Mauricio Zunino| La actual coyuntura económica que vive el país no es posible de ser entendida si se la mira como un fenómeno aislado y descontextualizado de los procesos globales del modo de producción capitalista y en particular de la fase del ciclo que el mismo se encuentra. Muchas de las visiones que intentan explicar este enlentecimiento se centran en aspectos particulares de la situación interna sin comprender las relaciones globales del modelo de acumulación existente.

El sistema capitalista ha ido cambiando su configuración de la división internacional del trabajo de la estructura clásica entre países industriales desarrollados y periferias atrasadas productoras de los insumos y materias primas que configuraron el esquema dominante durante el siglo XIX y mayoría del siglo XX hacia un esquema de transnacionalización productiva que lleva a descomposición de las cadenas de valor de las diferentes actividades económicas en muchos eslabones que se realizan materialmente en lugares geográficos muy distantes.

Esta nueva configuración hace que el análisis de los procesos productivos deba realizarse a través de un enfoque de cadenas de valor, y de que eslabones de estas cadenas, son los que se realizan en cada economía y cuál es la proporción del valor que logra apropiarse por la realización de esta actividad. Dentro de este nuevo esquema las actividades que concentran mayor valor agregado están asociadas a los extremos de la cadena, es decir al diseño de productos o servicios y la comercialización de los mismos, actividades que permanecen mayoritariamente en las economías centrales, expulsando las actividades productivas hacia las periferias, tanto primarias y extractivas como industriales. A lo largo de la cadena se configuran nodos de productos y servicios conexos que capturan parte del valor generado por la cadena principal, los que se han desarrollado de manera importante y son base de una captación creciente de valor en particular los servicios profesionales y científicos.

En el marco de este esquema es que se ha reconfigurado la dirección y el flujo de la inversión extranjera directa, incrementando sensiblemente la participación de los países emergentes en la captación de la misma. Uruguay fue en la región uno de los que mejor supo explotar este punto y pasó de ser un captador marginal de IED durante los noventa a uno de los principales receptores relativos desde 2005.

Esta reconfiguración permitió al Uruguay una buena inserción y ésto, acompañado por diferentes políticas internas generó importantes tasas de crecimiento económico, como nunca se habían alcanzado en la historia., gracias también a un incremento del peso de las actividades primarias sobre todo en su participación en las exportaciones. Además se aprovechó el crecimiento de los precios internacionales de los comodities, aunque en nuestra economía si bien esto dinamizó por el lado de las exportaciones, también encareció los precios de algunos insumos básicos como los energéticos del cual Uruguay es importador, por lo que la ventaja inicial se vio retraída por este aspecto.

Además, la economía recibió una fuerte entrada de IED que permitió dinamizar la inversión y que en muchos casos sirvió como factor de arrastre a empresas nacionales. También se desarrollaron reformas que permitieron generar una ampliación del mercado interno y hacer del consumo uno de los motores más relevantes para explicar el crecimiento por el enfoque del gasto. Para esto fue sustancial la transformación del mercado de trabajo, y la fuerte incidencia de las políticas sociales focalizadas en sectores de bajos recursos.

Actualmente el modo de producción global se encuentra en una fase recesiva del ciclo que comenzó con la crisis estadounidense de 2008, y que se propagó sobre todo el mundo con diferentes grados de diferimiento y ha afectado de manera importante a los países emergentes. Si bien ya llevamos 8 años de crisis mundial, las diferentes economías no han logrado superar este proceso: la mayoría de las economías europeas aún se encuentran estancadas, con altísimo desempleo y endeudamiento; mientras la economía estadounidense no logra consolidar tasas de crecimiento aceptables.

Los países periféricos, en particular los emergentes, se mantuvieron durante algún tiempo distante del proceso de crisis, en especial el sudeste asiática y en menor medida América Latina. Pero los derrames de la crisis del sistema capitalista comenzaron a impactar en estas economías principalmente en los sectores exportadores y productores de bienes no transables. Hoy se nota una desaceleración importante en el sudeste asiático, con consecuencias aún mayores en los principales países latinoamericanos donde la crisis ha calado profundamente.

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Si miramos la situación en la región vemos enormes dificultades económicas en casi todas las economías, las que en muchos casos han adoptado medidas ortodoxas que profundizaron el proceso de crisis. Como ejemplo alcanza ver lo ocurrido en Brasil. En Argentina desde la asunción del nuevo gobierno se desató una política de ajuste radical que ha profundizado la recesión y generado importante número de despidos tanto de trabajadores públicos como privados.

Los problemas económicos de Uruguay son más moderados que en los restantes países de la región, aunque no dejan de ser relevantes. La desaceleración del crecimiento se acerca al estancamiento. y se suman otros problemas como inflación y un pronunciado déficit fiscal.

Ante estos problemas se suelen repetir las recetas de ajustes convencionales, que muchos países han adoptado, primero en Europa y actualmente en América. Suelen plantear ajustes recesivos como forma de eliminar las fallas y distorsiones generadas en los mercados: un recorte de la participación del Estado en la economía en busca generar un proceso de consolidación fiscal (por un recorte del gasto y en particular los sociales), la eliminación de las regulaciones existentes en los diferentes mercados (trabajo, bienes, etc.); y de alcanzar la estabilidad de precios con políticas de contracción de la demanda.

Son medidas que difícilmente logren alcanzar sus objetivos a corto plazo, y suelen generar procesos recesivos prolongados, con altos niveles de desempleo y pobreza, previo a iniciar una fase de crecimiento. Esto ocurre con Grecia donde este tipo de recetas no han logrado en 8 años generar una reactivación y por el contrario ha condenado a la miseria a grandes masas de población.

Este tipo de recetas generan lo que Stiglitz llama “las trampas de la austeridad”, porque llevan a las economías a posiciones recesivas de las que son muy difíciles de salir, ya que el proceso generó una destrucción de la demanda agregada tan grande que no hace posible la salida.

En esta fase recesiva del ciclo económico las mejores opciones son tratar de generar desconexiones de los principales movimientos del sistema mundo y por lo tanto hacer una apuesta de desarrollo del mercado interno. Si los flujos de inversión extranjera se detienen, la dinámica debe orientarse hacia la inversión pública y a sostener el consumo de los hogares.

La fase actual del ciclo debe interpretarse claramente, ya una visualización incorrecta llevaría a generar acciones erróneas y por ende a no canalizar en soluciones que deriven en una salida de la crisis actual. Si esta situación responde a una mera situación coyuntural y luego de la misma se continua con las dinámicas anteriores, las políticas deberían centrarse en amortiguar los impactos negativos y esperar el cambio de tendencia. Ésta, viene siendo en líneas generales la política económica uruguaya; pero si entendemos que este proceso responde a un problema estructural y que al proceso de crisis le seguirá un nuevo modelo de acumulación basado en otros parámetros diferentes, entonces las opciones de salidas deberían ser diferentes.

Dada la duración, profundidad y arraigo de la crisis originada en 2008, vemos indicios de que esta es una situación estructural y como tal el sistema capitalista generará su propia metamorfosis que ajuste sus patrones de acumulación y una nueva dinámica, por lo que es factible que el país necesite un nuevo modelo de crecimiento.

17 uru ecoVolviendo a la actual coyuntura económica, vemos que muchos de los problemas tienen que ver con el proceso de inserción en el modo de producción y la dinámica actual que el mismo tiene en su fase de acumulación, donde el proceso de blindaje ante coyunturas externas negativas no logró consolidarse sobre todo por no haber generado un proceso de transformación productiva que proteja al país de las oscilaciones de los precios internacionales de los comodities y de los vaivenes de los flujos internacionales de capital. Por esto la coyuntura económica presenta complicaciones importantes y el gobierno debe hacer frente a problemas cuyas resoluciones pueden ser contrapuestas; pero que a su vez debería tratar de que las mismas sean inclusivas y se enmarquen en una estrategia de izquierda que permita a su vez plantear nuevos objetivos y transformaciones estructurales.

Ante las dificultades de contexto externo e interno, la economía actual presenta un estancamiento productivo que se refleja en las casi nulas tasas de crecimiento alcanzadas y las proyectadas en el corto plazo. Consecuentemente, comienzan a deteriorarse los indicadores de mercado de trabajo -crece el desempleo, la precarización y se estanca el crecimiento de salario real-; y se contraviene la tendencia de los últimos 10 años en los que la distribución tanto factorial y personal mejoró. Además, nos encontramos con una inflación que supera los dos dígitos y no se han logrado comprender las causas fundamentales y por ende las medidas adoptadas no han generado las consecuencias deseadas. Se debe agregar un persistente y creciente déficit fiscal que ha llevado al Ejecutivo a plantear una propuesta de consolidación fiscal que trate de abatirlo.

Asimismo, las relaciones económicas del Uruguay con el resto del mundo presentan problemas. En lo que hace a las ventas de productos agrícolas la desaceleración china ha impactado tanto sobre los precios que han mantenido una tendencia bajista y sobre las cantidades vendidas. Además, la crisis económica vivida por los países del Mercosur en particular Brasil y Venezuela, ha llevado a que las exportaciones de mayor valor agregado también se vean con importantes problemas de colocación internacional. La situación con Argentina no visualiza mejoras en el intercambio comercial, ya que si bien existe una mayor apertura y se liberaron las trabas que dificultaban el ingreso a este mercado, el proceso de ajuste desarrollado por el nuevo gobierno ha reducido significativamente el poder de compra de la población, lo que hace que la demanda se haya recortado.

Ante esta situación, la derecha, pero también parte del FA y en particular quienes tienen a cargo las relaciones internacionales del país, visualiza la solución a los problemas económicos actuales con una mayor apertura externa y la vinculación unilateral con diversos bloques y países. Esta concepción tiene su raíz ideológica en la teoría de las ventajas comparativas desarrollada por David Ricardo a inicios del siglo XIX y perfeccionada en su formalización por la matriz neoclásica en el modelo de Heckscher-Ohlin que plantean que los países deben especializarse en una serie de productos donde por dotación de factores logran alcanzar cierta ventaja comparativa y renunciar a la producción de otros. Según esta visión América Latina debería especializarse en la producción de productos primarios y Uruguay en la de alimentos. Esta visión claramente ha fallado y la alternativa al desarrollo debe ser otra y se debe apostar fuertemente a la transformación de la matriz productiva que permita una inserción internacional diferente y de aquellos eslabones de las diferentes cadenas que tengan alto valor agregado por unidad de producto final y apuesten al desarrollo del capital humano y la innovación.

Los flujos de inversión están mostrando en la actualidad un proceso de reversión con respecto a los años anteriores, generándose una salida de los países periféricos y una vuelta a los países centrales. Ante un futuro incierto y con pocas perspectivas positivas en el corto plazo, es factible que se procese una disminución de los flujos de inversión y que los capitales sean más cuidadosos a la hora de generar colocaciones y por lo tanto es poco probable que Uruguay recepcione valores similares de IED. Por ello deberán considerarse políticas de estimulo a la inversión diferentes que impliquen inversión de capitales nacionales o inversión pública que logre seguir impregnando de dinamismo a la economía nacional.

El contexto interno también presenta dificultades. El año pasado se produjo un importante enlentecimiento en el consumo de los hogares que había sido uno de los motores más potentes y persistentes del crecimiento de la última década y un elemento que permitía a la economía uruguaya desindexarse en parte de los eventos internacionales, incluso las últimas medidas están mostrando una caída del mismo. Este proceso tiene derivaciones que provienen fundamentalmente del mercado laboral. La mayor parte de los hogares uruguayos tienen sus ingresos principales provenientes del trabajo. El leve repunte del desempleo ha generado que muchos hogares pierdan su principal fuente de ingresos y con esto sus posibilidades de consumo, a esto se le suma que prácticamente los salarios reales se mantuvieron incambiados y que las expectativas de la población son negativas en el corto plazo, lo que genera una retracción del consumo por motivo precaución.

La caída del consumo interno no solo se produjo en los hogares, sino que el gobierno también ha ajustado sus pautas de consumo a la baja, con lo cual profundiza el resentimiento de este componente de la demanda agregada. La caída de consumo suele ir acompañada de espirales descendentes, ya que en la medida que este caiga, algunos sectores comerciales que son intensivos en mano de obra pierden rentabilidad y ajustan personal a la baja lo que vuelve a generar una nueva contracción del consumo y la demanda agregada, profundizando la recesión.

El contexto interno también se ve afectado por una tendencia lenta pero creciente del nivel de desempleo. Sistemáticamente en cada medición mensual se puede ver un crecimiento de la tasa de desempleo producto de una reducción de la tasa de empleo, por la destrucción de puestos de trabajo. Esta masa de desempleados fuerza el incremento de trabajo informal y presiona a la baja los salarios existentes.

Además se suma un importante crecimiento de los precios. La tasa de inflación de los últimos 12 meses supera los dos dígitos y genera un importante deterioro del nivel de compras de los trabajadores. Los rubros que tuvieron mayor incremento de precios son los alimenticios y estos tienen un peso mayor en la composición de la canasta de consumo de los primeros deciles de ingresos, sobre los más pobres.

Sin una perspectiva clara de salida de esta trampa de estancamiento, las expectativas de los diferentes agentes económicos se retraen y esto profundiza la situación de recesión. Es importante que el gobierno logre cambiar el discurso y logre consolidar una estrategia clara y creíble que logre cambiar el estado de expectativas existente que revierta la tendencia y haga que los agentes cambien su comportamiento actual.

Deben tomarse decisiones políticas que establezcan cuales son los objetivos prioritarios y hacia donde deben enfocarse los esfuerzos. Apostar al crecimiento en un momento que los agentes privados se retraen debería implicar una activa política pública de inversión para incrementar la demanda agregada. Este aspecto tiene como contracara un deterioro de la situación fiscal, que es un aspecto abordado por el gobierno en sus medidas de consolidación fiscal.

Esta dualidad implica tomar decisiones que traten de apuntar al crecimiento, pero con inversiones seleccionadas que logren tener un efecto multiplicador importante que compense en parte el deterioro del resultado fiscal inicial mediante los incrementos de actividad. Un esquema de ajuste que trate de consolidar el déficit fiscal por la vía de ajuste profundizará la recesión y con esto el riesgo de caer en trampas autoregresivas.

Esto debe compensarse con una apuesta al mercado interno como opción de salida a la difícil situación internacional.. Para ello deberían modificarse las pautas salariales establecidas que probablemente conduzcan a una caída del salario real. Por el contrario se debe apostar al crecimiento en aquellos sectores donde los capitalistas se apropian de grandes tasas de plusvalía, y un estimulo al empleo en aquellos que presentan dificultades.

Estos elementos deben enmarcarse en una postura ideológica de reducir la desigualdad tanto personal, como factorial.

Otro aspecto que debería atacarse de manera sistemática es el abatimiento del nivel de inflación, para el que es necesario tomar medidas que ataquen el crecimiento de precios por el lado de la oferta. Si estuviésemos ante la presencia de mercados competitivos, la libre entrada de capitales corregiría el problema mediante un incremento de la competencia, pero esto no siempre es posible debido a que los agentes existentes plantean distorsiones o porque el mercado se resuelve de manera más eficiente por con esquemas concentrados. Si estuviéramos ante la primera de las circunstancias planteadas la apuesta debe ir a generar mecanismos que garanticen la competencia. En caso de que la falta de oferentes se deba a esquemas donde la escala mínima eficiente quede por encima la demanda y por lo tanto las soluciones óptimas requieran contar con pocas empresas, se deben buscar mecanismos de regulación adecuados. En estos casos es óptimo aprovechar la subaditividad local para ese vector de producción y quitarle grados de libertad a la toma de decisiones de las empresas, para esto la literatura aporta un número importante de mecanismos regulatorios donde dependiendo de los mercados si el instrumento a aplicar debería ser el uso de precio techo o regular la tasa de ganancia.

La coyuntura actual de la economía nos plantea un desafío fundamental que es la profundización de los cambios; si no se logra avanzar con las conquistas, la dinámica de las recetas ortodoxas conducirán al fracaso del proyecto con un retroceso de los logros alcanzados. Lo que nos diferencia de la derecha es una orientación y no una forma de gestionar, en los momentos de crisis o donde los problemas amenazan es donde se deben elegir los caminos, si se va por la aplicación de las viejas recetas nada impedirá el asenso de los grupos reaccionarios y de los partidos de derecha, en cambio si se va hacia una profundización inclusiva en el marco de una alianza con el bloque social de los cambios creemos que hay una alternativa de desarrollo nacional.

*Economista, docente de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, asesor de la Dirección Nacional de Energía y de la Bancada de Diputados en Partido Socialista del Uruguay (Frente Amplio). Publicación del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico y de surversion.uy