto el lunes y antes pasar una mirada sobre el “saldo” –en números- de la “locura” de esta semana. El peso se devaluó verticalmente: perdió alrededor del 20% en una semana y cerró a un promedio de 38 pesos por dólar, luego de haber llegado a cerca de los 42 pesos durante el día anterior.

El famoso “riesgo país” lo llevaron a 771 puntos, un 11% más; Las tasas de interés se fueron del 40 al 60%, un 50% más que una semana antes y sobre la inflación ya nadie puede dar una idea cierta, pero nunca será menor al 40% para el este año 2018.

El Banco Central siguió rifando las reservas y solo el viernes redujo el monto de las mismas en 1.133 millones de dólares, una buena parte de esa disminución fue destinada a la contención del dólar.

Ahora queda claro que el gobierno argentino ha sido abandonado a la “buena de Dios”, por sus propios promotores y usufructuarios cansados de la falta de idoneidad para darle una mínima sustentabilidad al actual sistema. Las grandes decisiones están en manos del FMI. La situación argentina y este fenómeno “Tango” terminaron siendo, para la economía global, un punto destacado de la actual crisis que recorre al mundo capitalista.

No quedan dudas que los sectores afectados por estas medidas, la mayor parte del pueblo argentino, saldrán a protestar. Los incipientes saqueos del día viernes (Comodoro Rivadavia, Mendoza y Jujuy) parecen preanunciar la tendencia hacia la cual nos encaminamos. Eso se hará sentir en los próximos días y se lo podrá verificar, de un modo amplificado, en la masividad del Paro Nacional y las movilizaciones previstas para los días 24 y 25 de este mes.

 Un macrismo sin futuro augura un futura hegemonia peronista

En esta última semana el gobierno volvió a compr}}}}}}}}}}}}}}}}}}}}}}}obar que no son el peronismo y su vocación de poder; ni la acción de los promotores de lo que llaman el “Club del helicóptero”; ni los pedidos de los sindicalistas, quienes detonaron esta crisis actual. Por el contrario, los principales responsables de que ella haya estallado son sus amigos y beneficiarios de este plan.

Son aquellos que ahora no pretenden más que consolidar sus ganancias, transformando sus pesos en dólares e irse en busca de nuevos mercados –con cipayos más eficaces- que les permitan, como ya ocurriera aquí, multiplicar sus ganancias.

Otro es el problema que tiene el sistema de poder político de los países centrales de occidente. Gran parte de esa dirigencia vio en Macri la persona adecuada para terminar con el “populismo” cristinista y las tradiciones peronistas. De allí que estos poderes todavía y con la obligación de llegar al próximo G 20 tratan de ayudarlo. Ese sería el sentido que tiene el aval de Donald Trump a un eventual adelanto de fondos para el 2019.

Salvo grandes modificaciones, si Macri logra mantenerse en el gobierno, estaremos en las vísperas de un progresivo proceso de transferencia del poder a manos de sectores peronistas. Tal tendencia se reflejaría –obviamente- en las elecciones del año próximo. El macrismo muy difícilmente recupere sus plenos poderes, hoy en manos del FMI. Su posible reelección parece cosa del pasado y hasta es discutible su posibilidad de acceder a una segunda vuelta electoral.

El país se encuentra ante la paradoja que el macrismo, que fuera aceptado y ayudado por representar la posibilidad de terminar con el peronismo, ahora puede dejar como saldo la alternativa electoral de tener que elegir al futuro gobierno entre dos grupos o frentes hegemonizados por diferentes expresiones peronistas, donde los límites, alcances e integrantes de cada uno son –todavía- muy difusos y sujetos a variaciones.

Por un lado el peronismo K, cuyo referente unificador es la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y que reúne al cristinismo, a gran parte del tradicional kirchnerismo, a sus históricos aliados de izquierda, sectores que vienen desde diferentes agrupamientos juveniles, agrupamientos de distintas organizaciones sociales e importantes sectores sindicales (CTA, conducida por Hugo Yasky y la Corriente Federal de Trabajadores, que forma aparte de la CGT).

Este sector tiene la gran ventaja de un liderazgo indiscutible, como lo es Cristina. Será ella quien definirá si será o no candidata o si prefiere colocar alguna otra persona (Máximo Kirchner, Agustín Rossi, Alberto Rodríguez Saa, Diana Conti, Eduardo “Wado” de Pedro, Juan Grabois, Oscar Parrilli)

Lo integran los nucleamientos más enfrentados con el gobierno macrista. Posiblemente allí confluya la mayor parte del voto peronista pero tiene –por ahora- la dificultad del “techo” de la ex presidenta lo que puede ser un límite para una eventual segunda electoral.

Desde otra óptica peronista y desde el punto de vista electoral se encuentran los agrupamientos más moderados y que tienen mayor diálogo con el gobierno. Gran parte de los gobernadores y el bloque de senadores encabezados por Miguel Ángel Pichetto constituyen su fuerza más significativa, junto a varios y tradicionales dirigentes sindicales.

Su mayor problema radica en que no tienen un liderazgo reconocido. La multiplicidad de dirigentes que aspiran a lugares expectables (Juan Manuel Urtubey, Sergio Uñac, el propio Pichetto, Sergio Massa, Florencio Randazzo, Juan Schiaretti) dificulta sus acuerdos políticos y mucho más el armado electoral.

Cercano a estos últimos se mueven los promotores de la candidatura del economista Roberto Lavagna. El expesidente Eduardo Duhalde está a la cabeza de esa gestión lo novedoso es que tal tarea es compartida con Ricardo Alfonsín, al frente de un radicalismo que no está dispuesto a volver a apoyar al macrismo.

 

VERSIÓN EN PORTUGUÉS

Com Macri desinflado, quem decide é o FMI (e o povo sofre)

Por Juan Guahán

Finalmente, o copo transbordou. Todos avisaram o presidente que a política econômica caminhava para o desastre, mas ele não quis mudá-la, e agora a conta chegou. A data de vencimento deste governo pode ser a de dezembro de 2019, estabelecida pela Constituição, ou pode ser antes, dependendo das consequências sociais. Na prática, Macri já não decide quase nada a respeito dos grandes temas econômicos. Quem manda é o FMI, enquanto o povo enfrenta as consequências de um macrismo sem futuro, que abre espaço para uma possível nova hegemonia peronista.

A raiva do povo vem crescendo e se manifestando das mais diversas formas. O governo responde a ela com dois mecanismos complementares: apelando à uma mídia omissa que usa todos os elementos possíveis para direcionar os noticiários a outros temas (sejam fofocas do mundo dos espetáculos ou o show das acusações contra Cristina Kirchner), e ignorando, ou negando, e/ou desacreditando as mobilizações, acusadas de destituintes ou golpistas.

Evadir a realidade não ajuda em nada, pois não evita que ela continue presente, e cada dia mais intensa e multitudinária. A fábrica desses protestos está no próprio governo e suas políticas. Não quiseram escutar os avisos, até que a força da verdade passou por cima das suas desculpas. Neste caso ao menos, a verdade vem matando a pós-verdade.

No final do ano passado, o sistema financeiro internacional já avisava que a política de financiar os empréstimos que o governo argentino havia pedido deveria terminar. O alerta, evidentemente, não se dava por divergências ideológicas com as políticas de Mauricio Macri, e sim porque perceberam que se estava caminhando a uma tragédia – que resultaria em problemas para cobrar os empréstimos da Argentina depois, o que obviamente era a principal preocupação dos guardiões do sistema.

O governo nunca os levou a sério. Imaginaram que sempre encontrariam outras fontes de financiamento para suas políticas. Com o passar das semanas, foram se convencendo da gravidade da situação, enquanto o país se debatia entre ferozes e infrutíferas discussões sobre aplicar o “gradualismo” ou políticas de “choque”.

A corrida bancária de abril e suas consequências

Foi assim que chegamos à segunda quinzena do mês de abril, e apareceu a “corrida bancária”, que terminou três semanas depois, no acordo com o FMI e uma aparente “calma”. Mas por trás dessa aparência estava o “saldo” da manobra. O peso argentino perdeu 20% do seu valor (passou de 21 a 25 pesos por dólar); as taxas bancárias saltaram de 27,5% para 40%; o “risco país” foi de 383 a 482 pontos; o Banco Central perdeu 8,4 bilhões de dólares somente nessas três semanas.

Assim, o governo foi obrigado a descartar a possibilidade de uma atividade econômica favorável em 2018, e teve que se preparar para a continuidade de uma tendência de alta da inflação, que naquele momento já se supunha que não ficaria em menos de 30% anual. Mas, esse mesmo setor financeiro, que – de forma irresponsável – havia emprestado ao governo tudo o que ele pediu, começou a exigir resultados de repente… e imediatamente. O governo apostou em governar com e para os “mercados”, agora tinha que aceitar os seus ditados.

Durante os três meses e meio da “normalização da corrida bancária” (de abril até a última semana de agosto), a parte dura da crise parecia que havia passado, mas a economia continuava em uma queda constante, de efeitos nocivos, que preparavam as condições de um novo salto em direção ao colapso.

O peso argentino continuou se desvalorizando aos poucos, e no dia 24 de agosto a cotação já estava em 31 pesos por cada dólar; com um “risco país” de 700 pontos; as taxas bancárias ao redor de 40% e o Banco Central insistindo em desperdiçar reservas para manter o dólar “controlado”.

Nesse período, o país perdeu mais 13 bilhões de dólares – o que, somando com as perdas daquele terrível mês de abril, acumula mais de 30 bilhões que “fugiram” da economia do país desde o início da crise. O empréstimo do FMI chegou em junho, com um adiantamento de 15 bilhões de dólares (quase um terço do total prometido), mas não serviu para que o deus mercado ficasse satisfeito. Ele sempre quer mais.

A desastrosa última semana de agosto

O governo se desinflava e algumas de suas próprias figuras, como Rogelio Frigerio, María Eugenia Vidal e Horacio Rodríguez Larreta pensavam que se havia perdido o rumo do barco. Então, começaram a pedir a volta de algumas taxas que o governo havia eliminado, e um aumento de impostos específicos a setores que foram os mais beneficiados com essas desvalorizações.

Mauricio Macri agiu para “acalmar” os mercados, com um vídeo publicado na quarta-feira (29/8). Numa aparição de menos de dois minutos, não deu maiores precisões, e transmitiu seu otimismo sobre o futuro dizendo que o FMI adiantaria os fundos que estavam assegurados para 2019 caso a Argentina cumprisse com as suas obrigações (o que ainda não fez), apesar de que o organismo não aprovou (pelo menos até agora) tal adiantamento.

Essa pequena malandragem do presidente foi a gota d´água. A situação já se mostrava feia antes do vídeo, e o chefe de gabinete macrista, Marcos Peña, tentou reforçar o discurso presidencial, declarando que os “mercados”, com quem o macrismo sempre pretendeu governar e para quem efetivamente governa, já haviam respondido com otimismo. Não era verdade. Ninguém acreditou em Macri. Perdeu-se a confiança até mesmo na figura presidencial, e os organismos estrangeiros aproveitaram esse momento de exposta fragilidade para demandar alguns “últimos favores”.

Agora, certamente criarão as condições para um próximo salto (ou assalto), sem excluir a possibilidade de uma mudança institucional. Durante a semana, o “risco país” novamente disparou; as taxas bancárias seguiram o mesmo ritmo; o dólar continuou se desvalorizando, agora de forma mais acelerada; ninguém sabe o nível da inflação, da queda do consumo e da atividade econômica – embora todos imaginem que esses índices já superaram os níveis de alarme social. Quem depende de rendas fixas (assalariados, aposentados, etc) ficou totalmente indefenso em meio à intempérie. O ponto máximo veio durante a jornada de quinta-feira (30/8), quando não havia preços e ninguém sabia o que podia acontecer.

Na sexta, as coisas se acalmaram um pouco, o Banco Central voltou a jogar reservas fora, e teremos que esperar esta primeira semana de setembro para saber o saldo da loucura desse fim de agosto, e se o placebo da sexta continuará sendo o único remédio que o governo conhece. O peso se desvalorizou verticalmente: perdeu ao menos 20% do seu valor em uma semana, e fechou numa média de 38 pesos por dólar, tendo chegado a um ápice de 42 pesos na quinta.

O famoso “risco país” alcançou os 771 pontos. As taxas de juros foram de 40 a 60% em uma semana. Ninguém se arrisca mais a medir a inflação, mas já se prevê uma cifra, não menor a 40% no cálculo da inflação anual de 2018.

O Banco Central insiste no leilão de reservas como única medida possível, e na sexta elas tiveram uma redução de 1,1 bilhão de dólares, grande parte destinada à contenção do dólar.

Agora, fica claro que o governo argentino foi abandonado por seus próprios defensores e usufrutuários, cansados da falta de competência para dar uma mínima sustentabilidade ao atual sistema. As grandes decisões estão nas mãos do FMI. A situação argentina e este fenômeno chamado “Efeito Tango” terminaram sendo, para a economia global, um ponto destacado da atual crise que se propaga pelo mundo capitalista.

Não há dúvidas de que os setores afetados por estas medidas, que são a maior parte do povo argentino, irão protestar contra esta situação. Os incipientes saques a supermercados registrados na sexta-feira (31/8), em cidades como Comodoro Rivadavia, Mendoza e Jujuy, parecem anunciar a tendência à qual o país se encaminha. Isso deve ficar mais evidente nos próximos dias, até ser amplificado na greve nacional e nas mobilizações previstas para os dias 24 e 25 deste mês.

Um macrismo sem futuro pressagia uma futura hegemonia peronista

Nesta última semana o governo comprovou novamente que não foi o peronismo e sua vocação de poder, nem a capacidade de ação do que chamam de “o Clube do Helicóptero” (setor empresarial que pressiona Macri a renunciar, em alusão ao que fez Fernando de la Rúa em 2001, quando fugiu da Casa Rosa de helicóptero após abandonar o poder), e tampouco foram os pedidos dos sindicalistas que detonaram esta crise atual. Pelo contrário, os principais responsáveis são os amigos e beneficiários deste plano.

A culpa é daqueles que agora só querem consolidar os lucros obtidos durante a atual gestão, transformando seus pesos em dólares para sair da Argentina em busca de novos mercados, para continuar multiplicando essa renda.

Os sistemas de poder político dos países centrais do ocidente enfrentam um problema: grande parte dos mandatários da chamada nova direita, que foi tomando o poder em muitos países, viu em Macri o modelo adequado para terminar com o “populismo” cristinista e as tradições peronistas. Por isso, esses poderes tentam ajudá-lo, com a obrigação de mantê-lo ainda com algum capital político até a próxima reunião do G20, que será em Buenos Aires. Essa é, aliás, a razão pela qual um eventual adiantamento dos fundos programados para 2019 poderia contar com o aval de Donald Trump.

Mesmo se Macri conseguir se manter no governo, estaremos às vésperas de um progressivo processo de transferência de poder às mãos dos setores peronistas. Tal tendência se refletiria, obviamente, nas eleições do próximo ano. O macrismo dificilmente recuperará seus plenos poderes, hoje nas mãos do FMI. Sua possível reeleição parece coisa do passado, e até mesmo sua ida a um segundo turno é discutível.

O país se encontra diante do paradoxo de um macrismo aceito e ajudado por representar a possibilidade de acabar com o peronismo ser o que cria este cenário onde as alternativas eleitorais estão entre grupos e frentes hegemonizadas por diferentes expressões peronistas – ainda que os limites, alcances e integrantes de cada um sejam ainda muito difusos e sujeitos a variações.

Por um lado está o peronismo K, cujo referente unificador é a ex-presidenta Cristina Fernández de Kirchner, e que reúne o cristinismo, grande parte do tradicional kirchnerismo, seus históricos aliados de esquerda, setores que vêm de diferentes agrupações juvenis, distintas organizações sociais e importantes setores sindicais – como a central CTA (Central de Trabalhadores da Argentina), conduzida por Hugo Yasky e a CFT (Corrente Federal de Trabalhadores), que forma aparte da CGT (Central Geral dos Trabalhadores).

Este setor tem a grande vantagem de uma liderança indiscutível, como é Cristina. Será ela que definirá se será ou não candidata, ou se prefere apostar em alguma outra figura (Máximo Kirchner, Agustín Rossi, Alberto Rodríguez Saa, Diana Conti, Eduardo “Wado” de Pedro, Juan Grabois ou Oscar Parrilli). Também está integrado pelos núcleos que mais rivalizam com o governo macrista. Possivelmente, reunirá a maior parte do voto peronista, mas tem que enfrentar a dificuldade do teto da ex-presidenta, que pode ser um limite para um eventual segundo turno eleitoral.

A outra vertente peronista que se apresenta eleitoralmente é a que congrega as agrupações mais moderadas, e que têm maior diálogo com o governo. Grande parte dos governadores e do bloco de senadores encabeçados por Miguel Ángel Pichetto constituem a força mais significativa desse setor, junto a outros vários e tradicionais dirigentes sindicais.

Seu maior problema está no fato de que carecem de uma liderança reconhecida a nível nacional. Seus muitos dirigentes que aspiram a posições mais destacáveis (Juan Manuel Urtubey, Sergio Uñac, o próprio Pichetto, Sergio Massa, Florencio Randazzo, Juan Schiaretti, etc) dificultam os acordos políticos e a configuração de uma estratégia eleitoral mais sólida. Contudo, parte desse grupo vem promovendo a candidatura do economista Roberto Lavagna. O ex-presidente Eduardo Duhalde lidera essa iniciativa, e conta com a inesperada ajuda de uma parte do Partido Radical, seu histórico rival, que não está disposta a seguir apoiando o macrismo.

Juan Guahán é analista político e dirigente social argentino, associado ao Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.